Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

viernes, 24 de julio de 2015

Jot Down censura

Me entero esta semana que El País y Jot Down unen sus fuerzas en una nueva revista mensual que se llamará Jot Down Smart (la cursiva es mía) y que se venderá con el periódico. Smart, very smart. No quiero ser sarcástico pero no puedo evitar el resentimiento hacia una publicación que me censuró por dos veces. La sensación de rabia e impotencia cuando te censuran es difícil de explicar. Especialmente si quienes lo hacen son personas o entidades que previamente admirabas o, al menos, valorabas y respetabas.

Descubrí Jot Down hace tres años y me gustó mucho. Pero mucho. Hasta el punto de que su influencia quedó patente en varias de las entradas que escribí aquel verano (como esta o esta). Recuerdo con gratitud muchos textos, especialmente los dedicados al baloncesto y a la música. Pero también las entrevistas o artículos inclasificables y de imposible acomodo en los medios de comunicación convencionales. Sonia y yo pasamos una gran noche viendo por la televisión los vídeos de los 20 plagios musicales más sangrantes del siglo XX. En esa época se agolpaban los artículos interesantes sin que tuviera tiempo de leerlos todos.

Compré los dos primeros ejemplares impresos que publicó la revista. Más por ayudar a mantener la edición on-line que por el interés del objeto adquirido. Quince euros me parecían (y me siguen pareciendo) una barbaridad para una revista de ese tipo. Ahora bien, quince euros me parecían poco a cambio de tantos buenos ratos que me proporcionaba la edición gratuita on-line. Digamos que comprar la revista era una operación de mercenazgo para mantener la web. Como el que colabora haciendo una donación a la wikipedia.

Ya por entonces había dos aspectos de Jot Down que me incomodaban, dos pelos en la sopa que me impedían saborearla plenamente. El primer aspecto es la sospecha, que se hizo notoria con el primer ejemplar impreso, de que Jot Down era una revista para hombres. Diría más: para hombres que frisaran los cuarenta (y que pudieran pagar quince euros por una revista). El segundo aspecto, que me resultaba aún más molesto y que se fue acentuando con el paso del tiempo, es el autohalago que publicación y lectores se hacían mutuamente. En Jot Down somos muy listos y cultos y, por lo tanto, nuestros lectores son listos y cultos. Como soy listo y culto leo Jot Down que es una revista para listos y cultos. Smart, very smart. Hasta que se ha hecho explícito en el nombre de la nueva publicación: Jot Down Smart. Para gente smart.

Lo cierto es que cuánto más se ha esforzado Jot Down en demostrar lo smart que es, peores textos ha publicado. O quizás es al revés, según ha bajado la calidad de los contenidos más se ha reforzado el postureo y la condescendencia. Somos listos y somos guays. Si no estás con nosotros es porque no eres ni lo uno ni lo otro. Y en poco tiempo se pasó de no dar abasto para leer tantos artículos interesantes a esperar como agua de mayo a que se publicase algo decente (nunca al nivel de los buenos viejos tiempos). En la nueva Jot Down prima la demagogia sin rigor (y eso que lo firma una "matemática"), la superficialidad más tonta (a la par que smart) y la estupidez sin tacha.

Este último artículo, ¿Qué escuchan los líderes andaluces?, fue el que me despidió de Jot Down. No porque fuera particularmente malo. No es peor que muchos otros. De hecho me parece representativo del nivel de calidad que ha alcanzado la publicación, con textos que se leen en diagonal o abandonas al segundo o tercer párrafo. Pero traía un vídeo de Danza Invisible y me picó la curiosidad. "Moreno Bonilla, nacido en 1970 en Barcelona pero de familia andaluza, solo tenía catorce años cuando los malagueños empezaron a brillar en el panorama nacional, pero, sin duda, le alcanzó la riada de aquel cancionero ligero, musicalmente pobre y sobre todo superficial y nada molesto".

¿Danza Invisible musicalmente pobre? Lo peor de la frase es la ligereza y superficialidad con la que se critica a una estupenda banda de música. Así no podía quedar la cosa. Escribí un comentario defendiendo la calidad del grupo (juzgar a Danza Invisible por Sabor de Amor es como juzgar a los Beatles por Yellow Submarine) y, de paso, expresando mi opinión de que todo el artículo es una estupidez. Ese fue el adjetivo que motivó la censura. En ningún momento dije que Paula Corroto, la autora, fuese estúpida, ni tampoco los responsables de Jot Down que decidieron su publicación. No voy a repetir aquí mis argumentos. Quien quiera saber por qué es estúpido el texto, sólo tiene que leerlo.

Para mi sorpresa el comentario no se publicó. No me podía creer que lo hubieran censurado. Es posible que fuera un error informático. No sería la primera vez que no se publica un comentario que realizo en algún blog amigo (imagino que no me identifico correctamente). Pero entonces leí el comentario de jimmybahia y comprendí que no, que no era un error, que me habían censurado.

Hice un nuevo comentario protestando. No puedo entender que alguien que afirma que el cancionero de un grupo es musicalmente pobre, etc. no acepte que se comente que su artículo es estúpido. Quien a hierro mata a hierro muere. Se puede criticar pero no se aceptan críticas. Confié en que los responsables de Jot Down rectificaran y publicasen este nuevo comentario. Nada. También censurado. Todo muy smart.

_________________________

Dos meses después de salir en su defensa tuve la ocasión de escuchar a Javier Ojeda en un concierto que dio en Córdoba. Interpretó canciones de Danza Invisible y fue para quitarse el sombrero. Pedazo de músico. El día anterior al concierto lo entrevistaron en el periódico:
--¿Cómo se consigue estar 27 años dando la batalla en la música, un mundo tan complicado y cambiante?
--Hay que llevarlo en la sangre. Hay dos tipos de músicos, los que están un poco por casualidad y los que han nacido para esto. Yo pertenezco a la segunda especie. Es lo único que sé hacer.
--Pese a los años, sigue siendo uno de los cantantes españoles que más baila en el escenario.
--Pues no me cuido mucho. Hago deporte porque como no sé conducir voy a todas partes en bicicleta. Eso me mantiene en forma, aunque, por otro lado, también soy muy fiestero y no me privo de comilonas. Debe ser cosa de la genética.
--Aunque Danza Invisible sigue en activo como grupo de directos, usted continua con sus proyectos personales. ¿Qué nos espera después de Barrio de la Paz ?
--Trabajo en la continuación de ese disco. Más que un homenaje a mi barrio, es un homenaje a la concordia. Me di cuenta que desde que empezó la crisis nos estaban envenenando desde la televisión. Y se me ocurrió recordar que yo me crié en un barrio de lo más normalito, entre bloques nada atractivos, y, sin embargo, fui increíblemente feliz. Eso me hizo ver que la felicidad depende de un tipo de paz interior. La segunda parte del disco es una parábola de la crisis.
--Hablando de crisis. ¿Cómo ve el panorama político en este año electoral?
--Me encanta la irrupción de partidos como Podemos y Ciudadanos. Me parece fantástico, ponen las pilas a los grandes partidos.
--Su estilo ha sufrido vaivenes y ha sorprendido muchas veces con muy distintos sonidos. ¿No teme despistar a sus seguidores?
--Jamás pienso en mis seguidores, pienso en mi inquietud musical y en el camino que quiero llevar. Cuando me repito, cambio.
--¿Por qué le gusta tanto hacer versiones?
--Creo que la composición en sí está sobrevalorada. Hay mucha gente que compone discos enteros de los cuales solo son válidas dos o tres canciones. Frank Sinatra no compuso nada en su vida; Elvis, poquísimo. Los Beatles fueron los mejores compositores de la historia, pero en sus primeros discos alternaban las canciones propias con las versiones. Con los años cada vez me gusta más hacer versiones porque creo que cumplen una misión pedagógica en estos tiempos en los que veo a la gente desinformadísima.

Conocí a Van Morrison gracias a la versión que hicieron Danza Invisible de Bright side of the road:


No hay comentarios:

Publicar un comentario