Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

domingo, 2 de octubre de 2011

El chiste

Hace un año por estas fechas mi padre me reenvió uno de esos email curiosos que a su vez le reenvían alguno de sus contactos. Se trataba de un chiste en el que se parodiaba la evolución de la enseñanza en España y más concretamente la evolución de la enseñanza matemática.

La verdad es que no me hizo demasiada gracia, me pareció que el chiste redundaba en uno de los muchos lugares comunes que pululan sobre la enseñanza y que impiden un análisis desprejuiciado de sus problemas reales. Reproduzco el mensaje de respuesta a mi padre en el que adjuntaba una copia de los exámenes de septiembre que acababa de poner unos días antes:

Sí que me parece exagerado.
Te mando los exámenes que he puesto en septiembre para que compruebes qué es lo mínimo que se exige para aprobar las matemáticas en 2º y 3º de la ESO (13 y  14 años respectivamente).
Recalco que los exámenes de septiembre son de contenidos mínimos. Las preguntas son más fáciles que en los exámenes ordinarios del curso. A cambio, para que un alumno apruebe debe tener bien TODOS los apartados. Y aquellos alumnos que superan la prueba, es decir, aquellos que tienen TODOS los apartados bien, aparecen en las actas de evaluación de septiembre con la calificación de 5 (suficiente).

Afortunadamente estamos todavía muy lejos del chiste.


Apenas tres meses después una de las comentaristas habituales transcribió el chiste en el blog de Muñoz Molina. Lo podéis leer aquí. La reacción que me produjo esta vez fue muy diferente a la primera. Seguía sin hacerme gracia pero ahora me incomodaba de una manera más insidiosa. Intentaré explicar por qué.

El curso pasado me dieron traslado a un instituto que hay muy cerca de mi casa. Se trata de un centro de Educación Compensatoria. Esto significa que una parte importante de los alumnos matriculados requieren de una atención especial por pertenecer a familias con riesgo de exclusión social. Por primera vez en mi vida tengo alumnos gitanos. Además hay inmigrantes, algunos de los cuales no dominan el español, y alumnos payos de familias desectructuradas o con graves problemas económicos. También hay muchos alumnos, sobre todo en el bachillerato pero también en la ESO, que pertenecen a familias integradas y que pretenden continuar sus estudios en un Grado Superior o en la Universidad.
Es un instituto diferente a cualquiera que hubiera conocido antes. Como es un Centro de Educación Compensatoria hay más recursos humanos de lo habitual para atender a los alumnos con más necesidades: clases de español para los inmigrantes que no lo dominan, grupos flexibles, desdobles, etc.

En la ESO, que es donde se concentra el grueso del alumnado con necesidades educativas especiales, la política del centro consiste en separar a los alumnos por necesidades e intereses. En el grupo A están los alumnos que quieren estudiar y no necesitan apoyo. En el grupo B están los alumnos que quieren estudiar y necesitan apoyo. En el grupo C están los alumnos que no quieren estudiar.
En el grupo A hay 25 alumnos, un profesor por asignatura y no tienen desdoble.
En el grupo B hay 20 alumnos, dos profesores por asignatura y existen desdobles.
En el grupo C hay 10 alumnos, dos profesores por asignatura y existen desdobles, talleres y aulas flexibles.

Otra de las medidas que adoptó el centro para favorecer el éxito escolar de los alumnos con problemas es que tengan el menor número de profesores posible, al menos en los dos primeros años de la ESO. La idea es que estos alumnos consiguen empatizar y respetar más al profesor si pasan muchas horas con él en el aula, como si fuera una prolongación del colegio donde la figura del maestro sí que parece tener mayor consideración.

En mi horario tenía adjudicadas seis horas semanales con 2ºB, las tres de matemáticas más las tres de ciencias naturales. Mentiría si dijese que no me sentía inquieto ante ese panorama. Y no solo por los alumnos. También tenía muchas dudas sobre cómo iba a funcionar trabajar en el aula con una profesora de apoyo las seis horas. La única experiencia que yo tenía de compartir aula con otro profesor (en un instituto de Cuenca) había sido un desastre absoluto. A eso había que añadir que las ciencias nunca han sido una de mis asignaturas favoritas y que tendría que preparar las clases de una materia que no me gusta y de la que ignoro hasta los aspectos básicos.

Cuando comenzamos las clases y conocí a los alumnos que integraban el grupo me di cuenta de lo difícil que iba a ser. Desde luego ya me podía ir olvidando de dar las clases como estaba acostumbrado. Por lo pronto, hacer tareas en casa no formaba parte de su estilo de vida. Si quería que hicieran algún trabajo o ejercicio tendría que darles tiempo para hacerlo en clase. No eran nada autónomos, requerían de tu ayuda y atención constantemente. Cada pequeña cosa que hacían, por simple que fuera, implicaba múltiples requerimientos previos para dejarles clarita la actividad y otros tantos para ir comprobando que cada paso que daban era correcto (o corregirles en caso contrario, que era lo más habitual, sobre todo al principio). Si tenían alguna duda querían que se les resolviera de inmediato y de forma individual, nada de esperar a una puesta en común y corregirlos todos en la pizarra.
Otra característica era que su capacidad para estar concentrados en una actividad era muy limitada por lo que mejor planificar seis actividades cortas que una larga. Si les mandabas un ejercicio, luego otro, luego otro y así, podían pasarse toda la hora trabajando, pero si les decías que iban a hacer cuatro ejercicios seguidos lo veían como una tarea imposible y no hacían ninguno.
Pero la principal característica era que no había características comunes. Cada individuo de ese grupo era un alumno "especial", con una problemática y una forma de ser que lo diferenciaba del resto del grupo (no digamos ya de los alumnos con los que yo había trabajado anteriormente). Cada alumno por sí solo y cada uno por motivos diferentes necesitaba mucha ayuda.

En el grupo había tres alumnos chinos que llevaban en España pocos meses. Si ya era difícil que te entendieran en una conversación ordinaria, no digamos un texto científico aunque fuera de un libro de 2º de ESO. En cambio, en matemáticas eran muy buenos y no necesitaban traducción ni en los problemas. Decidimos que la profesora de apoyo sacara a estos alumnos y a dos más que tenían especiales dificultades en las horas de ciencias para darles clases casi particulares y yo me quedaba en el aula con el resto del grupo. En las clases de matemáticas la profesora de apoyo (gran profesional con la que trabajé estupendamente. En ese sentido los temores se disiparon muy pronto) se quedaba dentro del aula y me ayudaba a atender los constantes requerimientos de los alumnos.

Además de los chinos había un número indeterminado de gitanos (luego, cuando ya nos teníamos confianza, me enteré de que sólo eran cinco gitanos). El resto eran payos. Lógicamente yo no iba a preguntar quién era gitano y quién no. Payos y gitanos se parecían muchísimo en su físico y en la manera de vestir y comportarse. En ese sentido el grupo era un ejemplo de integración.

Cuando llevábamos mes y medio o dos meses de clases, empecé a relajarme. Con sus peculiaridades el grupo parecía ir funcionando. No había problemas de disciplina (otro temor disipado) y parecía que poco a poco se estaba instaurando una dinámica de trabajo (en clase, ya he dicho que en casa nada de nada). Un día requisé un papel a J.

J. era el único alumno de la clase que no vivía en el barrio. Vive en una zona de parcelas a las afueras (barriada que también está adscrita al centro y de donde provienen la mayoría de los alumnos de los grupos A). Desconozco la realidad familiar de J. pero no es la que desearía para nadie, y menos a la edad de catorce años. J. no tiene ningún control familiar, no tiene horarios ni rutinas. Una vez llamó su madre al instituto preocupada porque su hijo llevaba dos días sin aparecer por casa. Según J., que sí había asistido a clase esos días, había pasado las dos noches en casa de un amigo y no había sentido la necesidad de comunicárselo a nadie. ¿Cómo puede la madre tardar dos días en empezar a buscar a su hijo que, repito, al menos esos días sí había ido a clase?

La actitud de J. en clase era la de alguien que está de vuelta. Sus compañeros eran unos panolis, unos niños que no sabían de qué iba la vida. Tenía un punto chulesco pero de una manera sui generis. Es como si fuera chulo por dentro y componedor por fuera. Esa era mi opinión cuando le requisé el papel. Con el tiempo me di cuenta de que esa chulería no era tal, sino una costumbre de vivir y actuar según le dictase su santa voluntad. Por eso no había agresividad en él, ni siquiera cuando te desobedecía. J. se había criado sin tutela familiar y era un ser libre, tranquilo y un poco triste. O tal vez esa tristeza que le vislumbraba era el reflejo de la pena que me daba su situación.

Al terminar la clase J. se acercó un poco nervioso a pedirme que le devolviese el papel que yo ya tenía olvidado y traspapelado en el desorden de mi cartera. Su nerviosismo picó mi curiosidad y leí el texto antes de devolvérselo. Era una especie de poema pornográfico. Me explicó que era la letra de una canción rap que había compuesto. Medio en broma medio en serio le repliqué que ya que le gustaba componer canciones podría componer una con motivo del tema que estábamos estudiando (La función de reproducción). Estaba dispuesto a subirle hasta un punto y medio en la nota del próximo examen si la canción era buena.

Ahí quedó la cosa. Enseguida olvidé el asunto. Hago muchas propuestas similares y la inmensa mayoría cae en saco roto. A la semana siguiente J. se presentó con una canción que resumía los principales aspectos del tema tres. Me la enseñó y, aun sin salir de mi sorpresa, le dije que tendría que cantarla delante de sus compañeros para ganarse los puntos. Una canción necesita ser cantada para ser una canción. Se hizo un poco de rogar pero finalmente accedió. En el fondo estaba encantado de poder interpretar su composición delante de sus compañeros. Cuando faltaban diez minutos para terminar la clase salió a la pizarra y rapeó. Para mí fue un momento mágico, además fue el momento en el que tuve claro que me había hecho con el grupo y que no ibamos a tener problemas durante todo el curso. Los alumnos se tomaron totalmente en serio la actuación. Ninguno hizo burla, todos estaban atentos y terminaron aplaudiendo sinceramente. Es más, se produjo efecto contagio y P. (el alumno más problemático y un auténtico chulo. Uno de esos, afortunadamente pocos, con los que nunca puedes bajar la guardia) afirmó que él también sabía componer rap (no iba a ser menos, claro está) y que quería componer una canción para el próximo tema.

J. se ganó su punto y medio. Le pedí que me entregara el texto de la canción y si me lo podía firmar. Lo hizo con su nombre artístico. Esa misma tarde le conté entusiasmado a Sonia lo que había ocurrido. Después de contárselo le quise enseñar el texto de la canción y en ese momento, al volver a leerlo, fui por primera vez consciente de lo que podría pensar alguien que lo leyera sin conocer a J. ni a los alumnos de 2ºB. Seguramente esa persona, yo mismo apenas dos meses atrás, pensaría que se trataba de un mal chiste. Esto es lo que escribió J. y que mereció tantos elogios por mi parte (hay que intentar leerlo a ritmo de rap):

Si las clases te rayan,
manda a tomar por culo al estres
llega Jota esta vez con el tema tres.

Los seres vivos nacemos
cresemos, vivimos y nos reproducimos,
y tarde o temprano nos morimos
en este aspecto con las plantas coincidimos.

La reproduccion sirve para evitar la extincion,
mantener la especie y aumentar la poblacion.
Existen dos tipos asexual y sexual
quisas esta ultima sea la mas normal
la union de gametos, macho y embra
se unen en uno cual semilla que se siembra.

Aora la asexual
divicion selular
con aspecto similar.

En algunos seres vivos estas formas se alternan
a esto se llama reproduccion alternante
esto para los animales solamente.
y en los vegetales
alternancia de generaciones.

En la sexual existen tres fases
esto es importante no pases
la primera es la formacion de gametos
no es dificil de aprender si no eres un paleto
tras la divicion selular
se forman los gametos con la mitad
de cromosomas de la selula original

El segundo la fecundacion
es la union de gametos
poned atencion paletos
se crea una nueva selula de nombre cigoto
ya puedo oirlo no armeis tanto alvoroto.

En el ultimo lugar
el desarrollo del embrion,
escucha vien, pon atencion
El huevo se divide susesivamente
y da lugar al embrion
que crese asta formar un nuevo ser diferente

En las reproducciones asexuales
existen cuatro modalidades,
esporulacion, gemacion
fragmentacion y biparticion
No las describo porque sería muy larga esta cancion.

Bale, he ablado de los tipos de reproduccion
pero ahora toca explicar la ejecucion
como es en los umanos lo sabreis
pero de las plantas lo mismo no presumireis
hey chaval, no te tires por las vias
yo ace un tiempo tampoco lo sabia.

En los sacos polinicos se guardaba el polen
lo que para nosotros seria el semen
el polen que portan estos
son transportados por el viento y algunos insectos
llegan a otra flor de la clase misma
yega y se introduce por el estigma
atraviesa el estilo
todo junto se llama pistilo
el ovulo y el polen se fecunda, crea una semilla ????? (palabra ilegible)
cuanto esta cae al suelo y se planta
si en el invierno por el invierno no se achanta
buelve a salir una nueva planta.
Y asi se sierra el siclo de la vida,
recargate que te as quedado sin pilas.


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2 comentarios:

  1. ¡Qué suerte tienen esos chicos de que les haya tocado un profesor como tú! ¡Qué suerte tienes tú de amar tu profesión como la amas!
    Me parece fantástico lo que cuentas, es la prueba evidente de que necesitamos creatividad e imaginación, no solo para componer canciones, sino para idear diferentes maneras de resolver problemas, encontrar caminos y atrevernos a recorrerlos.
    Felicidades.

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  2. Ángela, muchas gracias. Es verdad que tengo la suerte de tener una profesión que me gusta. La otra parte de tu afirmación ya me gustaría que fuera cierta.

    He contado una experiencia gratificante pero son muchas más las frustrantes. Sin ir más lejos el propio J.. Con el subidón del rap se enganchó y trabajó muy bien todo el primer trimestre. Sacó buenas notas tanto en matemáticas como en ciencias. En el segundo trimestre ya bajó su rendimiento considerablemente (no volvió a componer para la clase). Aprobó justo ambas asignaturas. En el tercer trimestre simplemente decidió suicidarse académicamente. No hacía nada, no traía el material, muchos días faltaba a clase. Varios profesores hablamos con él (cada uno por su cuenta, se entiende) y no hubo manera, a su manera tranquila y relajada se negaba a trabajar. El tutor intentó contactar con la madre pero tampoco dio resultado. En junio J. suspendió todas las asignaturas. Lógicamente a los exámenes de septiembre ni se presentó.

    Repitió curso y ahora cuando lo veo por los pasillos me acuerdo de una frase que se repetía en una de mis películas favoritas: "No hay nada más triste que el talento malgastado".

    http://www.youtube.com/watch?v=8uDHWhcrvFs

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