En mi familia tenemos la costumbre de regalarnos sorpresas en Nochebuena. No sé bien cómo arrancó la tradición pero desde hace al menos 30 años las sorpresas han estado presentes en mis navidades. Incluso cuando he vivido fuera me llegaban vía postal.
¿Qué es una sorpresa? No es una broma, ni un regalo, aunque tenga algo de ambos. Es un objeto de tamaño pequeño (aunque no siempre) envuelto en papel de regalo que viene acompañado con un pequeño texto que justifica la relación entre el contenido de la sorpresa y el receptor. Es costumbre leer primero el texto y a continuación abrir el paquete.
Hace treinta años los pequeños paquetes se colocaban bajo el árbol de Navidad y se abrían durante la cena de Nochebuena. A pesar de la fecha señalada las sorpresas no eran traídas por Papá Noel ni por ningún otro ser mágico. Eran mis padres quienes las preparaban. Más tarde, según fuimos creciendo, empezamos mi hermana y yo a preparar sorpresas para mis padres, mis abuelos y mi tía Mª Antonia. Al principio formando equipo y luego por separado. En la cena hacía tanta ilusión recibir sorpresas como ver la reacción a las sorpresas que uno había preparado. La sorpresa más antigua que recuerdo haber recibido es un pin de Snoopy
jugando al baloncesto. El texto terminaba con la palabra campeón. El halago hizo efecto porque le cogí gran cariño al pin.
La tradición de las sorpresas sobrevivió a la emancipación de los hijos. Es más, se robusteció con la llegada primero de Álvaro y después de Sonia. Hasta el punto de que hubo un momento en que pareció morir de éxito. Cada adulto preparaba una sorpresa a cada uno de los demás miembros de la familia. Eso significa que el número de sorpresas aumentaba en progresión aritmética con cada nuevo miembro familiar (Alba, Adrián, Héctor). ¡Con tanta sorpresa no íbamos a tener tiempo de cenar! Hace un par de años se establecieron restricciones en el número de sorpresas para reconducir la situación.
Las sorpresas se dan en Nochebuena en casa de mis padres. Los que no estén presentes en ese momento las reciben/entregan en la primera ocasión en la que estemos todos reunidos que, para nosotros, fue ayer por la noche. Estas son mis tres sorpresas de este año:
Texto: Martes tras martes, jugamos con devoción,
hay días que disfrutamos y otros que no.
Lo que está claro es que en la pista hay que tener vista,
para no acabar en el dentista.
Esta sorpresita ayudará,
a tu visión de juego mejorar...
En el paquete había unas gafas como las que se pueden ver en la imagen.
Texto: Partiendo de que soy de otra generación,
y que me cuesta comprender el comportamiento del alumnado,
creo que el problema es de educación
y nadie debe mirar para otro lado.
Aún recuerdo a los maestros sentados en su sillón
y todo el mundo callado,
callado y prestando atención,
no vaya a ser que golpee este instrumento tan usado,
con mano dura e intención.
Cuando leí el texto pensé que me iba a caer una vara o una regla. Pero no, se trataba de un timbre para llamar la atención y solicitar silencio.
Texto: Nunca te sirves una sin posarla adecuadamente,
Tu truco: uno aquí y otro allá, formando parte de la decoración habitual.
Dejemos entonces que en navidades el paisaje cambie
y sean otros los que tu cerveza salvaguarden.
En el paquete había un conjunto de posavasos con motivos navideños. Hoy ya le he dado uso pero no con una cerveza sino con una taza de Glühwein bien calentito.
De todas las tradiciones navideñas, las sorpresas es mi favorita. La que mejores recuerdos me trae. Tener que pararte a escribir un texto hace que pienses en la persona que va a recibir la sorpresa. Es un gesto de cariño que se ve reflejado en el buen ambiente que siempre se crea.
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