Tiene nombre de valquiria o de princesa germánica. Nada que ver con su aspecto de india del Amazonas. Ecuatoriana, supuse la primera vez la vi, hace casi dos años. Boliviana en realidad.
- E, ¿a ti qué te gustaría estudiar?
- Arquitectura.
- Me han dicho que es una carrera dura (se me escapa el comentario, del que me arrepiento en seguida. No puedo evitar pensar en lo que le cuesta a E aprobar las matemáticas. Llega al cinco raspado con un esfuerzo admirable).
- En mi país no es tan difícil. Me gustaría construir casas allí.
- ¿Te gustaría regresar a Bolivia?
E no responde. Me sonríe como si no estuviera segura de la respuesta. O a lo mejor no quiere contarme lo que piensa. No parece estar entrenada para soltar una mentira piadosa y salir al paso de preguntas indiscretas.
- ¿Naciste aquí o allí?
- Allí.
- ¿Y con qué edad llegaste a España?
- Con diez años (ahora tiene quince o diciséis).
- Vaya, entonces sí que tienes muchos recuerdos de Bolivia. ¿Echas de menos a tus amigos, a tu familia?
E vuelve a sonreir. Al final contesta:
- A mi abuela, pero no la entiendo.
- ¿Cómo?
- Sí, profe, que a mi abuela no la entiendo porque sólo habla quechua. Es muy raro y no la entiendo.
La conversación se prolongó un rato más pero yo ya no estaba concentrado en ella. Si me hubiera enterado de que la abuela de E nació en Marte no me hubiera impresionado más.
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