Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

lunes, 23 de junio de 2014

Con un gol bajo el brazo

El mundo no es simplemente la suma de cosas que existen en él, la red infinitamente compleja en que estas cosas se conectan entre sí. Como en los significados de las palabras, los objetos cobran significado sólo en su relación con otros objetos (...). Un joven alquila una habitación en París y luego descubre que su padre había estado escondido en aquella habitación durante la guerra. Si estos dos hechos tuvieran que considerarse por separado, habría poco que decir respecto a cualquiera de ellos; pero la rima que crean al ser seleccionados modifica la realidad de ambos (...). Estas conexiones son muy comunes en los trabajos literarios pero uno tiende a no verlas en el mundo, pues el mundo es demasiado grande y la vida de uno demasiado pequeña. Es sólo en esos raros momentos en que uno cree vislumbrar una rima en la vida, cuando la mente puede saltar fuera de sí misma y servir como puente para cosas que están más allá del tiempo y del espacio, más allá de la vista y la memoria. (La invención de la soledad. Paul Auster)

Estos días se ha recordado machaconamente que hace cuatro años la selección española de fútbol ganó el Mundial de Sudáfrica. Las televisiones han mostrado una y otra vez a Casillas evitando un gol cantado de Robben, a Iniesta marcando y quitándose la camiseta, a Casillas levantando la copa de campeones... Los aficionados españoles al fútbol no olvidaremos fácilmente esa noche (y si no, ya está la televisión para recordarla). Yo vi el partido en Cartagena en casa de mis suegros. Me acompañaban frente al televisor Sonia, Maria José, Lolo, Vanesa ... y Héctor, aunque este último, con tres meses de vida, dedicaba todos sus esfuerzos a intentar dormirse. Así que pasé gran parte de la final meciendo con el pie la hamaca en la que Héctor estaba acostado. Se durmió ya avanzada la segunda parte y aprovechamos el parón antes de la prórroga para llevarlo a la cuna. Bajamos el volumen de la tele para poder escuchar el llanto del niño (el paso de la hamaca a la cuna era delicado y rara vez se quedaba a la primera) y nos dispusimos a seguir sufriendo.
Así vimos la ocasión de Roben y...... BUAAAA BUAAAA. Sonia salió a calmarlo y en esas estaba cuando marcó Iniesta. Héctor presenció el final del partido, la entrega del trofeo y la celebración en el césped. Parecía increíble: España campeona del mundo.

Esta tarde puse el partido Las Palmas - Córdoba. Estuve viendo el partido a salto de mata, mientras le hacía cucamonas a Pedro y Héctor me enseñaba las fichas del cole (el viernes le dieron los cuadernos del tercer trimestre). No soy seguidor del Córdoba pero me hacía ilusión que ascendiera. El partido pintaba mal. Las ocasiones de Las Palmas se sucedían hasta que terminó por adelantarse en el marcador. El Córdoba estaba jugando fatal pero yo estaba supersticiosamente tranquilo. Tenía el tonto convencimiento de que si el nacimiento de Héctor había coincidido con la conquista del mundial; el nacimiento de Pedro iba a auspiciar el más difícil todavía: el Córdoba jugando en primera división.
El partido era un tostón y lo poco bueno lo ponía Las Palmas. Pedro empezó a inquitarse. Miré el reloj. Mejor darle el bañito ahora que dentro de media hora le toca el biberón y a ver si se queda dormido.

Héctor, me voy a darle un baño a Pedro. Avísame si marca el Córdoba.

Papá - le oigo gritar desde el cuarto de baño -, un jugador se ha quitado la camiseta. Sí, porque se ha hecho daño en la rodilla y se ha quitado la camiseta.- Muy pronto también él se cansa del partido y se pone a jugar.

Oh, qué pena - ahora es Sonia la que me pone al día desde el salón.
¿Qué pasa, ya ha terminado?
No, pero sólo faltan tres minutos.
Bueno, acuerdate del gol de Sergio Ramos en la final de la Champions (yo sigo convencido de que si con Héctor ganamos el mundial con Pedro subimos a primera. ¡Y eso que me considero una persona racional!).

Pongo boca abajo a Pedro para extenderle la crema por la espalda y Sonia y yo nos quedamos un rato embobados con nuestro hijo. ¡Mira como sostiene ya la cabeza!
Mientras termino de ponerle el body le pregunto a Sonia si ha terminado el partido (ya hace tiempo que sólo quedaban tres minutos. No se oyen gritos de celebración por el vecindario. Me cuesta creer que estaba equivocado).
No. Quedan un minuto y veintinueve segundos. El partido está parado.
¿Y eso?
Parecen que han invadido el campo y el arbitro ha parado el partido.

Justo cuando entro con Pedro al salón se reanuda el juego. Un pelotazo al área de Las Palmas y un jugador cordobesista se planta solo frente al portero. Chuta. El portero desvía con la mano la pelota que se desplaza lentamente hasta que otro jugador viene por detrás y remacha el gol. El árbitro pita el final del partido. Ni siquiera se saca de centro. Increíble: el Córdoba está en Primera División. ¡Y de qué manera tan rocambolesca! De los últimos seis partidos (incluyendo los play offs de ascenso) sólo ha ganado uno. ¡El partido de hoy podría haber terminado tres a cero para Las Palmas tranquilamente! Con Pedro en los brazos veo los altercados de los aficionados canarios y la celebración de los jugadores del Córdoba en los vestuarios.

Héctor y Pedro han venido con un gol bajo el brazo. Y pensándolo bien no es de extrañar. Los dos deben su existencia a la Liga española de fútbol. Si su abuelo, Goñi, también conocido entre sus compañeros como "el tanque", no hubiera fichado por el Deportivo de la Coruña, no habría conocido nunca a su abuela Maria José (Un periódico local se hizo eco del acontecimiento: "se casó Goñi, jugador del Deportivo, con la guapísima coruñesa Maria José Pérez Baspiño"). Y ni Sonia, ni Héctor ni Pedro habrían tenido la posibilidad de existir. Así que ¡Viva el fútbol!

Goñi, más conocido en casa como el abuelo Lolo, en su época de jugador


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martes, 3 de junio de 2014

¿Moraleja?

La semana pasada se celebró la Feria de Córdoba. No hubo clase ni jueves ni viernes y ya el miércoles faltaron muchos alumnos (ese día las atracciones son más baratas). El grupo de 1º de bachillerato tenía hoy un examen bastante importante de Matemáticas. El miércoles, antes de despedirme y desearles "buena feria", les comenté que iba a subir a la plataforma unos ejercicios resueltos para que les ayudaran en el estudio del examen. Que permanecieran atentos a las novedades.

El jueves dediqué un buen rato a preparar el material y el viernes a primera hora lo subí. Envié un correo a todos los alumnos notificando que ya estaba disponible y animándolos en su estudio. "Ánimo, un penúltimo esfuerzo que ya falta poco".

El domingo, antes de apagar el ordenador, entré en la plataforma para comprobar quiénes habían consultado los ejercicios de repaso. Se me cayó el alma a los pies. Sólo dos alumnos, Manu y Víctor, lo habían hecho. Los demás nada. La mayoría hacía semanas que ni siquiera entraba a la plataforma. Una vez más en este curso y especialmente en este grupo la terrible sensación de estar haciendo el tonto y trabajar para nada. El jueves podría haberme dedicado a descansar y el resultado habría sido el mismo.

Ayer, en la clase dedicada a resolver dudas, les eché la correspondiente bronca. "¿No recibisteis el mensaje? ¿Sí? ¿Entonces qué pasó? Es que me pongo en vuestro lugar y no lo puedo comprender. Recibís un mensaje de un profesor días antes de un examen importante recomendando un material hecho por él que os va a ayudar a preparar el examen... ¿y ni siquiera os da por echarle un ojo?..."

Hoy ha sido el examen. Acabo de terminar de corregirlo. Es el examen que mejor les ha salido en todo el año. Siento la tentación de autoengañarme y creer que gracias a la bronca espabilaron y repasaron el material de la plataforma (he comprobado que la mayoría de los alumnos se descargaron el material ayer por la tarde). También cuando yo era estudiante dejaba todo para última hora. Quiero creer que mi trabajo sirve para algo. Me convenzo de ello según voy corrigiendo. Casi al final les toca el turno a los exámenes de Manu y de Víctor. Ninguno llega al 2. ¿Moraleja?

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