Hoy estaba nublado cuando llegamos a la playa. Sonia y yo queríamos dar un paseo. Hector no, claro. A él le debe resultar incomprensible esa manía que tienen sus padres de ponerse a andar en lugar de jugar con la arena o nadar en el agua. Una pérdida de tiempo. Se conforma cuando le decimos que vamos a recoger conchas. Ah, vale. Ahora el paseo tiene un propósito. Y se lo toma en serio. Empieza con pequeñas conchas y al poco amplía la recolección a piedras de diverso tamaño, una pluma de gaviota e incluso, de no habérselo prohibido, un pajarillo muerto. En cambio no se siente atraido por los desperdicios humanos: pasa de colillas, papelitos o bolsas de plástico (también es cierto que hoy se veía menos basura que otros días). Así dimos un señor paseo y regresamos a la sombrilla con el cubo cargado de tesoros, acalorados (las nubes se habían dispersado) y deseando darnos un buen baño.
Sentado bajo la sombrilla, observo jugar a Héctor. Enseguida se deshizo de la pluma, lanzándola lejos. Clasificó los objetos en tres grupos: conchas, piedras de pizarra, resto de piedras. Se quedó con las piedras de pizarra y las ordenó en fila según diversos criterios, alguno obvio (por tamaño) pero la mayoría no. Siguió haciendo combinaciones con las piedras hasta que las apiló una encima de otra para después tumbar la torre. Entonces, cuando parecía que las piedras ya no daban más de sí, seleccionó una de ellas (creo que la más grande) y la enterró un par de metros más allá. Marcó el lugar con una señal y fue a por su pala. Y así se entretuvo unos minutos más: enterrando y desenterrando la piedra. Parece un arqueólogo, pensé.
A arqueólogos o a arquitectos. A eso juegan los niños en la playa. Los hay que prefieren construir intrincadas fortalezas (arquitectos) y los hay que prefieren cavar agujeros o buscar y clasificar objetos (arqueólogos). Pienso en mi infancia y creo que fui más arqueólogo que arquitecto, más de cavar que de levantar, antes espeleólogo que escalador, más de viajar al centro de la tierra que a la luna, mejor bucear que volar.
- ¿En qué piensas? - pregunta Sonia.
- En nada.
Supuse que arquitectura y arqueología eran palabras con la misma raíz, algo relacionado con la tierra. Pero me equivoqué. Según la wikipedia, el término "arquitectura" proviene del griego αρχ (arch, cuyo significado es ‘jefe’, ‘quien tiene el mando’), y τεκτων (tekton, es decir, ‘constructor’ o ‘carpintero’). "Arqueología" viene del griego «ἀρχαίος» archaios, viejo o antiguo, y «λόγος» logos, ciencia o estudio. No hay significado oculto. Las palabras se parecen por casualidad.
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¡Je!, qué bonito.
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