Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

viernes, 18 de mayo de 2012

Morir de éxito


Este pasado domingo finalizó el concurso anual de patios, que desde siempre ha sido la excusa perfecta para disfrutar de la ciudad. En los últimos años el Ayuntamiento ha hecho un esfuerzo para promocionar el concurso de cara al turismo: suplementos en los periódicos, noticias en los telediarios (hubo un año en el que Matías Prats presentó el telediaro de Antena 3 desde un patio del palacio de Viana) y un sinfín de iniciativas con el objetivo de atraer visitantes. Dentro de esta campaña, el año pasado se presentó la candidatura de los patios para que fueran proclamados por la UNESCO patrimonio inmaterial de la humanidad y formar parte de ese selecto grupo de hitos culturales (267 en este momento) junto al flamenco, el tango, el fado, los castells, la dieta mediterránea, el misterio de Elche, la caligrafía china y la ópera tibetana, por mencionar unos pocos ejemplos; pero en el que no están incluidos ni el jazz ni la música pop, ni el cine, ni los Juegos Olímpicos, ni la declaración de los derechos humanos, ni ninguna manifestación cultural proveniente de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Irlanda, Chile, Alemania, Polonia, Suiza, Finlandia, Suecia, Noruega, Australia y la mayoría de países africanos, por citar algunas de las regiones que por lo visto son yermas en cuanto a patrimonio inmaterial de la humanidad.

Tengo mucho cariño al concurso de patios. Me trae recuerdos entrañables. De la infancia, cuando mis padres nos llevaban a mi hermana y a mí a visitarlos. ("mamá, ¿en este patio hay pozo?"). De mi primera juventud, cuando no vivía en Córdoba y al regresar por estas fechas me sorprendía lo bonita que era. Es una ciudad única. Sonia siempre recuerda que la primera vez que visitó Córdoba fue con motivo del concurso de patios. Eso fue hace siete años. ¿Quién le hubiera dicho entonces que se instalaría en la ciudad y que tendría un hijo cordobés?

Cada año son más los turistas que acuden a la ciudad en el mes de mayo. Tanta promoción ha dado resultado. Al principio no era difícil esquivar a la masa de visitantes. Bastaba con evitar el barrio de San Basilio, el más cercano a la judería y a la Mezquita, durante el fin de semana. Posteriormente la prevención se hizo extensible a toda la semana; San Basilio estaba siempre abarrotado pero no me importaba. Mis patios preferidos son los situados en el entorno de Santa Marina y San Agustín, desde la plaza Colón a las Costanillas en un paseo placentero y ligeramente nostálgico.

Este año, al iniciar el recorrido habitual, me llevé la agradable sorpresa de que la "Casa de paso" participaba por vez primera en el concurso, aunque sólo la parte que daba a la calle Chaparro. Hacía años, lustros, tal vez incluso dos décadas que no entraba en un espacio que había sido mágico en mi infancia. Cuando era chico no perdía ocasión de atravesar la Casa Paso (así la llamábamos, omitiendo la preposición). Desde la Lagunilla a la calle Chaparro cada vez que iba a Almacenes Blanco y desde la calle Chaparro a la plaza de la Lagunilla de vuelta a casa. Me gustaba imaginar que si alguna vez me perseguía un bandido yo sólo tenía que dirigirme a la Casa Paso para darle el esquinazo. Mi perseguidor se quedaría en la puerta esperando a que volviera a salir, creyéndome acorralado en un callejón sin salida. El pobre no sospecharía que había una salida "oculta" por la que el héroe (es decir, yo) se alejaba tranquilamente hacia su casa. Estoy hablando de un tiempo en el que era habitual que niños de ocho años anduvieran solos por las calles. Ahora vivimos en otro mundo.

Me emocioné al entrar en la Casa Paso. Me hubiera gustado contarle a Sonia algunos de los recuerdos que se agolpaban en mi mente, que me hiciera una foto con Héctor, pero no fue posible. ¡Había tanta gente! Y todos con nuestra cámara de fotos en ristre. Una marea de turistas nos fue acompañando por el camino. No había forma de esquivarlos. Lo intenté, a la desesperada, en los patios más recónditos. Nada, ahí estaban, con uno de tantos planos en los que señalan las rutas para no perderse ningún patio, un ejército reemplazando a otro, no dejando espacio sin ocupar. No me lo podía creer. Era un miércoles laborable, a las seis y media de la tarde, con más de 35 ºC, ¿de dónde había salido toda esa masa de gente?


El año pasado la UNESCO desestimó la candidatura de los patios a ser nombrados patrimonio inmaterial de la humanidad. Este hecho, sumado a la gran decepción de perder la capitalidad europea 2016 a manos de San Sebastián, fue tomado como una humillación por parte de muchos conciudadanos. Se creó un sentimiento de agravio ("Córdoba no recibe lo que se merece") alentado por las instituciones y los medios de comunicación locales. La reacción al presunto agravio ha sido una hinchazón de patioterismo. Se van a enterar esos señores de la UNESCO de lo que vale un patio.

Por primera vez los vecinos de algunos patios han editado un pequeño folleto para que los visitantes se lo lleven de recuerdo. Algunos patios incluso tienen blog propio. El díptico de la casa paso dedica un 40 % de su espacio a publicidad. El resto se distribuye entre dos fotografías y una caja con un texto explicando la historia de la casa en español y su correspondiente traducción en inglés.

También los periódicos locales han competido por editar el suplemento gratuito más completo, indicando rutas, anécdotas, novedades, contextualizando la importancia histórica de este patrimonio inmaterial al mimo tiempo que daban consejos sobre dónde parar a tomar un refrigerio. El diario ABC, en su edición local, ha llegado incluso más lejos: ha organizado un concurso de patios paralelo al oficial y un concurso de fotografías sobre el mismo tema. El resultado ha sido todo un éxito:


Es la primera vez que he visto grupos organizados con guía incorporado que va detallando las características de cada patio. Aunque es más habitual encontrarse con grupos sin guía andando por las calles en busca de patios. Me recuerdan aquel aforismo de Wagensberg: "He visto un compacto de turistas recorriendo un museo sin que el grupo perdiera del todo la forma del autocar que les ha llevado hasta allí". La diferencia es que los museos están diseñados para albergar grupos de turistas y los patios están diseñados para el solaz y disfrute de a lo sumo dos o tres familias. Más pronto que tarde la estructura del grupo turístico salta por los aires atascada en el primer patio que encuentran y en el que, aunque actúan como si no se dieran cuenta, no caben todos a la vez. Entre bromas, chistes en voz alta y empujones la mitad del grupo, que está dentro, pugna por salir mientras que la otra mitad pugna por entrar. Y así de patio en patio. Y a más de 35 ºC.

¿Quién puede disfrutar de un patio en esas circunstancias? ¿cómo apreciar el sonido de la fuente entre tantas voces? El descenso térmico que provoca el microclima del patio, y que es una de esas cualidades inmateriales dignas de mención, es combatido con éxito por la masa sofocante de cuerpos sudorosos.

Dice el periódico que los patios han recibido un millón doscientas mil visistas durante los doce días que dura el concurso. Aun admitiendo que la cifra pueda estar sobredimensionada no deja de ser una barbaridad. Pero me sorprende que nadie dé la voz de alarma. Salvo contadas excepciones todo el mundo parece estar encantado con el éxito obtenido. Sí hombre, ha costado lo suyo, pero por fin en el mundo exterior empiezan a apreciar lo que valen los patios. A ver si el año que viene llegamos a los dos millones de turistas.

Me temo que el concurso de patios ya nunca será lo que fue. Quién sabe, tal vez la situación actual sea preferible. No está la economía cordobesa para desperdiciar fuentes de ingresos. Yo me veo como un abuelo cebolleta prematuro recordando los buenos viejos tiempos en los que se podía pasear tranquilamente por la ciudad y disfrutarla en todo su esplendor sin agobios, a tu aire, sin rutas preestablecidas ni riadas de personas por las estrechas callejuelas del centro.

En estos días se celebra en París el Festival Internacional de la Diversidad Cultural por el Dialogo y el Desarrollo de la UNESCO 2012. Córdoba es la ciudad española invitada y su correspondiente estand tiene forma de patio. Dice el alcalde que este año es casi seguro que la UNESCO incluirá a los patios en la lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y que esto supondrá un aumento de turistas estimado en un 40 %. Resultará paradójico que la UNESCO reconozca las cualidades inmateriales de los patios cordobeses favoreciendo de ese modo su sacrificio en el altar de la ocupación hostelera.

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