Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

viernes, 30 de marzo de 2012

Fin del segundo acto

Los viernes entro a trabajar a las 11.45. Esta mañana llegué al instituto al filo de las 11.30, en pleno recreo. Muchos alumnos tenían el boletín de notas en la mano y esperaban a que sus padres o algún adulto autorizado los recogiese. Ya estaban de vacaciones, aunque no oficialmente.

Oficialmente hoy era un día lectivo "normal". Puedo entender que el día previo a las vacaciones, el día de entrega de notas, sea un día especial, relajado, poco menos que de semivacaciones. El problema es que esta costumbre de tomarse las vacaciones antes de tiempo se está extendiendo (con la pasividad, cuando no colaboración, de los profesores) a toda la semana. Hay alumnos que no vienen desde el lunes y la mayoría ya no asistió a clase el miércoles.

La dinámica por la que se ha llegado a esta situación es la siguiente: algunos alumnos, generalmente los menos interesados en los estudios, se toman las vacaciones antes de tiempo. El profesor, al entrar en clase y encontrarse con medio aforo, no avanza materia para no perjudicar a los ausentes. Además le da pereza empezar a explicar un tema que va a tener que repetir a la vuelta de vacaciones, porque piensa que los alumnos lo van a olvidar en ese tiempo. En el mejor de los casos el profesor ha preparado unas actividades lúdicas para "pasar la hora". En el peor y más habitual se limita a que los alumnos hagan lo que quieran (si el aula está equipada con ordenadores, que los alumnos utilicen el ordenador a su antojo, Tuenti incluido) con la única condición de que no monten alboroto. Es decir, el profesor de manera implícita les da la razón a los alumnos ausentes: estas clases son inútiles y es una pérdida de tiempo asistir al instituto la semana previa a las vacaciones. Los alumnos que sí han asistido se sienten como los tontos de la clase (¿por qué tenemos que venir para no hacer nada?) y al día siguiente convencen a sus padres para que los dejen quedarse en casa (total, para no hacer nada mejor en casa, ¿no?). Y así, poco a poco, nos hemos cargado tres semanas lectivas (la semana previa a Navidad, la semana previa a Semana Santa y la última semana de curso), casi un mes.

A mí esta pérdida de tiempo me irrita e intento combatirla. Sigo dando clase "normal" hasta el último día, penalizo a los ausentes y premio (académicamente, no dejándoles los ordenadores) a los presentes. Al principio cuesta romper la dinámica, pero cuando los alumnos te conocen y saben que vas en serio, empiezas a ver resultados. Este año cuento con la ventaja de que los alumnos me conocen de sobra porque a los dos grupos les di clase el curso pasado (de uno de ellos llevo dos años seguidos siendo tutor).

A las 11.45 tenía clase con 3º A. Estaban esperándome 11 de los 18 alumnos que asisten a clase con regularidad. Todos tenían el material y pude dar clase con normalidad. De hecho, mejor que cualquier otro día porque al ser menos estaban más atentos. Además el silencio circundante (éramos el único grupo dando clase en ese edificio) ayudaba a mantener la concentración.

A las 12.45 tenía clase con mi tutoría (2º GH1). Dos horas seguidas: Matemáticas y "Alternativa" (a la religión). Hacía semanas que pusimos un examen en esta fecha para que el alumno que tuviera alguna evaluación pendiente (o las Matemáticas de 1º) pudiera recuperarla y encarar "limpio" los dos últimos meses del curso. Lo que no me esperaba es que se presentasen alumnos que tienen la asignatura aprobada, incluso con sobresaliente. Hace diez días que les entregué los boletines de notas.

¿Qué hacéis aquí? "Profe, es que como tú nos dices que hay que venir siempre". La verdad, no me podían haber dado mejor premio.

A las 14.15 no quedaba ningún alumno por entregar el examen. Ahora sí, éramos los únicos en todo el instituto, en los dos edificios, que seguíamos en clase. Los dejé marchar (la clase terminaba a las 14.45).

Todos los viernes, antes de irse, los alumnos de 2º GH1 dejan su silla sobre el pupitre para que las limpiadoras puedan realizar mejor su trabajo. Hoy, con eso de salir antes, se les olvidó. Así que recogí mis papeles, subí las sillas a los pupitres, bajé las persianas y salí del aula cerrando la puerta con llave. Fin.



sábado, 24 de marzo de 2012

Dr. Escohotado y Mr. White















Estos dos hombres tienen en común algo más que un ligero parecido físico. Ambos son profesores, ambos tienen una voz agradable, ambos están fichados por la policía debido al tráfico de drogas, ambos son seres radicalmente independientes, agentes extraños en la sociedad, partidarios de la ilustración y la ciencia antes que de los convencionalismos sociales; de ambos había oído hablar hace tiempo en términos elogiosos pero nunca encontraba el momento de acercarme a ellos. A pesar de todas esas coincidencias nunca los hubiera relacionado de no ser por la circunstancia de que ambos han entrado en mi vida a la vez.

El primero es Antonio Escohotado, autor de Historia general de las drogas, libro que estoy leyendo ahora mismo y que me parece el mayor descubrimiento en mucho tiempo. Sólo llevo la introducción y los dos primeros capítulos y me apena saber que todo lo que estoy aprendiendo se me va a olvidar (de hecho, el primer capítulo ya lo tengo medio olvidado: son tantos datos, tanta información. Al final sólo queda el recuerdo del buen rato pasado con la lectura). Como diría un amigo mío, se trata de un libro didáctico a la par que ameno (a pesar de sus casi 1500 páginas y sus numerosas notas a pie de página en las que da gusto perderse). Recomiendo a quien no conozca bien del todo al personaje que vea esta entrevista. La emitieron hace poco en La 2 y uno puede hacerse a la idea de la mezcla de rigor y elocuencia que caracteriza su escritura.

En la derecha podemos ver a Walter White, el protagonista de la serie de televisión Breaking Bad. Es un profesor de Química en un instituto de Alburquerque, Nuevo México, al que diagnostican un cáncer de pulmón muy grave. Tal vez no le queden ni cuatro meses de vida. Para colmo su seguro médico no cubre el tratamiento. Por una serie de circunstancias que no voy a descubrir, Walter tiene la oportunidad de aplicar sus vastos conocimientos de química para producir metanfetamina cristalizada y traficar con ella. Y lo hace con el objetivo de dejar en buena situación económica a su familia tras su previsiblemente pronto fallecimiento. A partir de ahí las cosas se van complicando, claro.

Historia general de la drogas es una obra maestra de la divulgación. Breaking Bad es simplemente una buena serie de televisión (que no es poco). Las dos las habría disfrutado por separado, pero su combinación simultánea produce una resonancia especial. Antonio Escohotado y Walter White, el anverso y el reverso de una realidad poliédrica: el consumo de sustancias estupefacientes.


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martes, 20 de marzo de 2012

Why me? Why you? Why here? Why now?

Quedan dos meses para que termine el curso en 2º de Bachillerato. Las clases terminarán seguramente el 23 de mayo. Luego habrá una semana de exámenes y la evaluación final. Los alumnos que aprueben y quieran matricularse en la universidad tendrán dos semanas para preparar la prueba de acceso.

A la vista de los resultados obtenidos en la segunda evaluación y de la evolución del trabajo realizado en lo que llevamos de curso, es evidente que dentro de dos meses tengo reservado el desagradable papel de Gran Villano. Especialmente en 2º CTN (2º de Bachillerato científico para adultos).

Al empezar el curso me lo advirtió el Jefe de Estudios del nocturno, que también es profesor de Matemáticas (él imparte la materia en el Bachillerato de sociales para adultos). Vas a tener un problema con 2º CTN: los alumnos no tienen ninguna base y casi todos tienen las Matemáticas de 1º suspensas.

No es la primera vez que doy clases a adultos. Tuve una primera toma de contacto en Cuenca, apenas dos meses en el bachillerato nocturno del IES Fernando Zóbel, mi segunda sustitución. Posteriormente tuve una experiencia mucho más productiva y provechosa durante todo un curso en el Centro de Educación para Adultos Clara Campoamor (Azuqueca de Henares). En este centro aprendí a valorar la enseñanza de adultos y descubrí, con la ayuda del equipo docente que llevaba varios años trabajando allí, el rol que debía desempeñar un profesor de adultos. Un rol diferente al de profesor de adolescentes en un instituto convencional. Un rol más cómodo y agradecido, pero al mismo tiempo más difícil. La dificultad estriba en la evaluación. O mejor dicho, en la calificación, en la nota final que le debes poner a una persona con la que has establecido una relación no de amistad pero sí de afecto y de entendimiento, una persona de la que conoces su vida, sus dificultades, etc.

Pongamosle nombre a esa persona. Digamos que se llama Pepe. Trabajas todos los días con Pepe, un joven que se esfuerza, pregunta dudas, hace siempre las tareas, asiste a clase y cuando no lo hace le falta tiempo para justificar su ausencia, respetuoso, que valora tu trabajo y lo que va aprendiendo ("Eduardo, que yo era virgen. Que esta ha sido la primera vez que hago una ecuación"). Es el alumno ideal. No hay nada que te dé más alegría que comprobar que Pepe aprueba los exámenes. No hay nada más frustrante que comprobar que Pepe no avanza y queda lejos de alcanzar los mínimos más mínimos que te planteas para darle un cinco. En este caso, ¿qué hacer con Pepe? ¿Lo suspendes a pesar de todo su trabajo, su ilusión, su esfuerzo? No tienes nada que poder reprocharle, sólo que no ha sido capaz de aprender lo más básico. Ha puesto todo de su parte y no lo ha conseguido. Entonces, ¿lo apruebas? ¿Apruebas a una persona que no sabe lo mínimo de lo mínimo de lo mínimo? Con ese aprobado Pepe va a obtener el mismo título oficial que se le está denegando a muchas otras personas que han demostrado más conocimientos. ¿Es eso justo? ¿Con qué cara vas a suspender a nadie más en tu vida? ¿Apruebas a Pepe porque "te cae bien", porque "te da pena" que no lo haya conseguido? ¿Acaso no son más merecedores de compasión los adolescentes desorientados cuyos suspensos no arañan tu conciencia?

Uf, un dilema irresoluble. Hagas lo que hagas te deja mal sabor de boca.

Este año los alumnos de 2ºCTN me lo están poniendo fácil: ni tienen interés, ni están trabajando, ni asisten a clase con regularidad, y están muy lejos de alcanzar lo mínimo de lo mínimo de lo mínimo que debe saber de matemáticas una persona que obtiene el título de Bachillerato Científico. El resultado es clamoroso: sólo aprueban tres de las doce personas que siguen el curso. Estas son las notas de la segunda evaluación: 7, 0, 1, 1, 1, 3, 3, 3, 1, 8, 9, 3. Lo peor es que, a falta de dos meses para el final de curso, puedo afirmar que sólo dos de los nueve suspensos tienen alguna posibilidad de aprobar la materia en junio o en septiembre. Lo mejor es que no voy a sentir remordimiento de conciencia: se trata de suspensos totalmente merecidos por conocimientos, actitud, trabajo, compromiso y cualquier otro item que uno quiera valorar. Esto no quiere decir que la situación sea agradable.

Why me? ¿Por qué yo? ¿Por qué me tengo que sentir responsable de lo que no lo soy? ¿Por qué, una vez explicado el suspenso con pelos y señales, tengo que seguir justificando la decisión bajo la acusación de "no vas a hacer que repita sólo por las matemáticas"? ¿Por qué tengo que ser el malo de la película simplemente por realizar mi trabajo lo más honradamente posible?

Why you? ¿Por qué tu? Eso es lo que deben pensar los alumnos. ¿Por qué nos habrá tocado este tío tan sieso, que insiste en continuar con la explicación hasta que se agota la clase, que insiste en que asistamos siempre con el material, que insiste...? ¡Qué pesado! No se da cuenta de que los jueves por la noche (horario de 21.10 a 22.30) estamos ya muy cansados. Bastante hacemos con quedarnos a sus clases, ¡encima quiere que nos concentremos y prestemos atención! Además, ¿no le he explicado ya cientos de veces que a mí las matemáticas nunca se me han dado bien? ¿Para qué insiste? Y ahora no me quiere aprobar. ¿A él que le cuesta ponerme un cinco? Por su cabezonería voy a perder un año. ¿Por qué nos habrá tenido que tocar este profe?

Why here? Why now? ¿Por qué aquí y ahora? Esa es la gran pregunta. De los nueve alumnos suspensos, siete tienen también suspensas las matemáticas de 1º de Bachillerato. Es decir, que el año pasado tampoco aprobaron Matemáticas (y les daba clase otra profesora) pero eso no fue un impedimento para pasar a 2º de Bachillerato. Realmenete suspender Matemáticas nunca es un impedimento para promocionar de curso o para obtener el título de ESO. Todos estos alumnos han llegado a 2º de Bachillerato Científico sin haber aprobado Matemáticas casi desde primaria. Seguramente empezaron a suspender porque les resultaba complicada la materia. Después entraron en un círculo vicioso del que no han salido a tiempo: ¿para qué me voy a esforzar en aprender y en aprobar una asignatura que me cuesta si no me hace falta para pasar de curso o para obtener el título de ESO? Mejor dedico ese tiempo a estudiar las otras asignaturas (sacando incluso buenas notas) y no a frustrarme innecesariamente.
Ahora, gracias a la aplicación (consciente o inconsciente) de esa estrategia durante años, la dificultad para aprobar Matemáticas se ha convertido en un escollo insalvable para poder obtener el título de Bachillerato (otro tema, que daría para otra entrada, es analizar por qué estos alumnos se han matriculado en el Bachillerato Científico). O no tan insalvable, piensan ellos. Basta con que el profesor de turno se apiade y teclee un milagroso "5" en el acta de evaluación. Sí, esa es la estrategia (repito, consciente o inconsciente): no nos esforcemos, es imposible que lo consigamos. Cuando termine el curso ya se resolverá (favorablemente) el problema de alguna manera. Al fin y al cabo eso es lo que siempre ha ocurrido en el pasado.

Se me ocurren dos posibles soluciones para evitar este tipo de situaciones:
  1. Mantener la coherencia del sistema educativo. Si en etapas anteriores los suspensos no son impedimento para promocionar u obtener el título, ¿por qué ponerse tan tiquismiquis con el Bachillerato? No se puede esperar que unos alumnos educados en que el suspenso no tiene importancia de repente se tengan que preocupar por aprobar "todas". ¿Desde cuando la exigencia académica es un requisito a valorar?
  2. Restaurar la reválida para obtener el título de Bachillerato. En definitiva, que los profesores que enseñamos en Bachillerato no seamos los mismos que "certifiquemos" que los alumnos han alcanzado unos conocimientos mínimos. De esta manera los alumnos nos verían como lo que en realidad somos: una ayuda inestimable para su aprendizaje; y no alguien a quien presionar para que me apruebe o para que me suba la nota (que también existen esas presiones) para mejorar mi expediente.
Evidentemente ninguna de estas soluciones son deseables. Así que supongo que no queda más remedio que seguir lamentándonos:

Why me? Why you? Why here? Why now?
It doesn´t make no sense, no....


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domingo, 11 de marzo de 2012

Un día primaveral

No teníamos planes para la mañana. Amaneció un tiempo primaveral, como durante toda la semana. Decidimos aparcar las tareas pendientes, tanto domésticas como laborales. La ropa será planchada y los exámenes serán corregidos en otro momento. El día era demasiado bonito como para dejarlo escapar.

Ahora empieza la mejor época del año para visitar Córdoba. Son apenas dos meses, puede que algo menos, en los que apetece pasear disfrutando de un sol que todavía no es insoportable. Turistas en nuestra propia ciudad.

Nos sentamos a dar de comer a Héctor en una terraza de la plaza Jerónimo Páez. Es una plaza preciosa, de postal, y sorprendentemente poco transitada por los turistas a pesar de estar situada a pocos metros de la Mezquita y de que allí se encuentra el museo arqueológico.

Parecía que estábamos de viaje en algún país extranjero. La plaza, vacía. Apenas unos pocos turistas extranjeros sentados en las mesas de alrededor. Una calma y una sensación de plenitud que nos hacía sentir como si estuvieramos de vacaciones de verano en alguna bonita ciudad de centroeuropa. La guinda la puso un guitarrista adolescente que se puso a practicar en uno de los bancos de la plaza ("la guitarra" exclamó Héctor cuando lo vio desenfundando el instrumento). Un señor que parecía ser su padre le daba pie canturreando piezas flamencas. Los extranjeros de las mesas quedaron agradecidos por el espectáculo imprevisto. Algunos se acercaron a depositar una propina, pero no había dónde. El guitarrista no estaba allí para ganarse unos cuartos sino por el gusto de practicar en la calle (o por la imposibilidad de practicar en casa).

Teníamos previsto ir a comer a otro sitio, pero estábamos tan a gusto que decidimos quedarnos. Además la plaza era un lugar ideal para que Héctor correteara entre tanto ("caballo", gritaba cada vez que un coche de caballos aparecía por la calle Antonio del Castillo). La comida no fue buena. Tampoco cara. El espectáculo estaba en la calle. No sé cuánto rato estuvimos allí sentados. Dos horas, tal vez. En todo ese tiempo no hicimos otra cosa que observar a nuestro niño, como exploraba el entorno: los árboles, las columnas, los escalones.... Se nos caía la baba. Me acordé de mi madre. Me la imaginé a ella jugando en esa plaza cuando era chica. Quien le hubiera dicho que muchos años después uno de sus nietos haría lo propio.


Nos fuimos felices, sabiendo que siempre recordaríamos ese día.



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miércoles, 7 de marzo de 2012

¿Homenaje o casualidad?

Esta es la foto que ilustraba el estupendo artículo de Muñoz Molina del pasado sábado en la versión digital de El País:


Este es el chiste gráfico que publica hoy Nemesio en el Diario Córdoba:


¿Casualidad? ¿Mensaje subliminal? ¿Homenaje encubierto? ¿Qué razones dio la CIA cuando utilizó una fotografía de Llamazares para realizar el retrato robot de Bin Laden?


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martes, 6 de marzo de 2012

Los martes al sol

Este curso los martes tengo horario de tarde, así que las mañanas las suelo dedicar a ir a nadar y a hacer recados. Los primeros meses del curso iba a una piscina del centro, primero en autobús luego en bicicleta. Era una sensación extraña "estar libre" en horario laboral. Me veía desde fuera: un adulto rondando los cuarenta, evidentemente desocupado en una mañana de trabajo. ¿Un parado más?

Pasear por el centro en una mañana laborable no tiene nada que ver con hacerlo por la tarde o en fin de semana. Me fijaba en los demás viandantes: mucho hombre trajeado yendo de acá para allá, pequeños grupos de trabajadores tomando el desayuno en los bares, señoras de paseo, jóvenes veinteañeros a buen paso, ningún niño ni adolescente. Escrutaba los rostros de las personas intentando adivinar los efectos de la crisis económica. Eran las semanas previas a las elecciones, la prima de riesgo estaba por las nubes y cada día parecía confirmar el hundimiento definitivo. Ese mundo catastrófico de las noticias no se veía reflejado en mis mañanas de martes. Me fijaba en el hombre de negocios que salía de una oficina bancaria, ¿le habrán negado un préstamo? El joven que me adelanta a buen paso no parece estar preocupado por el desempleo juvenil. No podría haber más disparidad entre la realidad mediática, la realidad económica y la realidad aparente de esos paseos.

A principios de año cambié de piscina y, por lo tanto, de rutina. Ahora aprovecho los martes para nadar y para hacer la compra de la semana en el supermercado que hay junto a la piscina. Voy en coche. Se terminaron los paseos discursivos.

Hoy me han sacado de la rutina. Juani, la mujer que viene a casa a cuidar a Héctor, llegó con muy mala cara y mucha tos. No estaba para trabajar, así que tal como vino se fue al médico y a descansar. Nos quedamos Héctor y yo solos con toda la mañana por delante. Recogí la cocina al tiempo que preparé su comida. Lo dejé viendo los dibujos animados mientras me daba una ducha rápida. Luego lo vestí y  me ayudó a hacer la cama. Le encanta acarrear las almohadas de una habitación a otra. No eran las diez de la mañana cuando ya habíamos terminado todas las tareas domésticas imprescindibles. Estuvimos jugando una hora en su habitación hasta que el sol empezó a calentar y salimos a la calle.

Las primeras veces que iba al parque con Héctor me aburría mucho. El niño tampoco parecía disfrutar demasiado con los columpios, ni interactuaba con otros niños. Tal vez era demasiado pequeño y tal vez yo no tuviera demasiada paciencia. Ahora cada vez disfruto más. Hay muchos parques cerca de casa y cada uno tiene sus particularidades. Habitualmente solemos ir a dos o más parques en cada salida, así paseamos. El que más me gusta es uno situado detrás de donde vive mi hermana. Pero hoy no me apetecía ir porque está cerca de mi instituto y algunos alumnos salen a tomar el sol en el recreo. No quería coincidir con ellos.

Tampoco me apetecía ir a los parques que hay detrás de casa. Están demasiado cerca (lo cual suprime el paseo) y a veces sopla un viento desapacible. Así que decidí ir a un parque al que nunca habíamos ido, que no está lejos y del que Juani me había hablado bien.


No había nadie en el parque cuando llegamos. Al poco tiempo se nos unieron una niña con su padre. La niña se llamaba Victoria y parecía ser unos meses mayor que Héctor. El padre podría ser un poco más joven que yo e iba bien vestido. Héctor se lo pasó pipa persiguiendo e imitando a Victoria. Al rato se incorporaron a la estampa otro padre con su hijo. El niño, Carlos, parecía tener tres años. El padre, también bien vestido, tendría treinta y pocos. Me pregunté qué hacían esos hombres jóvenes en una mañana laborable con sus hijos en el parque. ¿Estarían sin empleo? No parecía el caso. Aunque quién sabe. Tal vez tienen un trabajo por turnos y esta mañana libraban. ¿La igualdad de género ha llegado al Parque Figueroa?

La realidad de los martes al sol diverge de la realidad cotidiana. Tiene una cualidad onírica y luminosa, como de serie de televisión bien producida.


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lunes, 5 de marzo de 2012

Accidentes de tren

Durante el curso 1995/1996 estuve viviendo en Swansea, Reino Unido. Este año se conmemora el veinticinco aniversario del Programa Erasmus, gracias al cual pasé aquel año en tierras galesas. En ese tiempo visité Londres, Brighton, Cardiff, Bristol, Edimburgo, Glasgow y Cambridge. Siempre viajé en los autobuses de National Express o en el coche de algún amigo. Era lo más barato.

Hubo una excepción. Cuando mis padres vinieron a visitarme viajamos en tren. Era lo más cómodo para el poco tiempo del que disponíamos. En junio de 1996 hicimos el trayecto Londres-Swansea ida y vuelta. Poco más de un año después, el 19 de septiembre de 1997, el tren que salió de Swansea no llegó a la estación de Paddington. Chocó con un tren de carga vacío a la altura de Southall. De los 212 pasajeros que viajaban, 7 fallecieron y 131 resultaron heridos.


El sábado 7 de marzo de 1998, Johanna y yo estábamos viendo el telediario de las tres mientras comíamos en nuestro apartamento de Málaga. Una noticia nos sobresaltó: un accidente de tren mortal en Finlandia. Los detalles no fueron precisamente tranquilizadores. El accidente se había producido la tarde anterior en Jyvaskyla, cerca de donde vivían los padres de Johanna. Pocos meses antes, en el verano, nosotros mismos habíamos cogido varios trenes en la estación de Jyvaskyla, uno de ellos con destino a Turku. Justamente de esa ciudad procedía el tren siniestrado. De los 500 pasajeros, 11 fallecieron y 39 resultaron heridos.

Recuerdo que tras la comida me tumbé en la cama a leer un rato y echar una pequeña siesta. Johanna se quedó en el salón. Todavía estaba leyendo cuando sonó el móvil (estamos hablando de cuando los móviles todavía eran una rareza, aunque en la tierra de Nokia no tanto). Escuché como Johanna contestaba y entablaba una conversación en finés. Ese fue el momento en que decidí dejar el libro y cerrar los ojos. No recuerdo si llegué a dormir. Al poco entró Johanna en la habitación visiblemente alterada. Sami, su primo, el mismo que la había visitado en su año de erasmus en Córdoba, el mismo que hacía pocos meses nos había dado un paseo en barco por uno de los innumerables lagos que rodean Jyvaskyla, viajaba en ese tren con su novia. Ella era una de las once víctimas mortales. Él estaba herido, aunque no de gravedad.


Recuerdo el verano de 2003 como uno de los más felices de mi vida. Pasé cinco semanas en Polonia gracias a la hospitalidad de Magda y su familia. El viaje en tren desde Bialystok a Sopot es el más memorable que he hecho nunca, el que recuerdo con más cariño. No fue el único trayecto que hice en tren aquel verano: Varsovia, Cracovia, Czestochowa, Malbork, Gdansk... En un momento dado le hice un comentario jocoso a Magda sobre mi historial con los trenes. Cada vez que utilizaba la red ferroviaria de un país europeo a los pocos meses ocurría un accidente mortal en una de las líneas en las que yo había viajado. En esta ocasión han pasado casi nueve años.

Panel de información en la estación de Bialystok:


Estas fotografías fueron tomadas en el tren que realiza el trayecto entre Cracovia y Varsovia:





jueves, 1 de marzo de 2012

Bandazos

Hace poco comentaba aquí las prisas con las que el gobierno del PP parece querer borrar cualquier rastro legislativo del gobierno anterior. La famosa contrarreforma. ¿Pero qué nombre podríamos acuñar cuando es el propio PSOE el que se desmiente a sí mismo y deroga las normativas que aprueba en menos que canta un gallo? Ahora le toca el turno al controvertido Decreto 302 por el que se regula el funcionamiento de las bolsas de interinos de enseñanza. Fue aprobado en el año 2010 y, según anuncian hoy los periódicos y el sindicato, parece tener los días contados. El mismo gobierno que lo aprobó lo piensa derogar apenas veinte meses después. Y encima lo deroga con efectos retroactivos, es decir, eliminando los efectos que el Decreto 302 haya podido causar en su corta vida.

La Consejería de Educación publicó hace cuatro meses (¡cuatro!) este documento en el que aclara las principales dudas sobre el Decreto 302. He aquí un resumen con lo fundamental para entender la polémica:
  • Al existir puestos de trabajo docentes que, provisionalmente, no están ocupados por personal funcionario de carrera se hace necesario recurrir, para garantizar el servicio educativo, al personal funcionario interino. También se necesita este personal para cubrir las bajas de personal funcionario de carrera que se producen a lo largo del curso, bien sea por enfermedad, jubilación, fallecimiento o cualquier otra circunstancia. Por tanto, el personal interino puede ocupar tanto puestos vacantes de la plantilla de funcionamiento de los centros docentes, como realizar sustituciones.
  • Hay que diferenciar entre estar en una bolsa de trabajo y ser profesor funcionario interino. Una persona adquiere la condición de interino cuando firma un contrato con la Administración educativa para prestar servicios en un centro docente. La condición de interino dura exclusivamente el tiempo de vigencia del contrato. La pertenencia a la bolsa de trabajo es un paso previo, ya que la Consejería de  Educación, cuando se produce una vacante, solo realiza contratos de interinidad a las personas que están en alguna bolsa. Por consiguiente, las personas que forman parte de las bolsas de trabajo son aspirantes a ocupar una interinidad.
  • El Decreto dedica ocho artículos (de un total de treinta y seis) a la regulación de la selección del personal funcionario interino. En este sentido, se señala cómo se crean las bolsas de trabajo, cómo se accede a las mismas, tanto de forma ordinaria como extraordinaria, cómo se permanece en ellas y cómo se ordenan las mismas.
  • La forma ordinaria de acceder a una bolsa de trabajo es aprobando alguna de las pruebas de la última oposición convocada. También se puede acceder de forma extraordinaria, mediante una convocatoria  específica. Estas convocatorias las realiza la Consejería de Educación, para garantizar el servicio educativo, únicamente cuando se prevé que la bolsa no cuenta con personal suficiente para atender la demanda y no esté prevista la convocatoria de una nueva oposición para un determinado cuerpo docente o especialidad.
  • Una vez que se ha accedido a una bolsa de trabajo, se continúa en ella hasta que se vuelve a celebrar un nuevo procedimiento selectivo. Celebrado éste, se ha de alcanzar una puntuación de, al menos, cinco puntos según un baremo en el que se tienen en cuenta el número de años de servicio como personal interino en un centro docente público, la calificación obtenida en las pruebas realizadas de la última oposicióny la formación acreditada durante los dos últimos años. Este baremo, que es el mismo por el que luego se ordenan las bolsas (los aspirantes que quedan en las primeras posiciones son los primeros en ser llamados para trabajar) se calcula mediante el siguiente procedimiento:
    • 0, 25 puntos por cada año trabajado (cada mes contaría 0,02 puntos), hasta un máximo de 2,5 puntos.
    • La nota obtenida en la prueba o pruebas realizadas de la última oposición al cuerpo y especialidad que corresponda.
    • 0,10 puntos por cada 30 horas de formación realizada, hasta un máximo de 0,5 puntos. 
  •  Antes de la entrada en vigor del Decreto 302 el único criterio para la ordenación en las bolsas era el tiempo de servicio.
La entrada en vigor del Decreto 302 supuso que profesores interinos con tiempo de servicio se quedaran fuera de las bolsas por no haber alcanzado la puntuación mínima en las oposiciones (que para la mayoría de los profesores con pocos años de experiencia está en torno al 4.5 sobre 10). Hubo protestas, hubo manifestaciones, un pequeño grupo de afectados lleva cinco meses (desde comienzo de curso) encerrados en la Catedral de Sevilla.

Ahora, sin que se sepa muy bien por qué, la Consejería decide (al menos así lo anuncian prensa y sindicatos) dar marcha atrás y derogar el Decreto con efectos retroactivos. ¿Razones? Quién sabe. Otro bandazo más en la política educativa.

Entre cotrarreformas y bandazos, así andamos al menos desde que yo trabajo en la enseñanza. El gobierno de Zapatero fue experto en ambas. Primero aprobó a toda prisa la LOE (2006) para evitar que entrara en vigor la LOCE (2004) en un acto puro y duro de contrarreforma. Cuatro años después, con el señor Gabilondo al frente del ministerio, se intentó establecer un diálogo con el objetivo de aprobar una nueva ley orgánica de educación consensuada. No tuvo éxito. De haberlo tenido habría sido la segunda ley orgánica de educación aprobada por el mismo gobierno en menos de cinco años. Aquí el único criterio que no caduca es la falta constante de criterio.


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