Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

lunes, 20 de julio de 2015

La semana de Bob Dylan

Es la razón por la que nos quedamos en Córdoba a pesar de la riada de calor que llevamos soportando hace días y a pesar de que mis suegros clamaban por sus nietos, a quienes no veían desde Navidad. Estuvimos esperando a Bob Dylan. Hace once años ya pasó por aquí, embarcado en esa gira perpetua en la que vive. En aquella ocasión no me apunté. Y me alegré maliciosamente cuando leí las críticas negativas de los conciertos de aquel verano. "Eso ya lo sabía yo".


Cuando tenía 21 años compré un CD recopilatorio de canciones de Bob Dylan. Lo hice siguiendo la pista de Mr. Tambourine Man, canción que se mencionaba en una película que había visto en el cine unos días antes. Vivía en el extranjero y era una época de descubrimientos, incluidos los musicales. Había dejado en casa todas mis cintas para obligarme a escuchar cosas nuevas (me limitaba a rock español, Beatles y poco más). Y qué mejor que empezar por los clásicos. Como no tenía idea ni criterio me dejaba llevar por referencias cinematográficas y literarias. En esa misma tienda de segunda mano compré otro CD recopilatorio, en este caso de Lou Reed, tras leer El Jinete Polaco. Ahora que lo pienso, lo raro es que no comprara nada de The Doors. Imagino que no tenían.

El caso es que escuché el CD de Bob Dylan y no pude con él. ¡Esa voz! Ya digo que era una época de descubrimientos y no entraba en mi cabeza dedicar algo de tiempo a lo que no me gustara de inmediato (esa filosofía la mantengo, aunque matizada. A veces doy una segunda o tercera oportunidad si creo que merece la pena). De manera que guardé el CD como un souvenir de aquel año, sin escucharlo jamás.


Hace poco escribía Muñoz Molina en su blog acerca de la influencia que tuvo el cine en su educación musical. Para mí ha sido importantísimo. El primer disco de jazz que compré fue la banda sonora de Acordes y desacuerdos, seguido de la banda sonora de El talento de Mr. Ripley... y así podría seguir hasta afirmar que el primer disco de Bob Dylan que compré y escuché fue la banda sonora de Chicos prodigiosos. Sólo tres de las trece canciones son de Dylan. Y sólo una, Things have changed, me gustaba cuando lo compré. De hecho, las otras dos canciones, Not dark yet y Buckets of rain, eran las únicas que no me gustaban y si podía las saltaba con el reproductor. Pero el disco era muy bueno y no siempre tenía el botón del reproductor a mano. Así que escuchándolas una y otra vez, primero dejaron de molestarme y después incluso empezaron a agradarme.

En otoño de 2005 confluyeron dos sucesos que me acercaron definitivamente a Dylan: empecé a salir con Sonia y se estrenó del documental No direction home dirigido por Martin Scorcese. Yo no sabía nada de la vida (y obra) de Bob Dylan. Tampoco tenía interés en conocerla. Vi el documental por casualidad, porque lo emitieron por Canal+ un fin de semana que pasé en casa de mis padres. Había leído buenas críticas y era de Scorcese. Parecía un buen plan. Me encantó tanto la película (que se me hizo corta a pesar de durar 3 horas y media) como la historia que contaba. Me encantó el personaje de Bob Dylan. Admiré su genio y su valentía (aunque su voz...). Y me sorprendió comprobar que Like a rolling stone estaba incluida en el disco recopilatorio que me había comprado diez años antes. Había escuchado la canción sin percatarme de su grandeza. La tenía en un disco y ni siquiera era consciente de ello. Hasta ese momento.

Sonia me pidió que le grabara algunos de los discos que tenía en el apartamento de Azuqueca. De entre todos, el que más puso en esos primeros meses fue la banda sonora de Chicos prodigiosos. La música de Bob Dylan nos acompañó desde el inicio de nuestra relación. Tres años más tarde, cuando nos instalamos en Córdoba, descubrió el disco-souvenir de Dylan y lo rescató de la segunda fila de la estantería. A ella le gustó desde el primer momento. Vimos el documental de Scorcese… e incluso le regalé el libro de Greil Marcus Like a rolling Stone. Bob Dylan en la encrucijada.

Sonia dice que le gusta Bob Dylan gracias a mí (a mis discos más bien). Yo tengo claro que me gusta Bob Dylan gracias a ella. No sólo porque ha sido ella quien ha puesto mis discos, sino porque Sonia trajo consigo Radio3, San Javier y tanta buena música que ha educado mi oido y me ha permitido disfrutar de la voz de Dylan (sí, sí, de la voz también).


Así que no dudamos en asistir al concierto de Bob Dylan en Córdoba. A pesar de su precio (sesenta euros, el equivalente a cuatro conciertos de San Javier), a pesar de que suponía retrasar el viaje a Cartagena, a pesar del mal sabor de boca que dejó en 2004 (¡y ahora es once años más viejo!), a pesar del vídeo The night we called it a day con que promociona su último disco, a pesar de todo eso y más, Sonia fue a por las entradas el primer día que se pusieron a la venta.

Como sabíamos que Dylan no se recrea en sus viejas canciones, compramos el último disco, el de las versiones de Sinatra (no está disponible en Spotify). La primera vez que lo escuchamos nos dio la risa imaginando el conciertazo. Pero poco a poco nos fue enganchando. Dura 35 minutos y es ideal para ponerlo al finalizar el día, cuando los niños están (por fin) dormidos y nos sentamos un rato en el salón para leer y charlar. Cuando ya creíamos estar preparados para el concierto llegó Dylan a España y nos pilló con el paso cambiado.

He leído todo lo que he encontrado sobre esta última visita. Opiniones, valoraciones, reportajes, crónicas, reseñas de los conciertos de Barcelona, Zaragoza, Madrid, Granada, Córdoba y San Sebastián. Tras el concierto de Barcelona me hice una playlist de los temas que iba a tocar. Y para nuestro asombro, sólo dos eran del último disco. La mayoría eran del anterior, Tempest. En cuatro días nos pusimos a tono gracias al uso intensivo de Spotify. La verdad es que el nuevo repertorio estaba por encima de nuestras expectativas. También las críticas de los periódicos, mayoritariamente favorables (en realidad unánimemente favorables en lo referente a la música; algunos periodistas criticaban el carácter huraño del cantante y su negativa a cantar sus canciones más conocidas o a que le hagan fotos. Estos periodistas creen que Dylan es un cascarrabias que se deleita fastidiando a la gente). Los dos textos que, en mi opinión, mejor representan la realidad del Bob Dylan actual son los firmados por Fernando Navarro en El País y Manuel Alberto P. en El Independiente de Granada. Recomiendo su lectura.

Fotografía del concierto de Córdoba. Tomada de aquí.

A las diez en punto sonó un gong y salieron los músicos al escenario. Era emocionante verlo tan cerca, a escasos diez metros (conté once cabezas entre Dylan y nosotros, con una visión central como la de la imagen). Se me puso la piel de gallina cuando, sin más presentación ni anuncio (aunque ya sabía que era la primera canción que toca en los conciertos), sonó Things have changed.
A worried man with a worried mind 
No one in front of me and nothing behind 
There’s a woman on my lap and she’s drinking champagne
Got white skin, got assassin’s eyes 
I’m looking up into the sapphire-tinted skies 
I’m well dressed, waiting on the last train 


Yo siempré entendí there´s a woman on my left. Pasé mi brazo por la cintura de Sonia. Tantas veces escuchamos la canción desde que nos conocimos. Ese momento fue mágico y el concierto magnífico.

No entiendo la polémica que hay en los medios en torno a la figura de Dylan. No entiendo que haya gente que se queje porque no cante sus primeros éxitos. Cualquiera, a estas alturas de su carrera, sabe que no lo hace y no lo va a hacer. ¿Qué sentido tiene comprar una entrada cara y sentirse después decepcionado porque no ha tocado Like a rolling stone o porque canta fatal? Es la misma voz de siempre. Creo que la polémica se origina porque hay gente que se gasta el dinero para ver a Bob Dylan (porque es un mito, porque es famoso, porque vaya usted a saber la razón...). Pasados cinco minutos de concierto ya lo tienen visto (objetivo cumplido) y les quedan todavía dos horas para escucharlo. Es la penitencia para poder presumir de haber visto a Bob Dylan. No todos los grandes de la música popular son igual de accesibles. Louis Armstrong llega con más facilidad que Miles Davis. La música de los Beatles, al menos parte de ella, le gusta a cualquiera (y esto no es ningún menoscabo. Habla un beatlemaníaco de pro) cosa que no sucede con la de Bob Dylan. Yo he necesitado veinte años y a Sonia para educar mi oido y aprender a disfrutarla.

La última canción del concierto fue Love Sick. No la conocía hace tres semanas y ahora me viene a la mente con insistencia. He tardado en subirme al carro, casi me lo pierdo, pero voy camino de convertirme en otro dylaniano más.


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