Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

jueves, 6 de octubre de 2011

Un clásico

Dicen que una de las razones para leer a los clásicos es que sus escritos mantienen la vigencia a pesar del tiempo transcurrido. Este artículo fue escrito por Antonio Muñoz Molina hace quince años. Parece que lo hubiera escrito ayer mismo:

Después de una década a las personas de izquierda nos está cambiando ahora el signo de la melancolía, que según dejó escrito Mariano José de Larra es el sentimiento más arraigado de los liberales españoles. Hasta hace nada, lo que nos ponía melancólicos a los de izquierdas eran las sinrazones que cometían los nuestros. Ahora parece que las cosas van volviendo a su cauce y que la fuente legítima de nuestra melancolía vuelve a ser las sinrazones de los otros, lo cual, en cierto modo, no deja de ser un alivio, e incluso le permite a uno la ilusión de averiguar alguna vez quiénes son exactamente los nuestros.

El gran Cyril Connollly se consideraba a sí mismo el único miembro de una minoría de uno solo. Todos estos años atrás muchos demócratas y liberales españoles -usando la palabra liberal en su sentido noble y antiguo, no como ese sinónimo de canibalismo económico en que se ha convertido últimamente-, nos hemos sentido solos, dispersos en minorías robinsonianas de misantropía o naufragio, y yo creo que sólo en los meses previos a las elecciones de marzo volvimos a tener una conciencia razonablemente nítida de dónde estábamos, aunque no de quién estaba con nosotros. Según arreciaba la ofensiva de los periódicos amarillos, de la izquierda chiíta y de la derecha histérica en vísperas de la campaña electoral, muchas personas que no profesaban la menor simpatía hacia el gobierno socialista empezaron a temer que los dinamiteros de eso que se llamaba tan abusivamente "el Régimen" no tendrían escrúpulo, si les venía bien, en llevarse por delante la estabilidad de las instituciones democráticas.
(...)


La recién nombrada ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre, a quien ya se le conocían sus méritos temibles como concejala en el ayuntamiento de Madrid, ha declarado con toda claridad, con perfecto impudor, que una de sus tareas inmediatas va a ser la de cerrar escuelas públicas "no rentables" (sic) e incrementar las subvenciones a las escuelas privadas más favorecidas por los padres. Hasta hace nada, de lo que se escandalizaba uno era de que con coartadas de izquierda se desguazase la instrucción pública: ahora la melancolía y hasta la combatividad vuelven a su sitio cuando la derecha, con lo que amenaza, es sencillamente con cerrar las escuelas.

Dice Kenneth Galbraith que lo que está ocurriendo estas últimas décadas en el mundo es una revolución de los ricos contra los pobres. A los pobres van a escatimarles ahora las escuelas públicas para que los ricos asistan con mayor comodidad y menos gasto a sus escuelas privadas, y a uno vuelve a subírsele la sangra jacobina y se le definen otra vez los puntos cardinales de su diatriba política. Según Sartre, cuando se abandona la izquierda se encuentra uno perdido en un túnel oscuro, ve una luz al fondo, sale a ella y se encuentra en la derecha. Aquí, después de tantos años de incredulidad y de melancolía hemos salido del túnel para encontrarnos exactamente donde estábamos. De nuevo hay que defender la escuela pública. De nuevo hay que cuidar con celo vigilante la libertad de expresión, porque a la derecha, en cuanto gana, le vuelve el viejo instinto de prohibir, así que ahora han prohibido en Valencia una exposición de fotografías porque aparecen en ella padres y madres e hijos desnudos [¿no ocurrió hace poco algo parecido en Extremadura?] (...).

Parece que algunos estén utilizando la excusa real de la crisis para aplicar al máximo sus ideales neoliberales. Y por ahora lo están consiguiendo. Lo peor de todo es que la mayoría de la sociedad asiste inpertérrita a los recortes sociales como si fueran simples conflictos laborales. No debería ser solo el personal sanitario de Cataluña el que proteste, deberían protestar todos los enfermos potenciales, es decir, TODA LA SOCIEDAD. Y lo mismo con la enseñanza en Madrid y Castilla La Mancha. No debería ser un pulso entre profesores y gobiernos autonómicos, debería ser un pulso entre toda la sociedad y esos mismos gobiernos. Entonces SEGURO que se podrían encontrar medidas alternativas para reducir el déficit. Nada más por hoy:




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1 comentario:

  1. Efectivamente, Eduardo, mientras sigamos pensando que los recortes en la enseñanza solo afectan a los profesores, estamos listos.

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