Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

lunes, 22 de abril de 2013

Reminiscencias de un viaje a Lituania

Ese es el título de una película que vi con mis padres en la Filmoteca de Andalucía. La proyectaron a finales de 2004 o en 2005. Yo vivía en Azuqueca pero ese fin de semana decidí bajar a Córdoba. El viernes por la tarde mis padres me recogieron en la estación. Les pedí que me llevaran a la filmoteca, que había una película que parecía interesante y me acompañaron a verla. Recuerdo que al salir del cine mi padre dijo que había tenido que cerrar los ojos porque le daba dolor de cabeza el montaje de la película (bueno, no utilizó la palabra montaje).

A mí me gustó mucho, aunque comprendo las razones de mi padre. Nunca he visto un película que se ajustara tanto a la realidad de un viaje. Sin argumentos ni coherencia. Un video casero, diría mi padre. Sí, pero rodado por alguien que sabe de cine. Aquí está la película completa, para quien quiera verla:


Hoy, desde la ventanilla del autobús, recordaba las imágenes de la película. Se rodó hace cuarenta años pero el paisaje sigue ahí a pesar de los cambios propiciados por el desarrollo económico. Lo que sí se nota es la estación. Jonas Mekas realizó su viaje en verano. El suelo de los campos que no son de cultivo es del color verde de la hierba. Ahora el suelo tiene un color terrizo indescriptible. Parece tierra con brillo o, en algunos momentos, arena seca de la playa que refleja los rayos del sol. Pero no, es hierba seca, de una longitud considerable, aplastada por el peso de la nieve derretida hace pocas semanas (todavía quedan manchas de nieve donde no da el sol). El resultado es desconcertante, como un desierto de ciencia ficción.

Cada poco tiempo atravesábamos una aldea de casas espaciadas. Anatevka, pensé. El shtetl de las narraciones de Isaac Bashevis Singer. Pero no queda rastro judío en Lituania. Y no me refiero a rastro físico, que desgraciadamente era de esperar, sino a rastro histórico, a algún tipo de referencia en algún sitio acerca de que en esta región hasta hace 70 años vivía una importante comunidad judía. Nada.

Cuando estuve en Auschwitz, me quedé perplejo al comprobar que los paneles informativos distinguían entre víctimas polacas y víctimas judías. Es decir, las víctimas del gueto de Cracovia, por ejemplo, se sumaban a las de los judíos procedentes de otras naciones, pero no a la de los polacos gentiles. Que quede claro que una cosa es ser polaco de pura cepa y otra es ser judío. Los judíos no forman parte de la historia de la nación polaca (de la historia oficial, se entiende), ni de la nación lituana, ni supongo que de la nación ucraniana. Ni, ya puestos, de ningún lugar que no sea Israel o Nueva York.


El autobús da mucho tiempo para pensar. Esa está siendo mi sesión de yoga.

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