Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Cumpleaños (2ª parte)

Este año hice uso de la hora de lactancia a la que tiene derecho uno de los progenitores (por usar el término legal) de un niño menor de 18 meses. Solicité entrar a trabajar a segunda hora (a las 9.15 en lugar de a las 8.15) y así poder llevar a Héctor todas las mañanas al colegio (entra a las 9.00 y su colegio está al lado de mi instituto, así que me sobra tiempo para acompañarlo y llegar puntual al trabajo, incluso cuando hace buen tiempo y vamos andando).

A Héctor le encanta ir al cole. Va contentísimo. El año pasado me tiraba de la manga y señalaba con el dedo cada vez que veía a algún compañero de clase. Mira papá, Martín. Y mira papá, Pablo. Este año se suelta de la mano y se acerca a donde esté su compañero para saludarlo por su nombre. El miércoles, después de haber pasado dos días en casa convaleciente, iba con más ganas todavía de encontrarse con sus amigos del cole. Y al primero que vimos fue a Carlos con su mamá. ¡Carlos!

- Hola Héctor - saluda la mamá de Carlos - Carlos tiene una sorpresa para ti.
En el colegio hay costumbre de que los niños, el día de su cumpleaños, regalen un pequeño detalle al resto de la clase: un lápiz, un puzzle, un cuento... Creí que, como Héctor había faltado dos días, se había perdido el regalito de Carlos y ahora se lo iba a dar. Pero la sorpresa fue real. Lo que le entregó Carlos fue un sobre, sellado, con el nombre de Héctor escrito con letra infantil. Dentro del sobre una invitación para una fiesta de cumpleaños. La segunda invitación en una semana. Se ha abierto la veda de las fiestas de cumpleaños y nos ha pillado totalmente desprevenidos.
¿Podéis venir mañana por la tarde? - Mientras Héctor abre el sobre, la mamá de Carlos me indica dónde y cuando se celebra el cumpleaños. En un bar que hay junto a la puerta del colegio y un parque infantil (toda esa zona, incluida la calle de acceso al colegio, es peatonal).

Tenemos 24 horas para comprarle un regalo a Carlos. Todavía no salgo de mi asombro al recordar el cumpleaños de P. ¿Qué tipo de regalo espera recibir la familia de un niño que va a cumplir cuatro años e invita a más de media clase a una fiesta? No tenemos ni idea. Sonia y yo parecemos marcianos en este tipo de asuntos. Hablo con mi hermana, que ya tiene experiencia en fiestas de cumpleaños, y me da una idea: un click de playmobil. Es pequeño, no es barato pero tampoco caro (entre 8 y 12 euros) y da igual que ya tenga porque a un niño nunca le sobra un click (al menos, a mi no me sobraban de chico). Esa tarde salgo a comprarlo. Un policía en moto.


Esta vez sí que creo haber acertado. Además, no preveo que Carlos se vaya a llevar el saco de juguetes que obtuvo P. Mi razonamiento es el siguiente. Los vecinos de mi residencial tienen una posición económica muy desahogada. De hecho se podría decir que dentro de nuestro residencial nosotros estaríamos en el nivel más bajo de renta y patrimonio. Hay una diferencia abismal entre los vecinos que compraron el piso sobre plano (antes de la crisis) y los vecinos, menos, que compramos el piso ya construido, en plena crisis y con la constructora a punto de ser embargada por el banco.
En cambio, el colegio al que acude Héctor está situado en una barriada de lo que antes se llamaba "clase trabajadora" y antes aún "clase obrera". Y aunque con el tiempo la barriada se ha visto rodeada de residenciales "de lujo", muy pocas familias de estas nuevas viviendas llevan a sus hijos a los colegios de la barriada. Prefieren llevarlos a colegios concertados de la sierra (o privados, mejor).
Es decir, que de entre las familias de la clase de Héctor, nosotros estaríamos en el nivel más alto de renta y patrimonio. Es posible que los padres del colegio sean tan insensatos (desde mi punto de vista) como mis vecinos, pero al menos donde no llegue la sensatez se impondrá la economía y el límite presupuestario. Eso es lo que yo pensaba.

Esta vez fue Sonia la que acompañó a Héctor y yo me quedé en casa con Pedro. He conseguido convencerla de que a las fiestas de cumpleaños del cole vaya siempre ella (si sólo van a ir mamás, ¿qué pinto yo allí?). Por segunda vez, Héctor tiene que dejar la fiesta antes de que acabe. Los recojo en coche porque tenemos cita desde hace semanas para ponerle la vacuna contra la gripe (está en grupo de riesgo por padecer asma infantil). Se suben al coche y siento el impulso de preguntar por los detalles del cumpleaños pero contengo mi curiosidad hasta el momento en que Sonia y yo estemos a solas.
- ¿Quién fue?
- La mayoría de la clase.
- ¿Y qué tal los regalos?
- Muy buenos. Ropa de marca (mayoral)...
Vamos, lo mismo que en el cumpleaños de P.

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Han pasado tres semanas y no hemos vuelto a recibir ninguna invitación de cumpleaños. Nos asustamos demasiado pronto, intuyendo el comienzo de una vorágine sin fin. Además, todavía faltan cuatro meses para que Héctor cumpla cinco años. Ya veremos si hacemos alguna "fiesta" con los amigos del cole y bajo qué condiciones. Ahora ya no pienso en ello.

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