Entramos un poco con el tiempo justo. Cuando accedimos al graderío los jugadores ya estaban completando el calentamiento. Faltaban 15 minutos para el comienzo del partido y las gradas estaban medio vacías. Imaginé más ambiente. Los únicos que se hacía notar eran los sindicalistas que se manifestaban en el acceso por el que iba a entrar el Rey Juan Carlos. Y tampoco eran muchos. Había más policía que manifestantes.
Nuestros asientos estaban en la esquina del último gallinero. Desde allí los jugadores se veían diminutos a pesar de su envergadura. Nos hicimos unas fotos de recuerdo pero el ambiente era frío. Empecé a emocionarme cuando presentaron a los jugadores. Me acordé de Sonia y Héctor, en el salón de casa, viéndolo por la tele.
Y enseguida el partido. Qué bueno es Pau, qué bueno es Navarro... y los iraníes, aun inferiores, no son unos mantas. El pabellón se fue llenando pero seguía habiendo algunos claros. No hubo "lleno hasta la bandera" como he leído hoy en un periódico. Lo que sí hubo es una ovación extraordinaria y sorprendente (para mí) cuando el Chacho sustituye a Ricky. No se puede negar que el chachismo existe y es abrumador. Yo soy un infiltrado entre tanto fan de las barbas. Le comento a Álvaro, chachista de pro, mi escepticismo. A lo largo del partido le voy señalando las pérdidas de balón innecesarias. pero no hay manera de convencerlo.
En los primeros instantes del segundo cuarto tenemos la oportunidad de mejorar nuestra ubicación. El personal de la organización indica a los habitantes del gallinero que podemos ocupar los asientos vacíos situados más abajo. Nosotros cruzamos el pabellón para sentarnos en la zona noble, cuatro filas por debajo del palco de autoridades. Desde aquí sí que vemos bien a los jugadores. Parece otro partido.
En el descanso hacemos más fotos de recuerdo. Ahora más contentos.
Cita
El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va. Ramón Eder
domingo, 31 de agosto de 2014
viernes, 22 de agosto de 2014
Cambio de opinión
Esta mañana, cuando vi el chiste de Forges en El
País me pareció exagerado. Un chiste fácil, perezoso y demagógico.
Esta
tarde recibí una carta de la Dirección General de Tráfico informándome de que
he cometido una infracción. Fue el pasado 2 de agosto en una carretera cercana
a Ferrol. Al parecer circulaba a 63 km/h por un tramo limitado a 50 km/h. Hay
una foto del coche y un montón de datos técnicos para demostrar que el radar
chivato es de lo más fiable. Vale, lo acepto. Supongo que el hecho es cierto,
que circulaba 13 km/h más rápido de lo permitido. De lo que estoy seguro es de que
no puse en riesgo ni la vida de mi familia ni la de ninguna otra persona que se
cruzara en mi camino. Entre otras cosas porque aquel día apenas encontré
tráfico en la carretera. De hecho, en la foto que manda la DGT como prueba no
se aprecia ningún otro coche en la escena aparte del nuestro.
¿Cuál
sería una multa proporcional a una infracción de este tipo? A mí me parece que
debería ser algo testimonial. Una advertencia en el sentido de “tenga usted
cuidado” o “sea más respetuoso con las señales”. De 20 a 30 euros me parece una
cantidad correcta. Para cubrir los gastos infringidos (foto, mandar la carta
informando de la infracción, etc.) y algo más. Pues no. La DGT valora la
infracción en 100 euros. Toma ahí. Pero si eres bueno y pagas rápido y sin
protestar te lo dejan en 50 euros. Y ahora que me digan que no es afán recaudatorio.
El chiste de Forges, puro realismo social. Una denuncia necesaria.
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