Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

sábado, 30 de julio de 2011

Jazz. Cómo la música puede cambiar tu vida

A Sonia, por su perspicacia.


Podría dedicarle este post a Sonia por haberme regalado el libro sobre el que trata. O por muchas otras razones que las guardo para mí. Pero se lo dedico porque, según iba leyendo el libro, me iba acordando de muchas observaciones y comentarios suyos. Digamos que si habitualmente la lectura de un libro de divulgación es un diálogo entre autor y lector, en este caso ha sido una conversación a tres bandas en mi cabeza.

Azuqueca de Henares, últimos días del curso en el que nos conocimos. Todavía éramos solo amigos y compañeros de trabajo. Mis padres me habían prestado el coche para hacer la mudanza. Un día fui a recoger a Sonia para ir a Carrefour (los que estamos en el ajo sabemos lo divertidas que fueron aquellas excursiones a Carrefour). Cuando se subió al coche y escuchó la música que llevaba puesta, una cinta con interpretaciones de Louis Armstrong (sonaba Go down Moses), afirmó que esa era la música de unos dibujos animados. Anda ya. Que sí, seguro. Esa animada discusión fue el inicio del menage a trois formado por la música jazz, Sonia y yo.

Hablemos del libro. Es una mezcla de varios géneros: autobiografía (cómo empezó Wynton Marsalis a tocar...), divulgación (técnicas de jazz, los grandes maestros...), autoayuda (se avisa desde el título: cómo la música puede cambiar tu vida) y ensayo (el jazz como ejemplo de integración, democracia...). Está escrito como para que lo lea un chaval que no ha leído un libro en su vida. Es decir, lenguaje coloquial con coletillas que se repiten constantemente. No parece que el lenguaje haya sido una preocupación de los escritores. Además está muy mal traducido. A veces, una frase rechina y, los que sabemos algo de inglés, podemos imaginar cuál era la frase en su versión original, y como al traducirla "literalmente" pierde todo sentido. Hay palabros como "absurdidad" que no tienen por donde cogerse. A pesar de todo eso el libro merece la pena. Ojo, merece la pena si apenas sabes nada de jazz. Es una toma de contacto a un nivel extremadamente básico de este tipo de música.

La mayoría de las actividades que requieren de una audiencia participativa disponen de un método para que el novato aprenda a disfrutar más aún de lo que se interpreta o se realiza. Los acontecimientos deportivos disponen de locutores para interpretar la acción. En las salas de ópera se reparten catálogos que resultan muy útiles para comprender el programa. Los museos proporcionan guías auditivas. En jazz, incluso entre los músicos, se aconseja que "toques lo que sientas" (...). Eso y algún que otro consejo críptico que no informa, pero que al menos no te hace sentir fuera de onda (...). Por esa razón, la estética del jazz continúa siendo un misterio para la mayoría de la gente. (17)


A continuación copio algunas citas que me han interesado a modo de resumen del libro. Para Marsalis, tocar jazz es un ejercicio de honestidad personal a la vez que se mantiene una conversación con el resto de músicos. Tan importane es ser sincero con las emociones que intentas expresar como el respeto por los demás y escuchar  lo que tienen que decir:

Cuando toquéis juntos que sea como si estuvieseis hablando entre vosotros. El clarinete tiene que llenar el espacio dejado por la trompeta, y la trompeta tiene que dejarle ese espacio. (15)

El equilibrio adecuado entre el derecho a expresaros y hacer las cosas a vuestro modo, y la responsabilidad que se adquiere frente a los demás cuando se trabaja en grupo por una meta común. Eso fue lo que Danny Barker nos enseñó: a disfrutar tanto de nosotros como de los demás. (18)

A los doce años empecé a escuchar a John Coltrane, Clifford Brown, Miles Davis y Freddie Hubbard. Escuchándolos seriamente me di cuenta de que cada músico abre su propia habitación en el centro de su existencia y expresa ese centralismo mediante la singularidad de su sonido. El sonido de un gran músico es tan distintivo y personal como la voz de una persona. Después de darme cuenta de algo tan básico, me centré en lo que trataban de comunicar a través de la música: la verdad pura, revelada con esa intimidad que muestran los amigos cuando se cuenta un secreto o algo muy íntimo y sensible. Se necesita valor y confianza para compartir esos sentimientos. 26

Ser oído implicaba tener que escuchar al otro. Y hacerlo, además, atentamente. Y para que sonara bien, debíamos confiar los unos en los otros. 34

Los músicos de jazz tienen que escuchar y comunicar. Al no saber lo que van a improvisar los demás músicos, se ven obligados a escuchar. Y, puesto que el acompañamiento es una improvisación, se le exige al solista que comunique de inmediato la lógica de lo que interpreta; de inmediato y lo más completamente posible. 46

Utilizar palabras para comunicar lo que experimentas te hace buscar una unión entre lo que intentas decir (cómo te sientes) y su forma de expresarlo (las palabras que eliges). Incluso hablando resulta difícil expresar lo que sientes. Para un músico, esa unión exige además un enorme sacrificio de tiempo y mucho descaro. Se requiere mucho tiempo para adquirir unas destrezas técnicas de suficiente calidad, y resulta muy engorroso exponer nuestros sentimientos en público. 100

Cuando todos trabajan unidos, la música swinguea, y si no lo hacen, no. Por ese motivo, aunque parezca que todos estamos conjuntados, en realidad lo que estamos haciendo es "intentar" conjuntarnos. Y es precisamente la integridad de ese proceso la que determina la calidad del swing. 223

Cuando se escucha a los grandes músicos, se puede observar el respeto que muestran por las habilidades del otro; al fin y al cabo, salvo en la sección rítmica, los músicos pasan más tiempo escuchando que tocando. 226


Una de las cosas que he aprendido con este libro es a valorar la importancia del batería y de la sección rítmica en general. Atención a la aberración: yo, al batería, casi ni lo consideraba músico. Me parecía que cualquiera podía aporrear los tambores y los platillos. Era más un ejercicio gimnástico que musical. De ahí que muchos baterías presuman de biceps. El hecho de que Muñoz Molina hubiera glosado el buen hacer de algunos baterías en varias entradas de su diario (como estaesta otra) debería haberme hecho reflexionar, pero lo achaqué a una extremada sensibilidad. Desde aquí pido perdón a Ringo Starr y al resto del gremio. En los conciertos de este verano he prestado atención y he empezado a disfrutar de su trabajo:

La sección rítmica es una invención puramente del jazz: tres instrumentos (en ocasiones, cuatro) cuyo único trabajo es hacer que la música se sienta bien.
La sección rítmica debe tener unos reflejos excelentes porque tiene que improvisar y crear un acompañamiento para alguien que está improvisando constantemente. Es como saber por adelantado lo que una persona va a decir y encontrar la respuesta adecuada a "lo que dice". 58

Los baterías son los verdaderos directores de las bandas de jazz, pues son ellos los que controlan la dinámica, el ritmo y el sentimiento. 60

Cuando todo va bien, la sección rítmica es como un trampolín rígido, pero lo suficientemente flexible como para permitir que todo el mundo salte y se divierta. Si es demasiado rígido o demasiado blanducho, entonces no sirve. 40


A veces, escuchando jazz, pudiera parecer que la melodía es tan sinuosa e imprevisible que escapa a cualquier imperativo rítmico o temporal. Por eso me ha sorprendido comprobar la importancia que da Marsalis a la sección rítmica y a la constricción temporal. El músico se ve impelido a improvisar su interpretación manteniendo un equilibrio entre su libertad personal y una serie de restricciones no escritas como la coherencia de la pieza, el sentido que le están dando sus acompañantes y el tiempo limitado del que dispone. De esa tensión surge el verdadero swing:

Los músicos de jazz improvisan bajo la presión del tiempo, por eso lo brota de ellos surge con tanta pureza. 27

A veces la música popular está cargada de nostalgia. El recuerdo de ciertas emociones proporciona significado a esas canciones. "¿Te acuerdas de ésta, cariño? Fue la canción de nuestro primer baile". Sin embargo el jazz tiene el poder del presente. No hay nada escrito, es como una conversación. Son los músicos los que te proporcionan esa emoción. 28

En el jazz es el arte de la oportunidad, pues te enseña el "cuándo". Cuándo empezar, cuándo esperar, cuándo subir, cuándo tomarte tu tiempo. 38

Tocar... puede llegar a ser más divertido que el sexo, y lo digo seriamente. Si tocas con gente que realmente sabe tocar, no quieres parar. Por eso hay tantos solos largos y tristes. Es algo catártico, reconfortante. Es una comunicación directa y espontánea que estableces con otras personas y ellas contigo. Eres libre de decir lo que quieras, al igual que ellos. (...)
Es parecido a cuando se habla, sólo que en la música el tiempo está definido y te ves obligado a expresar las ideas dentro del marco del tiempo. Es como un reto atlético. Intentas alcanzar una meta, pero tienes que mantenerte dentro de unos límites y, además, existe una serie de obtáculos que salvar, por eso te escurres, te agazapas y haces movimientos espectaculares para llegar a la meta antes de que el tiempo se agote. Pero el tiempo corre y es justo lo que te presiona.
Además de ese aspecto atlético -tocar, hacerlo de forma rítmica y salvando los obtáculos armónicos justo en el momento oportuno-, existe la maduración emocional y espiritual de la idea. Cuando por fin llegas a esa idea, vives un momento sublime que resulta casi indescriptible. Te dejas arrastrar por una nota, o por una serie de notas, y entonces sientes algo inaudito. No hay nada parecido a esa experiencia. Además, alguien la escucha contigo, y él o ella también ha desarrollado la idea, a su manera, y os unís en el tiempo. Entonces ya no te apetece tocar rápido, sino mantener esa nota, ese sonido, esa idea, ese momento. 115


Sobre los solos y su evolución en el jazz:

Los mejores músicos añadían porciones de melodías familiares a sus solos para ofrecer a los oyentes algo a lo que aferrarse. Eso hacía que seguir un solo fuese algo parecido a escuchar una lengua extranjera que se comprende en parte. Hay tres o cuatro frases que puedes identificar, pero hay otras muchas palabras que sencillamente brotan sin cesar. Entonces el desaliento vence a la excitación del principio, pero te mantienes firme porque sabes que aquellas personas están comunicando ideas precisas. 47

El solo proporcionó a muchos músicos la oportunidad de imprimir sus ideas creativas en la historia de la música. El intérprete era también el compositor; la grabación y no la partitura fue la que se convirtió en el documento definitivo. 48

En los años 50 el orden de los solos evolucionó. Por regla general, el líder, pongamos por ejemplo al saxofonista Charlie Parker, era el primero que interpretaba un solo, seguido del segundo trompetista o de los que hubiera, luego del pianista y, después, si Dios quería, en lugar de interpretar un solo de batería, los solistas intercambiaban frases con el batería del grupo. A eso se le llama "trading".
Posteriormente, el contrabandista empezó a interpretar su solo después del piano. En consecuencia, las canciones no tardaron en perder su configuración y su lógica, convirtiéndose en un medio para que todo el mundo interpretara sus solos. No hay duda de que en muchas ocasiones el público termina por aburrirse.
El fracaso de este estilo basado en los solos nos enseña que, a veces, no es bueno que todo el mundo tenga algo que decir en una canción. 65


La melodía la tenía clara, el ritmo he aprendido a valorarlo, pero la armonía. ¿Cómo valorar la armonía de una interpretación? Me quedo con las ganas porque el propio Marsalis renuncia a intentar explicarlo:

Explicar cómo se baila es mucho más difícil que bailar. La armonía es casi imposible de explicar. 72


Wynton Marsalis certifica (palabra de profeta) que el blues es la auténtica raíz de la música americana, por encima incluso que el jazz. Le falta por decir que el blues es América. Dedica un capítulo del libro no al blues en sí, sino a su importancia representativa:

En el blues hay diferentes estratos de significado. La letra de la canción dice una cosa, la forma en que se dice puede referirse a otra, y la música siempre añade algo muy distinto. Por muy penosas que sean las letras de los blues, la música siempre es inspiradora, y la inspiración lleva al baile, y el baile a la alegría. Dizzy Gillespie supo expresarlo mucho más acertadamente cuando dijo: "Bailar jamás hizo llorar a nadie". 78

La música de John Philip Sousa es conmovedora, de gran importancia en el ámbito nacional. Sin embargo es una visión trascendente de la grandeza americana: somos chicos buenos de pies a cabeza. Sin embargo, el blues dice que no siempre somos tan buenos como decimos. Ni tan malos. Sencillamente somos. 83

Ese irrefutable optimismo es lo que hace que el blues sea tan americano. El triunfo es nuestro forte. 83

La razón de que se oyese más blues en Nueva Orleans que en otros lugares es que los turistas acudían a nuestra ciudad para escuchar música "pasada de moda", además de que muchos de los viejos músicos se aferraban a sus herencias. Sin embargo, continuábamos siendo americanos: valorábamos las cosas según el dinero que obteníamos por ellas, y la verdad es que, a los catorce años, cuando tocaba en una banda de funk, sacaba más dinero por noche que cualquier músico de jazz o de blues en los clubes. Por tanto, jamás pensamos en la importancia estética del blues, ni de cualquier otro estilo de música que no tuviera frutos monetarios. 85

Cuanto más lento se toca el blues, más difícil resulta de imitar y más obligado te ves a encontrar tu propio grito, tu propia voz interior. Por eso resulta tan fácil identificar a un músico de blues. Cualquier oyente puede captar la diferencia entre dos artistas por la forma que tiene cada uno de tocar.
(...)
Una noche acompañé a Sweets Edison mientras interpretaba un blues lento.
Tío -me dijo cuando terminé-, has tocado más notas que yo en toda mi carrera.
Lo dijo en un tono que implicaba que, además, no había dicho nada. 94-95


El Jazz como sinónimo de democracia e integración:

Nuestra actual carencia de respeto por el swing es muy parecida a la carencia de respeto que existe por la democracia. Es necesario mantener el equilibrio para conservar algo tan delicado como la democracia, además de un sutil conocimiento de cómo se puede magnificar nuestro potencial uniéndolo y compartiéndolo con el de otras personas. Cuando eso no se comprende, entonces todo termina en una batalla para ver quién es el más fuerte, el que más chilla y el que más acapara la atención.
El fuerte es libre de explotar al débil.
Algo parecido sucedió con el swing. Los baterías se dedicaron alegremente a acallar a los contrabajistas, quienes, como respuesta, recurrieron a los amplificadores. Los pianistas empezaron a tocar ritmos desparejos para combatir al bombo. El guitarra rítmico recogió sus cosas y se fue a su casa. Los instrumentos de viento se volvieron locos y terminaron interpretando solos toda la noche. El resultado fue el desequilibrio, la libertad de expresión sin límite y sin miramiento por los demás. Aunque muchos hayan aceptado ese enfoque que nada tiene que ver con el swing, estoy seguro de que llegará un día en que los músicos evaluarán los daños y veremos cómo las cosas vuelven a su cauce. 68

El proceso por el que muchos se convierten en uno solo en el escenario es muy parecido al proceso llevado a cabo por los inmigrantes nigerianos y coreanos para convertirse en americanos. El proceso del swinging -es decir, de coordinación constante con cosas que están cambiando siempre- es un aspecto moderno de la sociedad libre, aunque, por encima de todo, es una "elección". 134

Algunas reflexiones interesantes sobre la segregación racial y su repercusión no tanto en la música como en su valoración y difusión:

Muchos de los amigos no afroamericanos que tengo querrían saber por qué los negros americanos no secundamos el blues, el jazz, ni nada de calidad que pertenezca a nuestra cultura. La razón no estriba en que no nos guste; de hecho, nos encanta, pero no lo sabemos. La conclusión colectiva a la que llegamos después del Movimiento por los Derechos Civiles -esa "inconsciente" conclusión colectiva- nos impidió distinguir entre la cáscara y el grano, y dejamos que el blues siguiera el mismo camino que las ligas de negros. Sin embargo, no supimos darnos cuenta de que el blues era la mayor liga de todas. 89

Fue así desde los inicios. Puesto que el conocimiento, la inteligencia y el sentimiento humano del jazz demostraron tan claramente lo absurdo que era el tratamiento que se le daba al hombre negro, surgió una presión intelectual inmediata cuyo único propósito fue denigrarlo. Y lo hicieron de muchas formas. Una de ellas fue ignorarlo: el jazz fue creado por los negros; los negros eran seres inferiores; por tanto no merecía la pena prestar atención a ese estilo de música. Otra forma fue convertirlo en una trivialidad, asociándolo en la televisión con los dibujos animados o el sexo; el jazz sólo servía de música de fondo para programas infantiles o las "escenas de cama", una extraña combinación que se estrechó aún más en la era del video. De esa forma se aseguraron de que no se enseñaría jamás en las instituciones gubernamentales, y hasta el Movimiento por los Derechos Civiles, te podrían expulsar de la escuela, incluso de las afroamericanas, por tocar jazz en la clase de música. (...)
También se han cometido otros atropellos no tan obvios pero cruelmente humorísticos, como llamar a la música de Nueva Orleans música "dixieland", identificándola así con el himno de guerra de los confederados: "Tú canta acerca de la libertad, pero nosotros rendiremos homenaje a tu esclavitud". (...)
Los ataques más insidiosos proceden de aquellos que se consideran sus amigos. Los que se las dan de entendidos aseguran que el jazz surgió de un sentimiento espontáneo. Cualquiera puede interpretarlo, escribió Allen Ginsberg: "Coja una trompeta y sople". Si ése fuera el caso, el jazz habría evolucionado al azar y no tendría ningún objetivo estético, salvo la libertad.
El equivalente moderno de la filosofía beatnik es el engreimiento contemporáneo al que le encanta "todo tipo" de música. Normalmente aduce: "Me gusta todo. ¿Qué es el jazz, al fin y al cabo? Que sea jazz o no, no tiene la menor importancia". Para esos sabiondos, la música carece de significado. Y si lo tiene, no puede enseñarse. La filosofía de la no definición, del no significado ataca de tal manera el sistema nervioso central de la educación que no requiere de más medidas para impedir que las futuras generaciones lo toquen, lo disfruten y se alimenten de este estilo de música. 131-133

Cuando empecé a introducirme más seriamente en el mundo de la música, me di cuenta de que esa rabia (por la discriminación racial) te proporciona cierto poder. Es como un combustible, pero un combustible caro, porque se quema muy rápido y destruye todo lo que hay a tu alrededor. Y si no te libras de él cuando te haces mayor, termina por quemarte a ti también. 146

Esta demostración de los perjuicios que causan los prejuicios (incluidos los prejuicios contra uno mismo) me la quedo para mis clases:
En la NBA, los jugadores europeos están jugando mejor que los blancos americanos. ¿Se debe a que su piel no es tan blanca o a que la superioridad innata de los jugadores negros no forma parte de su educación? 135


Sobre Louis Armstrong:

Sabía que la pobreza no es siempre el elemento que define la identidad de la gente pobre. 159

El sonido de Louis Armstrong tiene un poder curativo. Entraña sabiduría y perdón. 162


Sobre Miles Davis y como se "vendió" a la música más comercial hacial el final de su carrera:

Cualquier músico de jazz snob cree que puede tocar música pop porque, al fin y al cabo, se basa simplemente en un compás y dos acordes, pero la cosa no es tan sencilla. Los Beatles saben hacerlo y su sonido es honesto porque ellos lo son. Sin embargo, cuando un músico más sofisticado intenta hacer lo mismo, suena a falso. 183


He dejado para el final las citas referidas a su incansable labor como profeta del auténtico jazz

En la actualidad, los músicos de jazz se enfrentan a una serie de problemas adicionales. Lo peor de todo es que, en esta época, no hay muchas personas que se preocupen o se interesen por el jazz o por si alguien sabe interpretarlo. No les preocupa porque la mayor parte de la música -a excepción de la música clásica- que han escuchado es interpretada por personas que son simples aficionados, no verdaderos músicos; es posible que tengan carisma, pero no saben tocar. Los verdaderos músicos de jazz podían hacer a los catorce años lo que hacen los músicos más vendidos de hoy en día. Diciendo esto no pretendo criticar, sino constatar un hecho. 111

Cuando escuchar supone bajar hasta un nivel en que la audiencia sólo reconoce cancioncillas cuya letra resulta fácil de memorizar o que les recuerdan algún momento nostálgico, entonces se ha perdido la dinámica de la comunicación. 111

En la actualidad, los músicos de jazz deben poseer una extraordinaria integridad personal, ya que se les exige menos profesionalidad, maestría musical, sofisticación y sentimiento. Tocar una lengua cada vez más confusa puede ser divertido, pero acaba con la comunicación y resulta muy parecido a esos párrafos que aparecen en griego antiguo y sin traducir en el libro que tenemos entre manos. En jazz, los músicos más sofisticados deben considerar un desafío intentar comunicarse con un oyente inexperto.
Es un error mostrarse "tan arrogante", ya que, cuando se pierde el deseo de comunicarse con una audiencia que jamás ha escuchado nuestra música, se empieza a perder también esa humildad necesaria para desarrollarse artísticamente. 112

Se le denomina festival de jazz, pero la mayoría de los grupos que van a actuar no tocan jazz, sino funk, salsa e interminables improvisaciones con la tabla, aunque también habrá algo de esa música que el festival se supone que debe fomentar: la música jazz. 121

Cuando tenía veinte años concedí una entrevista y dije todo tipo de barbaridades sobre las personas que se vendían y la ignorancia de los compositores de jazz, y afirmé que nadie valía la pena salvo -por implicación- yo. Mucha gente se sintió ofendida. 191





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miércoles, 27 de julio de 2011

She´s still so inusual



En el año 1984 Cindy Lauper triunfaba a lo grande con su album She´s so inusual. Yo no me enteré. De hecho atravesé la década de los 80 sin saber de su existencia. Y tiene mérito, porque estamos hablando de uno de los iconos de la época, hasta el punto de llegar a ser parodiada por Muchachada Nui (La Mancha, esa cantera inagotable de humoristas):




La primera vez que reparé en Cindy Lauper fue en el concierto homenaje a John Lennon que se organizó para conmemorar el cincuenta aniversario de su nacimiento (aunque implícitamente lo que se estaba celebrando allí era el décimo aniversario de su muerte). Lo retransmitieron por la segunda cadena en las navidades del año 90 y lo grabé en vídeo. He conservado esa cinta durante veinte años y la he visionado incontables veces (la última, con Sonia). Finalmente la tiré cuando nos mudamos hace un año. No tenemos vídeo y no quiero guardar cachivaches inservibles. Pero gracias a esa cueva de Alí Babá que es internet, puedo recuperar la actuación de Cindy Lauper en ese concierto. Me llamó la atención esa cantante tan blanca que no se sabía la letra de la canción. Aún así la versión que hizo de Working class hero es más que aceptable. Es lo que suena hoy:



Unos años más tarde, aún sin haberme aprendido todavía su nombre, Cindy Lauper formó parte de la banda sonora del curso que pasé en Swansea. Todos los jueves íbamos a Central Park. En la puerta de la discoteca, un cartel con la caricatura de Margaret Thatcher anunciaba que era la noche de los ochenta. Nigún jueves faltaron The Jam, George Michael o Cindy Lauper.
A la vuelta de las vacaciones de Semana Santa, una amiga se trajo una cinta de la banda sonora de Los amigos de Peter. Me hice una copia que casi gasté de tanto ponerla en el último trimestre. Hasta hace poco, cada vez que escuchaba Girls just want to have fun, me venían imágenes de Swansea a la cabeza.

La tercera vez que se cruzó Cindy Lauper en mi vida fue también en un concierto homenaje, en el Mandela Day que comenté el otro día. De todos los artistas de renombre que actuaron esa noche, había dos que entusiasmaban a Sonia y yo no tenía registrados: Alicia Keys y Cindy Lauper. Así fue como, dos décadas después de haberla visto en el concierto homenaje a John Lennon, llegé a aprender y recordar su nombre. Time after time en el Radio City Music Hall:



Nunca pensé que volvería a ver a Cindy Lauper en directo y menos aún que vendría a Cartagena. El cartel de La Mar de Músicas de este año ha sido buenísimo. A priori, el concierto que más me apetecía era el del pasado viernes 22: Mavis Staples y Cindy Lauper. Cada una por separado merece el pago de la entrada, juntas en un mismo ticket son la promesa de una noche memorable. Y así fue. Superando las mejores expectativas. En este vídeo del concierto no se aprecia la energía que supo transmitir la artista. Let´s make some noise:



En algunas reseñas que he leido sobre los conciertos que ha dado Cindy Lauper en España la clasifican como cantante de los 80. Al menos para mí no es así. Yo la he descubierto treinta años después de que arrasara con su primer disco en solitario. Y después de llevar varias semanas escuchando su último disco y de verla actuar en directo, puedo afirmar que she is still so inusual.

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martes, 26 de julio de 2011

Caribe

Esta mañana, por primera vez este verano, la playa estaba caribe. Ni una ligera brisa para hacer ondear la bandera verde. El agua, cristalina y fresca, sin olas ni corrientes que enturbien el fondo. Por fin podemos darnos un baño prolongado y relajado. ¡PLOF!


¡Un mújol! Ha saltado justo detrás de tu cabeza. Era grandísimo, dice Sonia al tiempo que separa las manos unos 40 centímetros para indicar el tamaño del pez.

¿Qué es un mújol?, pregunto un poco mosca. La foto está ahí arriba. Mientras Sonia me lo explica, unos chavales que andaban cerca de nosotros con unas redes celebran una captura. ¿Habrán pescado el mújol?
Sacan la red y desde mi posición me parece que el bicho (aún no me había quedado con el nombre) tiene forma de cangrejo.

¡Ten cuidado que muerde y te pega la rabia!, le advierte un chaval al otro. ¿Un cangrejo que muerde? ¿la rabia? ¿pero qué demonios es un mújol? Me acerco intrigado y lo que veo atrapado en la red es un pequeño murciélago negro como el carbón.

El chaval sale del agua y deposita el murciélago sobre una roca que hay al fondo de la playa, junto a la tapia de un chalet de primera línea. Al poco tiempo ya no está.




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27 años

Con el fallecimiento de Amy Winehouse me entero de la existencia de la maldición de los 27. En términos estadísticos diríamos que 27 años es la moda, la edad a la que con mayor frecuencia suelen fallecer músicos carismáticos en llamativas circunstancias (su juventud es sin duda la más llamativa de todas). Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Kurt Cobain y, ahora también, Amy Winehouse.

Casualmente, 27 años es una edad que he tenido como referente vital desde la adolescencia, desde el 3 de diciembre de 1989, el día en que Fernando Martín se mató en un coche. A los 27 años.

Ninguna muerte de un personaje público me ha impactado tanto. Ni de lejos. Recuerdo perfectamente el momento en que me preguntó mi padre: ¿no te has enterado? Yo iba hacia la cocina a merendar algo. En la mesa estaba el radiocasete gris dando un programa de deportes. Era domingo por la tarde y al día siguiente tenía examen de Física y Química. Como era costumbre había dejado todo el estudio para última hora y a la angustia del domingo se le sumaba la angustia del examen.

Me viene todo a la cabeza: el piso de Ollerías, los abuelos en la salita, las imágenes del telediario. Me acosté escuchando el programa de José María García hasta las tantas. A las 7.30 de la mañana siguiente, cuando pasaba a recogernos el autobús que nos llevaba a la Universidad Laboral, no había otro tema de conversación. Me dolió que la gente hiciera chistes: ya está cerca de las estrellas (en referencia al mítico programa de Trecet). Recuerdo llegar a la clase, al fondo del pasillo, todavía de noche a esas horas, y encontrar a Isidro gastando una broma. Me enseñó su carpeta. La había forrado con una caricatura de Fernando Martín dibujada por Andrés Jiménez, alias Jimix. Por recordar, recuerdo hasta la nota que saqué en el examen de formulación: un 8.5. Me pareció milagroso con lo poco que había estudiado.

Durante años guardé los recortes del Marca de los días siguientes. Unos meses antes había empezado a guardar recortes de prensa deportiva, especialmente noticias de baloncesto y de ciclismo. Tenía recortada la previa del segundo partido de play-offs de la final de la liga de la temporada anterior: Fernando Martín, baja crucial. También guardé durante años la cinta de video en la que grabé el reportaje que emitió Informe Semanal. Con las primeras imágenes sonaba una canción que tardé años en identificar. Es la que está sonando ahora. Runaway de Del Shannon

27 años y una vida completada. Desde mi perspectiva de adolescente, 27 años parecían dar para mucho. Para triunfar en el baloncesto europeo, para ir a la NBA y para regresar un poco como de vuelta de todo. Luego fui cumpliendo años y me parecía que mi vida no terminaba de arrancar cuando la de Fernando Martín estaba casi por finalizar. Cuando cumplí 27, recién había dejado un trabajo que no me llenaba, me estaba divorciando y el porvenir era tan incierto como el presente. El tiempo transcurría cada vez más deprisa pero mi vida se desarrollaba a cámara lenta. En fin.

Seguí cumpliendo años y esa referencia cronológica quedó atrás hasta que la muerte de Amy Winehouse ha venido a recordármela. Caigo en la cuenta de que pronto voy a cumplir diez años más de los que tenía Fernando Martín cuando murió. Y me entra una sensación rara, como si hubiese vivido varias vidas. Seguramente es así. El final cambia la historia.





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domingo, 24 de julio de 2011

Deudas, dimes y diretes

Hablo por teléfono con un amigo al que no veo desde hace tiempo. Nos ponemos al día, nos contamos los planes para el verano, renovamos las intenciones de vernos algún día. Lo habitual. Cuando parece que la conversación se acerca a su fin, tras recordarnos el uno al otro que estamos invitados cuando queramos (cuando queramos recorrer los setecientos kilómetros que nos separan), mi amigo me pregunta: ¿Te has enterado de las noticias?

Se refiere a las noticias sobre la deuda y el estado de la tesorería de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha. Desde que el PP ganó las pasadas elecciones en esta comunidad, no hay día en el que no se produzca un cruce de declaraciones entre los responsables del antiguo y del nuevo gobierno. Antes del traspaso de poderes, el PP declaró que, según las noticias que le estaban llegando, la Junta no disponía de dinero para pagar las nóminas de los funcionarios a partir del mes de julio. El PSOE tachó las declaraciones de falsas y electoralistas. Dos meses después, ahí siguen con sus dimes y diretes. Lo último es un informe presentado por el gobierno de Cospedal, según el cual la deuda asciende a 2600 millones de euros, frente a los 700 millones admitidos en el último informe del gobierno de Barreda. El PSOE acusa de falta de rigor en el informe, de falta de patriotismo, de asustar a los mercados, etc.
El típico debate político español, que de tan repetido parece una mala ficción. Adivinas la réplica, la contraréplica, el insulto para el adversario y el chiste para la parroquia.

¿Y la prensa? El diario El País se limita a recoger las declaraciones de unos y otros, barriendo para casa en sus análisis, pero sin mojarse. Vale, vamos a suponer que Cospedal es el demonio (antipatriota, electoralista, "oposición a la oposición", etc) y que Barreda es un santo. Las intenciones y la buena fe de Cospedal y Barreda en este momento me parecen algo secundario. Lo que de verdad me importa, lo que me gustaría saber y El País no parece hacer nada por constatar (menciono este periódico porque es el único que leo a diario, es posible que algún otro periódico esté haciendo bien su trabajo en este asunto, aunque lo dudo), es cuál es la situación real de Castilla La Mancha.

Mi amigo me suministró una dosis de realidad. Su instituto (de tamaño medio-grande) sólo dispone de seiscientos euros en el banco. Debe el gasoil de la calefacción del pasado invierno. La secretaria del instituto, que es la responsable de la tesorería y la administración ordinaria, se las ve y se las desea para dar larga a los acreedores. La Junta todavía no les ha ingresado la partida para gastos ordinarios del curso 2009-2010.

Me quedo sorprendido. Se lo comento a Nani y Luis Pablo y me confirman que en su instituto, situado en otra provincia de Castilla La Mancha, la situación es la misma. Sin dinero en el banco y sin que la Junta haya ingresado la partida para gastos del curso anterior. Nani propone cambiar de tema. La angustia que siente ante los posibles retrasos en las nóminas es real. No se trata de una mala ficción.


Hoy suena Adriana Calcanhotto:



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miércoles, 20 de julio de 2011

Las metamorfosis de Tony Judt

Prisionero en su propio cuerpo. Enero de 2010. Con ese titular El País inauguraba, en la sección Domingo, una serie semanal de cuatro textos autobiográficos. El autor, desconocido por mí hasta ese momento, era Tony Judt, y el primer texto, titulado Noche, tan impactante como el titular que lo acompañaba.
Ese primer artículo tuvo bastante repercusión y no fueron pocos los que, como Rosa Montero, se hicieron eco. Las reacciones parecían circunscribirse a otro ejemplo de admirable superación personal y de temple ante el drama de una enfermedad terrible. Tony Judt, el enfermo heroico.

Ya tenía olvidado a Judt cuando, en la primera semana de abril, Muñoz Molina publicó en Babelia Un elogio de la socialdemocracia. En ese artículo afirma que Tony Judt ha escrito algunos de los mejores libros de historia y de pensamiento político de los últimos años. Y, pese a su precario estado de salud, acaba de publicar un libro que es un valeroso manifiesto: una declaración de principios progresistas, una vindicación de la legitimidad de lo público y de lo universal como valores de la izquierda en una época en la que sólo lo privado y lo particular parece respetable, o peor aún, eficiente y moderno. El libro se titula Ill Fares the Land y tiene poco más de doscientas páginas. Tony Judt, el incansable socialdemócrata.



En agosto de 2010 fallece Tony Judt. Un mes después la editorial Taurus publica el librito que glosaba Muñoz Molina traducido como Algo va mal. Desde ese momento la fama de Tony Judt no deja de crecer. Su enfermedad es una mera nota a pie de página. Lo relevante es lo pertinente de su análisis sobre la situación de crisis económica y social que sufre Europa. Tony Judt es la marca de calidad progresista que denota que uno está en la onda, que sabe de lo que habla. Así, en esta columna, David Trueba, para criticar el panfleto de Hessel, dice que carece de la relevancia necesaria. No tiene ni la profusión de datos ni el análisis de un Tony Judt, por ejemplo. Tony Judt, el referente progresista por antonomasia.

De esta guisa me lo encontré en el blog de Muñoz Molina. Aparte del anfitrión, numerosos comentaristas, en distintas entradas, alababan unánimemente al autor. Luciano: El mundo es un poco más pobre desde que Tony Judt ha muerto. Manuel Couceiro: Yo fundaría uno (un partido político) que tuviera a Tony Judt como inspiración, sin duda… o mejor, con todas las dudas, que no lo tengo muy claro ;-)
Vane, no tengas dudas en leerte “Algo va mal”, y luego si te gusta tienes “Sobre el olvidado siglo XX” y ya si tienes mucha hambre, “Posguerra”, no te decepcionará ninguno de ellos.

No quedaba más remedio que ponerse al día. El primer libro que empecé a leer después de meses de ayuno lector fue Algo va mal. Es un libro ameno, de eso no hay duda. Se lee con facilidad. Pasan las páginas y espero el momento de entrar en materia. El momento no llega nunca. Gran decepción: el libro tiene menos chicha que la mayoría de los comentarios que ha provocado. Tony Judt, el bestseller insustancial.

La tesis de Algo va mal está perfectamente resumida en Un elogio de la socialdemocracia. Es una tesis de la que muchos estamos convencidos de antemano, ¿pero dónde están los argumentos? ¿dónde los datos? ¿dónde el valioso análisis que ha merecido tantos honores? Yo no los encuentro por ningún lado. En muchas ocasiones la falta de rigor es compensada por un guiño ideológico o apelando al criterio de autoridad (palabra de Tony Judt). Principales defectos que encuentro en el libro:
  1. Falta de rigor. A lo largo del libro se suceden las afirmaciones gratuitas. Afirmaciones con las que estoy de acuerdo en muchos casos, pero no deja de sorprenderme que el autor no cosidere necesario sustentarlas con datos o argumentaciones. O que al menos exponga alguna fuente a la que el lector interesado pueda acudir para profundizar en el asunto. Ejemplo: Un niño de un distrito desfavorecido tiene más probabilidades de abandonar sus estudios en la enseñanza media que si sus padres tienen una renta media segura y viven en una región próspera del país. Vale. Cuéntame algo nuevo.
  2. Argumentos poco concretos. Cuando el autor se decide a argumentar su postura lo hace de manera general, con trazo grueso. Todos somos hijos de los griegos. De forma intutitiva comprendemos la necesidad de un sentido de dirección moral. Este tipo de argumentos sirven para justificar una cosa y su contraria.
  3. Ofuscamiento pesimista. A veces, Judt se ofusca tanto intentando demostrar los perjuicios que causa el mercantilismo dominante, que obvia sus mejores posibilidades. Veamos un caso: en el apartado titulado El déficit democrático el autor se lamenta de la pérdida de los símbolos identitarios que fomentan el sentimiento comunitario: los cupones que había que sellar en Correos, los taxis negros en Londres, los uniformes de los colegios, la liga de fútbol, etc. Desde sus primeros años hasta la década de 1970 la liga de fútbol fue siempre una entidad única: "meritocrática" en el sentido de que los equipos ascendían o descendían en sus respectivas divisiones de acuerdo con sus resultados. Los futbolistas, reclutados localmente, llevaban los colores de su equipo. La publicida se limitaba a las vallas colocadas alrededor del campo; la idea de que los propios jugadores llevaran publicidad simplemente no se le había ocurrido a nadie: la cacofonía resultante de color y texto habría restado unidad visual al equipo. [este párrafo está trufado de afirmaciones gratuitas y poco rigurosas. ¿Las ligas ya no son entidades únicas y meritocráticas? ¿Cuándo se cerraron que yo no me enteré? ¿no se estará confundiendo con la NBA y otras ligas americanas? ¿La cacofonía resultante resta unidad visual al equipo?] (...) En toda Europa las ligas de fútbol se han convertido en superligas millonarias para un reducido grupo de clubes privilegiados, mientras que los demás se quedan muy atrás, atascados en su pobreza e irrelevancia. La idea de espacio "nacional" ha sido sustituida por la competición internacional suscrita por efímeros magnates extranjeros, que resarcen sus arcas gracias a la explotación comercial de jugadores reclutados muy lejos y que no suelen permanecer mucho tiempo en el mismo sitio. Si el fútbol, según Judt, sirvió para fomentar la identidad local y nacional, ¿qué tiene de malo que ahora sirva para fomentar la identidad europea? Judt, como en otras ocasiones, no se fija en la posible consecuencia positiva (fomento de un sentimiento comunitario europeo) sino en la negativa (destrucción del sentimiento comunitario local). Sobre esta misma realidad es muchísimo más interesante el análisis que hizo Alfredo Relaño en su editorial del diario AS. Por no decir que el mejor equipo de fútbol europeo de la actualidad, el F.C. Barcelona, desmiente una por una todas las afirmaciones de Judt: club propiedad de los socios, jugadores reclutados localmente, proveedor de identidad local y global, publicidad (UNESCO) que en lugar de cacofonía discordante produce empatía por los colores y valores comunitarios globales, etc.
  4. Anglocentrismo. El libro está escrito para lectores estadounidenses y, en menor medida, británicos. Casi todos los argumentos parten de la realidad de esos dos países. En ese sentido, el lector español se encuentra desubicado. Hay algunas menciones a Europa, pero en esos casos se refiere a los países escandinavos, a Francia o a Alemania. El "olvidado siglo xx" de la península Ibérica tiene demasiados hechos diferenciales con respecto a esos países como para que los argumentos de Judt sean pertinentes aquí. Por seguir con el ejemplo futbolero, habla de Ligas Europeas cuando seguramente la realidad que diagnostica es la de la Premier League británica.
  5. Si nos contamos historias nostálgicas, nunca abordaremos los problemas que afrontamos en el presente. Lástima que Judt no haga caso a su acertado consejo. Es lo que le ocurre en el apartado Los ferrocarriles: estudio de un caso.
    Este tema siempre me ha interesado. En la carrera había una asignatura, Monografía, que consistía en hacer un trabajo monográfico sobre un tema elegido por el alumno. El mío fue: Empresas públicas. Ventajas e inconvenientes de las privatizaciones. Un año después, en Swansea (Reino Unido), tuve que hacer un assignment sobre la inminente privatización del ferrocarril en ese país. Nunca comprendí las ventajas de privatizar el ferrocarril o el suministro de agua potable.
    Sentía curiosidad e interés por conocer qué tenía que decir un experto como Tony Judt sobre el asunto. Y esto es lo que encontré: datos, ninguno; argumentos, viejos y conocidos (aunque no por eso menos válidos); nostalgia, a raudales. A Tony Judt le encantan los trenes y las estaciones ferroviarias, como explicó en este artículo. Es la nostalgia y el amor a los trenes lo que le hace escribir cosas como estas:
    Los ferrocarriles siguen siendo el atributo natural de la aparición de la sociedad civil.
    (...)
    Los coches (como los aviones) fueron "nuevos" en la década eduardiana y, de nuevo, brevemente en los años cincuenta; desde entonces han simbolizado muchas cosas: fiabilidad, prosperidad, libertad, pero no "modernidad".
    Los trenes son diferentes. Los trenes ya eran el símbolo de la vida moderna en la década de 1840 -de ahí su atractivo para los pintores "modernistas", de Turner a Monet-. Seguían desempeñando ese papel en la era de los grandes expresos que cruzaban el país a finales del siglo XIX. Los trenes eléctricos del Metro fueron los ídolos de los poetas modernistas y los artistas gráficos después de 1900; nada era más ultramoderno que los nuevos expresos aerodinámicos que adornaban los carteles neoexpresionistas de los años treinta. En la actualidad, el japonés Shinkansen y el francés TGV son iconos del progreso tecnológico y el más alto confort a trecientos kilómetros por hora.
    (...)
    Las estaciones no son un atributo de la vida moderna, ni una parte o subproducto de ella. Como el ferrocarril del que son hitos, están integradas en la propia vida moderna. La topografía y la vida diaria de las ciudades quedarían alteradas de forma inimaginable si sus imponentes estaciones término desaparecieran. Me temo que Tony Judt no ha llegado a conocer las "imponentes" y costosísimas estaciones término que se han construido en España para el AVE en los últimos años. Pienso en las de Guadalajara y Cuenca, ambas a las afueras de la ciudad, más antipáticas que cualquier aeropuerto.
    Mucho romanticismo ferroviario y poco análisis sobre la gestión pública o privada de este servicio público fundamental. He viajado en tren por España, Reino Unido, Finlandia, Polonia, Bélgica, República Checa y Suiza. De todos esos sistemas ferroviarios, el que me pareció más eficaz, el que llegaba a todos los rincones en un tiempo y a un precio razonables, el que disponía de estaciones más funcionales y con un acceso a la información ejemplar, es el suizo. Y me entero gracias al libro de Tony Judt que justamente el sistema ferroviario suizo está gestionado por empresas privadas:
    La propiedad estatal por sí sola no garantiza un sistema de transportes bien gestionado. Por el contrario, aunque algunas redes ferroviarias tradicionalmente privadas están bien financiadas y proporcionan (de hecho, se les exige que proporcionen) un servicio público de primera categoría -por ejemplo, los ferrocarriles regionales en Suiza-, no ocurre lo mismo en la mayoría de los casos.
    Ese es el quid de la cuestión. Ahí debía haber centrado Tony Judt su análisis en lugar de dejarse llevar por una nostalgia embriagadora.
¿Cómo es posible que un librito así haya generado semejante entusiasmo? Imagino que confluyen varios factores. Los (escasos, pero prestigiosos) lectores habituales de Tony Judt han debido de leer el libro como un compendio de las ideas de Judt. Cada párrafo les remitía a otros escritos anteriores donde seguramente Judt aportaba datos y argumentos más contundentes. Digamos que estos lectores no han leído Algo va mal, sino el resumen del pensamiento de uno de sus autores favoritos. El aplauso a Algo va mal en realidad iba dirigido a la vida y obras del autor.
A lo anterior hay que añadir el efecto dramático de la enfermedad, lo que redobla la intensidad del aplauso. Así termina Muñoz Molina su artículo: Deberíamos estar mucho más furiosos, dice valerosamente Tony Judt desde su cama de inválido; y deberíamos reunir de una vez nuestras causas diversas en una gramática común de la emancipación.
Luego está la gran masa progresista que se deja (nos dejamos) guíar por esas primeras críticas generosas.

Pero el éxito de Algo va mal tiene también un componente de oportunismo coyuntural. Ha venido a ocupar un hueco en la estantería que El Corte Inglés dedica a los libros para indignados.
Indignados progresistas y educados, leed a Tony Judt para conocer las razones de vuestra indignación. La editorial Taurus (grupo Prisa), frotándose las manos, saca una edición en un formato especial (al estilo Penguin) para indignados al "módico" precio de 9.95 euros (eso sí que es motivo de indignación, el precio de los libros en España).

¿Y ahora qué? La figura de Tony Judt me sigue intrigando. Los artículos que ha publicado en El País, tanto los autobiográficos como los que trataban sobre Israel o la política de Bush, me han parecido muy interesantes. ¿Quién sabe? Quizá después del enfermo heroico, el socialdemócrata incansable, el referente progresista y el bestseller insustancial pueda descubrir a Tony Judt, el brillante historiador (Posguerra). Pero no será dentro de poco.

Unas últimas recomendaciones: Noche, Revolucionarios y La crisis de la mediana edad.


Lo que ha estado sonando todo el tiempo es Ludovico Einaudi. Uno de los músicos favoritos de Sonia. Mañana lo escuchamos en directo:



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lunes, 18 de julio de 2011

Bandera roja, paso adelante

Hoy Héctor nos despertó un poco más temprano de lo habitual. A las 7.10 ya estaba de pie en la cuna llamándonos: ma-ma, pa-pa, eh, eh, eeeeh. Aplicamos las tácticas habituales en estos casos para conseguir unos minutos más de descanso. Le cambiamos el pañal, le dimos agua y lo metimos en nuestra cama con el elefantito. Se quedó tranquilo un par de minutos pero no tenía sueño. Estaba totalmente despierto y con ganas de jugar. Hoy sí que llegamos a la playa los primeros, pensé.

Estaba nublado y Lolo lo advirtió: sopla poniente, habrá oleaje (lo que en esta playa significa peligro, bandera roja, prohibido el baño). Al menos podremos dar un paseo por la arena y remojarnos en la orilla. Pasadas las nueve y media llegamos a la playa barco perdido. La marea estaba tan alta que casi no había playa. El viento levantaba la arena seca en la estrecha franja que quedaba entre el agua y los chalets. Se estaban formando pequeñas dunas en el aparcamiento y en la carretera de acceso. Con ese panorama ni baño, ni paseo ni nada.

La mañana se presentaba pesada. Sin planes alternativos, cansados, acalorados y frustrados. No había nadie más en casa. Héctor había dormido la hora que tardamos en completar el trayecto de ida y vuelta. Cogimos varios juguetes y nos encerramos en el salón con el aire acondicionado. El objetivo principal era que Héctor no saliera de la habitación, a ninguno nos apetecía hacer de taxi, acompañarlo de la mano en sus mil metros sin descanso, pasillo arriba pasillo abajo, inspeccionando todas las habitaciones.

Afortunadamente el niño no compartía nuestro estado de ánimo. Alegre de por sí, hoy estaba exultante. A los pocos minutos ya nos había implicado en sus juegos y contagiado su entusiasmo. Tirando la pelota, aaala, mirando las ilustraciones de los libros, muuuuu, guau guau, poniendo canciones, aplaudiendo, llamando a los abuelos (looo-lo) y a las tías (naaa-no). Sin darnos cuenta lo estábamos pasando en grande. Entonces  ocurrió: el niño se suelta de donde estaba agarrado y da tres pasos para tirarse sobre el sofá. ¿Lo has visto? ¡Lo ha hecho solo! Algarabía. ¿Será capaz de repetirlo? Venga, cógelo tú. Héctor, ven, ven... tú solito. ¡Bieeeen!

Al rato llegan los tíos, llegan los abuelos. La abuela se lamenta de haberse perdido el momento. No importa, el niño repite lo que hasta esta mañana era una proeza una y otra vez. ¡Saca la cámara!

Siempre vais a recordar la fecha, el 75 aniversario del alzamiento. ¿Hoy es 18 de julio? Hace 93 años que nació Nelson Mandela. Es Mandela Day. Se cumplen dos años de un día memorable, cuando asistimos al concierto en el Radio City Music Hall. Esto es lo que escribí en otra parte (¿dónde, si no?) sobre la canción que está sonando:
La otra canción que he seleccionado es mucho más conocida. Es posible que incluso ya esté en la caverna y no me haya dado cuenta. Se trata de “I will survive”. Es una canción alegre pero nunca me había gustado especialmente. Hasta que se la escuché cantar en directo a la propia Gloria Gaynor en el concierto homenaje a Nelson Mandela del verano de 2009.
Por una serie de circunstacias afortunadas mi mujer y yo pasamos el mes de julio de aquel verano en Nueva York. Fue como un sueño hecho realidad, sino que la realidad fue mejor que el sueño. Conseguimos entradas para el concierto homenaje a Nelson Mandela que se celebraba en el Radio City Music Hall el 18 de julio. Actuaban Aretha Franklin, Cindy Lauper, Stevie Wonder…
Cuando salió Gloria Gaynor y empezó a cantar todo el mundo se levantó de sus butacas y empezó a bailar. Yo también lo hice pero casi me tengo que volver a sentar de la emoción que me embargó. Se me saltaron las lágrimas. Siempre he sido consciente de la suerte que tengo por tantas cosas, pero nunca como en aquel instante el razonamiento consciente se transformó en sentimiento profundo. Me sentí no solo afortunado sino privilegiado. Era una sensación de incredulidad por estar viviendo algo (no me refiero al concierto en sí, que también, sino a ese mes, a ese año, al año anterior y lo que esperaba seguir viviendo el año próximo y el próximo y…) que ni siquiera me hubiera atrevido a soñar.
A los dos días de regresar de Nueva York mi mujer dio positivo en el test de embarazo. Me gusta imaginar que nuestro hijo fue concebido la noche en que esta actuación me produjo un sentimiento tan extraordinario.


Este es el video. No se percibe pero a la altura del segundo anfiteatro hay dos personas levitando:



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viernes, 15 de julio de 2011

Bandera amarilla, sombrilla negra


Héctor amaneció con fiebre el domingo. Lo achacamos a que le están saliendo algunos dientes (hacía muchas muecas con la boca) y a los efectos secudarios de la vacuna triple vírica que le pusieron la semana anterior, justo antes de salir de Córdoba. La enfermera nos advirtió de que los efectos podrían empezar hasta una semana después del momento de la vacunación.

El martes pedimos cita en el centro médico del barrio y, como suele ocurrir en estos casos, fue verlo la pediatra y el niño dejar de tener fiebre sin necesidad de intervención alguna. Es lo que suele ocurrir cuando sigues los consejos de la dra. Arce, la mamá pediatra, y no pides cita hasta pasadas las 48 horas de fiebre (siempre que no se manifieste ningún otro síntoma o que el niño esté especialmente inactivo. Apiretal y a esperar que pase). Al menos la visita nos sirvió para aclarar el diagnóstico: ni dientes ni efectos secundarios, el culpable era un virus.

Por este motivo apenas hemos pisado la playa desde que llegamos a Cartagena. El sábado, ayer y hoy. Pero en estos pocos días ya hemos establecido la rutina de este verano. Nos despertamos temprano. Seamos precisos: Héctor se despierta temprano. Entre las 7.30 y las 8. Sonia, que es la auténtica playera de la familia, se levanta para no perder ni un minuto (de playa) y prepara el desayuno. De 9 a 9.30 ya estamos listos para salir.

Héctor se queda dormido nada más arrancar el coche (es lo que tiene madrugar tanto). Media hora después llegamos a La Manga. Somos el primer coche en el aparcamiento de la playa barco perdido. En la arena hay algunas sombrillas, no muchas, de los huéspedes de un hotel cercano. Me arrodillo para hacer el agujero donde plantar nuestra sombrilla negra. Negra, negra. Como un paraguas. La primera vez me dio impresión, parecía que estábamos de luto.
- ¿Dónde han comprado tus padres esta sombrilla?
- En IKEA.

Vaya con el diseño sueco. Es posible que una sombrilla negra tenga sentido en el mar báltico, donde acaparar los templados rayos solares hasta puede ser considerado una de esas tecnologías de verano de las que hablaba Muñoz Molina hace poco en su blog. Pero en el mediterráneo hay que tener valor. La única ventaja es que, por mucho que nos alejemos, localizamos de inmediato nuestras cosas. En una fotografía aérea de la playa saltaría a la vista el punto negro. Ese punto negro somos nosotros.

El mar es muy cambiante en La Manga. El mar es el mar mayor. El mar menor (esa charca, según Sonia) ni lo consideramos. Hay casi tantos días de bandera roja como de bandera verde. Lo más habitual es la bandera amarilla, como hoy. Esto significa que te puedes meter en el agua pero no es aconsejable que lo hagas donde te cubra más allá de la cintura. Las corrientes son muy fuertes y se forman pozos y socavones. Todos los años se ahoga alguien en esas playas.

A Héctor le gusta pasear por la arena. A eso nos dedicamos al llegar. Vamos Sonia y yo acompañando y festejando al niño (sesión fotográfica incluida). Su entusiasmo nos encanta. Se para a observar las huellas que va dejando. Quiere correr hacias la olas pero lo frenamos. Primero que se canse de andar.

Cuando vemos que se quiere sentar pasamos a la segunda fase. Le ponemos el bañador y nos sentamos en la orilla a jugar con la arena húmeda. Segunda sesión de fotos. A decir verdad, Sonia y yo nos empeñamos en que el niño juegue con la arena sin demasiado éxito. Héctor está plenamente concentrado en la llegada de la próxima ola para chapotear con todas sus ganas.

La tercera fase empieza cuando estamos lo suficientemente empapados de tanto chapoteo. Es el momento del baño. Hoy, corto, porque era difícil mantener el equilibrio agachado con el niño en brazos, bañándolo y evitando al mismo tiempo que ninguna ola le rompa encima. Ayer, con bandera verde, pudimos disfrutar más del baño y prolongarlo.

Salimos del agua, secamos a Héctor, lo cambiamos y lo tumbamos en una hamaca bajo la sombrilla negra. Después del tute de caminar y la relajación del bañito, enseguida se queda dormido. Es el momento que aprovechamos para descansar y bañarnos nosotros por turnos. A las 12, antes de que haga calor de verdad, levantamos el campamento. Antes de las 13 ya estamos de vuelta en casa para el bañito, la ducha, la comida y la siesta. ¡Que deliciosa desidia!






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jueves, 14 de julio de 2011

Näkemiin Suomi

Hace casi un año que escribí por primera vez bajo el nombre de Eduardo Suomi. Fue un comentario en el blog de Muñoz Molina, el pasado 9 de agosto. El comentario en sí era una explicación de por qué había decidido utilizar ese seudónimo.

Hace un año no leía blogs y ahora no sólo me he aficionado a unos pocos sino que me da por abrir uno propio. El blog de Muñoz Molina ha sido muy importante para mí. En un año estresante, no había mejor manera de evadir las preocupaciones y descansar la mente que meditar sobre la entrada del día, en el comentario que pensaba escribir en cuanto tuviera unos minutos, en las réplicas y en las contraréplicas. He aprendido mucho y he disfrutado más.

Hacia el final de curso, poco a poco, fui dejando de escribir. No por falta de ganas sino por falta de tiempo. Muchos días no me daba ni para leer los comentarios a la entrada. Cuando por fin encontraba un momento para poner por escrito lo que tenía pensado, la conversación iba por otros derroteros y no me parecía oportuno interrumpir en plan "oye, que de lo que decíais hace dos días yo opino tal". El volumen de comentarios diarios que se publican en el blog de Muñoz Molina supera mi capacidad para poder intervenir a gusto en la conversación. Sigo leyendo, pero de manera más relajada desde que no participo.

Pero ya tenía inoculado el gusanillo de pensar a lo largo del día en lo que iba a escribir cuando tuviera un rato. Ahora voy por ahí como un reportero-opinador. La de comentarios que he escrito mentalmente sobre el movimiento 15M, el seseo y el ceceo, la posguerra y otros muchos que he olvidado.

Abrí el blog con el nombre de Eduardo Suomi por inercia. Porque ese ha sido mi nombre de guerra durante este año y con él soy conocido virtualmente. Pero la verdad es que aquí no tiene sentido mantener el Suomi. Me resulta falso.

Näkemiin Suomi!



Hoy, 14 de julio, día de Francia. No conozco prácticamente nada de ese país: ni el idioma, ni la cultura, ni la historia ni la geografía. Pero el himno, ah, la Marsellesa. Después de escucharlo a quién no le dan ganas de gritar Vive la France!!!



Una sugerencia: la historia de cómo se compuso y se popularizó La Marsellesa está inmejorablemente contada por Stefan Zweig en el estupendo libro Momentos estelares de la humanidad.

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miércoles, 13 de julio de 2011

Se están regalando

"Se están regalando, los músicos se están regalando". Eso dijo Omara Portuondo en un momento álgido del concierto, refiriéndose a sus compañeros de escenario.

Y era verdad. Se estaban regalando y nos estaban regalando un concierto inolvidable. Y qué decir de Omara Portuondo, todo adjetivo se queda corto para describir su actuación de ayer. Clase, sabiduría, voz, interpretación, gracia, espontaneidad...

El momento cumbre, dentro de un concierto que nunca bajó de lo excepcional, ocurrió cuando un espectador, uno de los muchos cubanos que había en el anfiteatro, pidió que tocaran "Amigas". No la tenían preparada, pero Omara quiso complacer a su admirador y la cantó a capela, interpretando cada una de las tres voces de las amigas (Elena Burke, Moraima Secada y ella misma) a la vez que narraba el cambio de voz.

"Ah, usted es amigo de la timba. ¿Quiere que cante Amigas? Yo empezaba con aquello de:
Amigas, cómo ha pasado el tiempo
cómo ha llovido inviernos
en nuestros corazones
Aquí continuaba Elena, algo así (interpretando al estilo Elena):
Amigas, aún recuerdo el momento
en que soñamos juntas interpretar canciones..."

Mágico. Emocionante. La piel de gallina. Todo el anfiteatro en pie para una larga ovación.

¿Y cómo consiguen los cubanos llegar a octogenarios con esa vitalidad? ¿es el clima?






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martes, 12 de julio de 2011

Una llamada inesperada

El pasado miércoles por la mañana recibí una llamada de teléfono inesperada. El móvil sonó en mi bolsillo cuando subía por las escaleras de La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, uno de esos museos que desde hace tiempo queríamos conocer y nunca encontrábamos el momento de hacerlo.

Recibo muy pocas llamadas al móvil, así que siempre me sorprende cuando suena. El número era desconocido. Supuse que se trataba de una error. Al principio tampoco reconocí la voz aunque no había duda de que mi interlocutor sí me conocía y me había llamado con toda intención.

Era Herminio, el secretario de mi instituto y presidente de una de las comisiones evaluadoras de las pruebas de acceso a ciclos de grado superior para mayores de 21 años. Comisión de la que soy secretario (un mandado, porque yo ni siquiera quería formar parte de la comisión) a propuesta del propio Herminio. Siempre creí que era una leyenda urbana el caso de aquel profesor que estaba de vacaciones en Honolulú y tuvo que regresar de inmediato porque debía firmar sin más dilación unos papeles que había dejado olvidados. En realidad, como con frecuencia nos recuerdan algunos compañeros cenizos, las famosas y envidiadas vacaciones de los maestros constan de un solo mes: el mes de agosto. En julio el profesor debe estar permanentemente localizable y puede ser requerido para alguna tarea, como formar parte de un tribunal de oposiciones. Este tipo de pensamientos se agolpaban en mi mente, estupefacto en un rellano de la escalera de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, mientras intentaba comprender cuál era el problema por el que me llamaba Herminio, qué exactamente necesitaba que yo hiciera, si podría resolverlo todo a distancia o no me quedaba más remedio que ir a Córdoba y, en este caso, cómo podría hacerlo afectando lo menos posible al calendario vacacional previsto. Esa misma tarde teníamos el billete de vuelta a Cuenca, al día siguiente, jueves, teníamos previsto el viaje en coche a Cartagena y al otro era el concierto de Wynton Marsalis, para el que compramos entradas hace semanas. Uf.

El funcionamiento de las pruebas de acceso a ciclo de grado superior para mayores de 21 años es merecedor de más de un post. En septiembre quizá me anime. Ahora estoy de vacaciones (nooooooo, que no escarmiento, que las vacaciones empiezan en agosto). Resumiendo lo indispensable: Cada año se convocan este tipo de pruebas para que todo aquel que sea mayor de 21 años y las supere, independientemente de sus estudios anteriores, pueda matricularse en algún ciclo de grado superior (antiguo FP-2, pero con más calidad, se supone. El camino ordinario para estudiar un ciclo de grado superior es aprobar el bachillerato). Este año se celebraron las pruebas en mi instituto. Se presentaron casi 1200 aspirantes (ahí también se nota la crisis). La prueba consiste en siete exámenes de los cuales los aspirantes tienen que realizar cinco. Los exámenes los manda la Delegación de Educación en sobres cerrados. Una vez celebrada la prueba, son corregidos por algunos profesores del instituto (los elegidos, aunque creo que hay algún voluntario. Hay gente pá tó) que también son responsables de su custodia. Los profesores elegidos de cada departamento se coordinan para corregir los exámenes de su especialidad, estableciendo criterios comunes de correción y repartiendo los exámenes. Hay una sesión de evaluación donde, reunidos todos los profesores elegidos de todas las especialidades, se cantan las calificaciones y se publican en los documentos oficiales.
Se abre un plazo de reclamación de dos días. Cuando concluye, se repite nuevamente todo el proceso de corrección y evaluación de las pruebas de los aspirantes que han reclamado. Se publican los nuevos resultados, modificados o no, en su correspondiente documento oficial y fin de la historia.

Pues no. Al parecer un aspirante ha reclamado a la Delegación y, como consecuencia, el inspector jefe solicita a la comisión evaluadora un informe de los criterios de evaluación y corrección de cada uno de los exámenes (recuerdo que cada aspirante ha tenido que realizar cinco) y una fotocopia de los mismos. Herminio me llamaba para pedirme que haga el informe del examen de Matemáticas. Yo no había corregido el examen del reclamante, pero los otros compañeros también estaban fuera de Córdoba y Herminio ya no sabía qué hacer. Le pregunté que para qué fecha debía estar el informe. No lo sabía. Le dije que si podía escanear el examen y mandarlo a mi email. Yo haría lo propio cuando terminase de redactar el informe.

Al final no he tenido que hacer nada. Pedro, el compañero que había corregido el examen, regresaba a Córdoba el lunes y como el inspector no había puesto fecha, en principio no era algo urgente, podía esperar un par de días. A Pedro le va a costar redactar un informe en el que justifique la calificación del aspirante. Le va a costar explicar por qué tiene un 3.5 cuando se merece un 2.7 Los exámenes han sido corregidos con una generosidad asombrosa. A muchos de los que han reclamado se les ha subido todo lo que se ha podido sin caer en injusticias flagrantes.

Aún así hay una persona que sigue reclamando. ¿Con qué motivo? Un grupo de profesionales le han corregido y calificado los exámentes por dos veces. ¿Qué reclama? ¿Realmente tiene derecho a un informe (que en realidad son seis informes, uno por cada examen y otro general) pormenorizado que justifique su calificación? ¿Qué hubiera ocurrido si los 1200 aspirantes reclaman a la Delegación? ¿Se hubieran tenido que redactar 7200 informes solo por el capricho de solicitarlos? ¿Habría que formar otra comisión en la Delegación para que leyesen los 7200 informes de la comisión evaluadora y los cotejasen con los 6000 exámenes que se adjuntan? ¿Cuánto coste supondría en horas de trabajo, folios, tóner y tinta de impresora?

Dándole vueltas a la cabeza he llegado a una conclusión: habría que crear una tasa de reclamación a modo de fianza. Me explico. Si una persona, con su propio criterio que seguro que es muy válido, considera que los profesionales que por dos veces le han corregido y evaluado han sido injustos, lo han perjudicado por error o no han realizado bien su trabajo, me parece estupendo que reclame a la Delegación. Está en su derecho. Ahora bien, debería pagar unas tasas de reclamación (igual que en su momento pagó unas tasas de matriculación para poder presentarse a la prueba). Digamos que de 40 a 60 euros. Si la Delegación, tras las pesquisas necesarias, concluye que el reclamante tiene razón, le sube la nota, le entrega su correspondiente informe y le devuelve la tasa-fianza. En caso contrario, le entrega el informe detallando el por qué de su nota y adiós muy buenas. Y los 40-60 euros, aunque no llegan a compensar los gastos generados por su reclamación, al menos sirven para que reclamen sólo los que están seguros (o mejor, creen estar seguros) de que se ha cometido una injusticia. Además, en estos tiempos de crisis, en los que se habla de subir los impuestos y reducir costes, la medida me parece de lo más oportuna.


Volvamos a las vacaciones (que nooooooo, que no me entero). Esta noche, en el auditorio Parque Torres de Cartagena, concierto de Omara Portuondo y Chucho Valdés. ¡Lo que nos queda por vivir!



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domingo, 10 de julio de 2011

PHE11 - Face Contact

Tras el paréntesis del año pasado teníamos muchas ganas de ver las exposiciones de PHotoEspaña. La edición de este año trataba el tema Interfaces. Retrato y Comunicación. Según recoge la página del festival con ese lenguaje ampuloso típico de los expertos en cualquier materia, la sección temática de PHE11 prestará especial atención al retrato, cuyo elemento fundamental es el rostro, principal portador de la identidad del individuo y que articula identificación, carácter y personalidad. El retrato articula estas cualidades e incluye la posición del retratista, que modula o transforma la identidad y el mensaje del rostro en función del significado que quiera obtener.
 A priori el programa de exposiciones no parecía demasiado atractivo. Tan farragoso y "moderno" como los textos informativos. PHotoEspaña 2011 se centra en el retrato -uno de los géneros más vastos e importantes de la fotografía- entendiéndolo en el sentido de comunicación e interconexión. Discutirá el rostro como una zona de interacción, explorando los límites y fricciones de esta comunicación (El que escribió eso no tuvo en cuenta la canción de los burros que está sonando: Las palabras que terminan en  "on " suelen ser para morirse de risa). En Cuenca visitamos la exposición que había en la sede de la fundación Antonio Pérez y se confirmaron nuestras peores expectativas. Menos mal que en Madrid hay más oferta aparte de PHE.

Empezamos visitando la exposición del Centro Cultural de la Villa (rebautizado como Teatro Fernando Fernán Gómez a la muerte del gran actor, pero para mí será siempre CCV, con ese nombre lo conocí, bajo ese nombre asistí a exposiciones memorables y le tengo mucho cariño). Históricamente el CCV siempre ofrece calidad y cantidad, tanto en PHE como en las exposiciones que organiza durante el resto del año. En esta ocasión tampoco falló. Con el título de Face Contact exponía una muestra miscelánea de 31 artistas contemporáneos. Esto es un resumen, por orden cronológico de la visita, de lo que más me interesó:

1.- Dulce Pinzón. La verdadera historia de los superhéroes.



2.- Marta Soul. Wellhome.



3.- Shadi Ghadirian. My press photos.




4.- Giselle Victoria Gómez. Quinceañeras.
Dice el texto de la exposición: La celebración de los 15 años comenzó en Cuba, en la época colonial, entre las jóvenes de la alta sociedad. A partir de la Revolución de 1959, la celebración se incrementó, pero entre las clases más bajas, animadas por el Gobierno, que reivindicó los quince como derecho del pueblo. Hoy es muy importante para las familias cubanas, que gastan más de lo que tienen, y echan el resto con las fotos, en las que, con ayuda del Photoshop, la adolescente se convierte en modelo por un día, muchas veces con un alto componente erótico.
La muestra consiste en una selección de fotos de estudio que se hacen las quinceañeras como recuerdo y para repartir entre los invitados a su fiesta de los quince. También hay algún video doméstico, recortes de periódicos y viñetas humorísticas donde se aprecia la importancia del evento y el coste económico que supone a las familias. En la pared, textos con declaraciones de quinceañeras y de sus madres expresan lo que sintieron cuando celebraron sus quince (o cuando lo celebraron sus hijas).
Las fotos de estudio son dignas de estudio antropológico. Las hay que se retratan (o son retratadas. En algunos casos me cuesta creer que alguien quiera voluntariamente hacerse esa foto) con vestidos del siglo XIX a lo Scarlett O´Hara; o como vírgenes puras, casi niñas de comunión acompañadas incluso con alguna imagen religiosa; o como cualquier adolescente occidental con traje de fiesta junto a Bisbal, Brad Pitt o cualquier otro famoso traido por el Photoshop; o en actitud sugerente, vestidas o con un simple velo para disimular lo que se quiere mostrar, exhibiendo su recién desarrollado cuerpo.
Hay quinceañeras que se hacen el reportaje completo, es decir, tienen su foto O´Hara, su foto de comunión, su foto con famoso y su foto erótica. Verlas todas puestas una al lado de la otra resulta de lo más chocante. Me sorprendió mucho saber que este tipo de tradiciones perduran y que se han adaptado a los nuevos tiempos, pero más aún me sorprendió que lo hiciera en la Cuba revolucionaria.
De esta muestra no pongo fotos ni enlace por tratarse de menores.


5.- Ananké Asseff. Potencial.



6.- Liliana Angulo. Negro utópico



7.- Libia Posada. Evidencia clínica: retratos.





Hoy nos acompañan Los Burros:




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viernes, 8 de julio de 2011

El profeta del jazz



La primera vez que compré entradas para un concierto de Wynton Marsalis no tenía ni idea de quién era. Fue en el festival de jazz de San Javier del año 2007. En realidad lo que atrajo mi atención del cartel fue el acompañamiento: la Jazz at Lincoln Center Orchestra, una big band formada por quince músicos contando al propio Marsalis y con un membrete, Lincoln Center, de inconfundible aroma neoyorkino. Para qué quieres más.

En los días que pasaron desde que compramos las entradas hasta el concierto pude comprobar en internet que Wynton Marsalis es uno de los músicos de jazz con más prestigio en la actualidad. El concierto fue muy bueno. Lástima que no haya encontrado ningún vídeo de aquella actuación. Lo que está sonando es un concierto que dieron en Stuttgart ese mismo año.

Desde entonces le voy siguiendo la pista a Wynton. Leo todas las noticias que aparecen sobre él en la prensa. Que no son muchas, la verdad, dado que el jazz (y la música en general, salvo beyoncé, bisbal y similares) está desaparecido de los medios de comunicación generalistas. Aún así, de vez en cuando se publica alguna noticia o artículo en el que se menciona a Wynton Marsalis. Dos impresiones se fueron asentando en mi mente de manera difusa. Primera, Wynton Marsalis es el músico de jazz en activo más famoso, desde luego el más conocido, si no el único, entre los no aficionados al género. Segunda: Wynton Marsalis es un estirado, un antipático, un músico técnicamente perfecto pero rígido y cuadrículado, no demasiado "querido" por sus colegas. Desde luego esa no era la impresión que a mí me había dado durante el concierto pero quién sabe.

Me temo que la prensa generalista alcanzó su esplendor en el siglo XX. Supongo que sobrevivirá aunque no sé bien en qué condiciones. Es imposible que pueda competir con internet. Hay tanta gente con conocientos de todo tipo que vierte informaciones y opiniones más rigurosas y mejor fundadas que las de cualquier periódico en miles de blogs vídeos, páginas webs, etc., que no hay tiempo para atender a todo. La única pega es toda la morralla que oculta las gangas. Pero con paciencia y guardando los hallazgos en "marcadores", tendremos una selección de textos impagable y mejor que la de cualquier periódico. Aunque para ser justos hay que reconocer que algunos de esos textos han sido publicados previamente en prensa.

Toda esta divagación viene a cuento de que mi relación con Wynton Marsalis entró en niveles más profundos gracias al blog de jazz de Carlos Pérez Cruz. Todo empezó con una entrada en el diario de Muñoz Molina titulada El ritmo en la sangre. En los comentarios subsiguientes salió la anécdota del espectador que exigió que le devolviesen la entrada en el festival de Sigüenza porque lo que tocaban los músicos no era jazz sino música contemporánea. Aquí podéis leer la noticia tal y como se publicó en El País. Carlos Pérez le dedicó una entrada muy interesante en su blog a la interpretación de lo sucedido. Posteriormente escribió una segunda entrada sobre la intervención de Wynton Marsalis en el asunto. Ahí me enteré de la importancia de Marsalis no solo como músico sino como poder fáctico capaz de influir en las programaciones de los principales festivales, así como de reescribir la historia del jazz. Un personaje que fue portada de la revista Time (imagen de arriba) en 1990 y llegó a ser considerado en 1996 una de las 25 personas más influyentes de Estados Unidos por esa misma revista.
La opinión que Carlos Pérez tiene sobre cómo Marsalis utiliza su poder no es demasiado buena. Tampoco parece demasiado favorable la opinión del propio Muñoz Molina cuando afirma estar de acuerdo "en que Brandford es mucho más interesante como músico que su hermano el “neocon” del jazz, como ha sido llamado con ingenio aquí". Y teniendo en cuenta el ascendiente de Amm, esa frase fue la sentencia definitiva.

Pero, afortunadamente, ahí no quedó la cosa. Sonia me regaló por Reyes el libro JAZZ. Cómo la música puede cambiar tu vida escrito por Wynton Marsalis y Geoffrey C. Ward. Lo empecé a leer esta semana y me está encantando. Está escrito en un lenguaje coloquial. Es muy elemental y supongo que para los aficionados al jazz debe ser un libro de parvulario, pero a mí, que soy un completo ignorante musical, me está enseñando mucho. No me extiendo con el libro porque le pienso dedicar una entrada. Y, a mis ojos, ha rehabilitado a Wynton Marsalis. Me ha ganado para su causa aunque seguiré investigando y profundizando en esa música que tanto me gusta, pero que a veces me resulta exasperantemente complicada e incluso aburrida.

Yo no sé lo que es el jazz pero me gusta el jazz tal y como lo interpreta Wynton Marsalis (aunque supongo que no es la única interpretación válida, ni tan siquiera la mejor, ahí radica la polémica). Y estoy deseando volver a escuchar en directo su trompeta y al resto de la Jazz at Lincoln Center Orchesta.

Eso será mañana, a las 21.30 en el auditorio de San Javier.

jueves, 7 de julio de 2011

Promesas de reconciliación



Ese cuadro que veis arriba se titula el buen retiro. Os aseguro que la imagen es nítida y no está pixelada. El cuadro es así. Su autor, Fernando Zóbel, es una celebridad en Cuenca donde se exponen muchas de sus obras en el Museo de Arte Abstracto Español y donde hay un instituto de enseñanza secundaria que tiene su nombre.

Precisamente en el IES Fernando Zóbel trabajé durante los primeros tres meses de mi estancia en Cuenca. Los menos malos. Los seis meses restantes, que fueron de órdago, trabajé en el IES Lorenzo Hervás y Panduro. No es cuestión ahora de recordar las vicisitudes por las que pasé. Baste decir que el pasado jueves se cumplieron siete años exactos del día que salí huyendo de Cuenca deseando no volver jamás y con una imagen de la ciudad y de sus gentes que queda perfectamente representada por el buen retiro.

Uno no siempre puede o quiere cumplir lo que planeó. Así que al cabo de poco menos de tres años regresé a Cuenca por primera vez. Fue un 6 de abril, cumpleaños de Sonia y viernes santo. Ante la perspectiva de pasar un día tan señalado en la noble ciudad de Tarancón (Castañón) preferimos acercarnos a Cuenca (La Castaña), celebrar el cumpleaños con Nani y Luis Pablo y ver alguna procesión. Al fin y al cabo la Semana Santa de Cuenca tiene cierta relevancia.
Sé que suena pueril pero llegué a la ciudad con ánimo de revancha. Había aprobado las oposiciones pocos meses atrás, mi relación con Sonia me hacía feliz y la vida me sonreía. Según llegaba a Cuenca crecía en mí un sentimiento no del todo sano de alegría por haber vencido toda la hostilidad y los malos augurios que sufrí en aquel lugar. En este lugar desde el que escribo ahora. Paseaba por las calles y le indicaba a Sonia: en esa pensión pasé los tres primeros meses en un cuartucho sin mesa y sin armario; a esa piscina iba a nadar; en ese edificio alquilé un duplex; ahí están los institutos; esa es la biblioteca de la que sacaba libros y películas. Al mismo tiempo a mi mente acudían recuerdos desagradables: por esa calle tan pintoresca a la vera del Júcar recuerdo pasear un día gris de invierno con un terrible dolor de garganta; en todas las calles me recuerdo solo; me cuesta trabajo encontrar un recuerdo meramente alegre, no digamos ya feliz.
Y las personas que traté. Dado que Cuenca es un pueblo, iba ojo avizor por si me encontraba con alguien de aquella época, profesor o alumno (no traté con nadie más). Temía encontrarmelos porque intuía que incluso cuando les contase que ya era funcionario (pienso en mis "compañeros" del Hervás) se las arreglarían para decir alguna frase desagradable.
No me encontré con nadie. Había un ambientazo que era desconocido por mí. Los bares y restaurantes estaban a rebosar. Nos costó encontrar sitio en una barra donde tapeamos Sonia y yo rodeados de turistas borrachos. De hecho las calles estaban llenas de borrachos y penitentes. Esa noche regresé a Tarancón aliviado y, ahora sí, alegre de no tener nada que ver con Cuenca y de no tener que volver por allí.

Pues volví tan solo un par de meses después. A Sonia le tuvieron que extirpar un quiste y el centro médico de Tarancón la derivó al hospital de Cuenca. Allí me presenté un fin de semana de junio. La operaron en el hospital que hay en la calle Alfares, la misma calle en la que había alquilado un dúplex durante mi estancia. La ventana del salón llegaba hasta el suelo, como un falso balcón. A la misma altura de la calle, en la acera de enfrente, estaba la entrada de urgencias. Me pasaba mucho tiempo contemplando las ambulancias que llegaban, especialmente por la noche (en invierno anochece pronto). Hasta me compré un trípode para hacer fotos. Observaba a los celadores que sacaban la camilla, a los familiares que acompañaban al enfermo. A veces salían dos o tres personas a echar un cigarro en la puerta. No solían hablar entre sí. Me intrigaba mucho ese trozo de vida que ocurría al otro lado de mi ventana. Pensaba que muchas de esas personas a las que observaba desde mi altura de cinco pisos podían estar viviendo un momento trascendental de sus vidas. Lo que nunca pensé es que algún día, cuando además yo no viviese allí, operarían en ese hospital a una persona querida. Paul Auster diría que se trata de la música del azar.
Al dia siguiente de mi llegada le dieron el alta a Sonia y nos fuimos a Tarancón.

Ninguno de mis regresos habían contribuido a mejorar en algo la imagen que tengo de Cuenca y sus ciudadanos. Aún así este año la hemos visitado en dos ocasiones. ¿La razón? El AVE a Madrid y la disposición de Nani y Luis Pablo a quedarse una noche con Héctor. En febrero, nuestra estancia en Cuenca fue visto y no visto. Llegamos un viernes noche, cogimos el AVE el sábado a primera hora para volver el domingo a última y el lunes por la mañana, día de Andalucía, ya estábamos de camino a Córdoba.

Ahora ha sido diferente. En total vamos a pasar cuatro noches y tres días en Cuenca. La temperatura, en pleno mes de julio, es la mar de agradable. Por la noche refresca y hay que abrigarse. De la mano de Nani y Luis Pablo he conocido otra Cuenca: el merendero de Palomeras, la piscina en los pinares, la cuenca del Huecar de noche, poder disfrutar de la tranquilidad del casco histórico sin quedarte congelado y esas terrazas que tanto eché en falta alguna vez (sí, sí, en Cuenca también hay terrazas, lo que ocurre es que sólo las sacan en verano).

A Nani le entregan el piso que se ha comprado a finales de este año. Está ilusionada con que podamos quedarnos en él al menos una semana todos los veranos. Podríamos hacer excursiones al alto Tajo, senderismo, nadar en la piscina, descansar del calor... Pienso en ello mientras observo la ciudad desde el andén de la nueva estación, la que han construido a todo lujo en las afueras para que pare el AVE. Desde el andén puedo distinguir todos los barrios y muchos edificios emblemáticos. Los recuerdos negativos me vienen a la cabeza. La aversión que siento por Cuenca sigue ahí a pesar de estos días tan agradables. Sin embargo la idea de pasar aquí parte de las vacaciones veraniegas no me parece descabellada. ¿Será posible que algún día llegue a reconciliarme con esta ciudad, que Cuenca me traiga recuerdos agradables? En esto pensaba cuando reparé en el nombre de la nueva estación. Seguro que si lo piensas un poco lo adivinas: Estación Fernando Zóbel.