Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

martes, 22 de mayo de 2012

Otra huelga

En apenas dos años he sido convocado a cuatro huelgas.

La primera de ellas fue el ocho de junio de 2010. Estábamos convocados los funcionarios de todas las administraciones para protestar por los recortes de Zapatero, particularmente por la famosa bajada de sueldo. Fui de los pocos que secundó la huelga. He de decir que me sorprendió el escaso seguimiento. Tanta protesta en la cafetería, tanto rajar de ZP y a la hora de hacer pública y notoria la protesta todo el mundo fue a su trabajo como si tal cosa. Moraleja: se puede bajar los sueldos de los funcionarios y no pasa nada. Es más, el gobierno de Griñán acaba de tomar exactamente la misma decisión sabiendo que le va a salir gratis, políticamente hablando.

El resultado es que después de la huelga ni se nos restituyó el sueldo (es más, como digo, nos lo han vuelto a bajar sin que ningún sindicato alce la voz) ni se continuaron las movilizaciones para conseguir este objetivo. Y esto es lo que no consigo entender. ¿Para qué se convoca una huelga? ¿Sólo para manifestar digusto hacia las medidas del gobierno? Vamos, por favor, hay muchas otras formas de manifestar digusto (véase 15M, por ejemplo). No es necesario perder un día de trabajo (y de sueldo).

Las dos siguientes, el 29 de septiembre de 2010 y el 29 de marzo de 2012 fueron huelgas generales. No secundé ninguna. Ni siquiera me lo planteé. Me había dejado muy mal sabor de boca la primera experiencia.

Hace dos o tres semanas los sindicatos convocaron para hoy una huelga en todo el sector de la enseñanza pública, desde infantil hasta la universidad. El motivo es protestar contra los recientes recortes educativos. En defensa de la enseñanza pública. Yo también estoy por la defensa de la enseñanza pública pero creo que para convocar una huelga es necesario que se den una serie de factores que ahora no se están dando.

Como ya escribí aquí, pienso que una huelga es un recurso de presión que tienen los trabajadores para mejorar sus condiciones laborales. Es un recurso que supone un coste importante a todos los afectados. Supone un coste para los clientes o beneficiarios del servicio que dejan de recibirlo, supone un coste para los empresarios que pierden oportunidades de negocio o cancelaciones de contratos, supone un coste político para la Administración que está obligada a ofrecer unos servicios públicos de calidad, supone un coste para los trabajadores que dejan de recibir su salario durante el tiempo que dure la huelga, y también supone un coste para el conjunto de la sociedad que sufraga mediante los impuestos unos servicios e infraestrucuturas que no se utilizan o se infrautilizan durante la huelga.

En resumen, una huelga nunca es deseable y precisamente por estas razones es siempre el último recurso en una negociación o en una reivindicación. Antes de llegar a la huelga (y en todo caso al mismo tiempo que se hace huelga) se deben llevar a cabo una serie de acciones tales como elevar propuestas, entablar negociaciones, convocar reuniones informativas, redactar manifiestos, convocar y asistir a manifestaciones, implicar en lo posible al conjunto de la sociedad en la resolución del conflicto, organizar campañas de protesta, etc, etc. El abanico de posibilidades es amplio.

Como todo último recurso no deseado, una huelga sólo debe ser convocada cuando hay consenso entre los trabajadores sobre su utilidad y cuando estén dispuestos a realizar los esfuerzos necesarios (incluidos los económicos) para conseguir el objetivo. Una huega, aislada, para protestar, no sirve de nada. Si de verdad se pretenden conseguir los objetivos es necesario quemar las naves. No hay vuelta atrás. Se convoca una huelga de una semana, y si al cabo de la semana el gobierno no se sienta a negociar se amplía la huelga a la semana siguiente. Así se presiona para conseguir los objetivos, que es para lo que debería servir una huelga. Para protestar, ya digo, hay otros métodos menos costosos e igual o más efectivos.

Tampoco estoy conforme con los motivos que sustentan la huelga de hoy. Me explico. Como escribí en este mismo blog hace tiempo: la mayoría de la sociedad asiste inpertérrita a los recortes sociales como si fueran simples conflictos laborales. No debería ser solo el personal sanitario de Cataluña el que proteste, deberían protestar todos los enfermos potenciales, es decir, TODA LA SOCIEDAD. Y lo mismo con la enseñanza en Madrid y Castilla La Mancha. No debería ser un pulso entre profesores y gobiernos autonómicos, debería ser un pulso entre toda la sociedad y esos mismos gobiernos. Entonces SEGURO que se podrían encontrar medidas alternativas para reducir el déficit.

No somos los profesores los que debemos protestar contra los recortes educativos. Es la sociedad en su conjunto la que debe hacerlo. Los profesores lo que debemos hacer es informar de la manera más rigurosa posible a la sociedad de cómo van a afectar los recortes a la calidad de la enseñanza. Los profesores podemos, por el conocimiento que tenemos de la materia y por la cuenta que nos trae, liderar las protestas pero nunca monopolizarlas. Porque, además, corremos el riesgo de caer en la insidiosa trampa dialéctica que proponen la presidenta de Madrid o el ministro de Educación. Míralos cómo protestan, y todo porque tienen que trabajar dos horas más. ¡Con las vacaciones que tienen y encima se quejan!

Los que llevamos tiempo trabajando en esto sabemos que cuando hay un problema en un instituto que requiere una inversión importante o la intervención de la autoridad educativa (por ejemplo, no funciona la calefacción, o una mala práctica profesional ostensible y reincidente) sólo se soluciona cuando los padres actúan. Una manifestación de padres de alumnos en la puerta de la delegación. ¡Eso es lo que temen los políticos no una huelga (encima fallida) de profesores!

Si de verdad queremos evitar los recortes educativos debemos demostrar y explicar a la sociedad (a los alumnos, a los padres de los alumnos) por qué los recortes son tan perjudiciales. Y convencerlos para protestar todos juntos. Argumentar y desmontar las mentiras del gobierno. Igual que cuando no funciona la calefacción. Si no convencemos previamente a la sociedad toda protesta será inútil e incluso contraproducente para el colectivo de profesores. Puede dar la impresión de que camuflamos reivindicaciones laborales en el manto del interés general.

Ante el baile de cifras habitual un dato fidedigno. En mi instituto hemos acudido a trabajar 49 de los 85 profesores que integramos el claustro.

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