Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

viernes, 30 de marzo de 2012

Fin del segundo acto

Los viernes entro a trabajar a las 11.45. Esta mañana llegué al instituto al filo de las 11.30, en pleno recreo. Muchos alumnos tenían el boletín de notas en la mano y esperaban a que sus padres o algún adulto autorizado los recogiese. Ya estaban de vacaciones, aunque no oficialmente.

Oficialmente hoy era un día lectivo "normal". Puedo entender que el día previo a las vacaciones, el día de entrega de notas, sea un día especial, relajado, poco menos que de semivacaciones. El problema es que esta costumbre de tomarse las vacaciones antes de tiempo se está extendiendo (con la pasividad, cuando no colaboración, de los profesores) a toda la semana. Hay alumnos que no vienen desde el lunes y la mayoría ya no asistió a clase el miércoles.

La dinámica por la que se ha llegado a esta situación es la siguiente: algunos alumnos, generalmente los menos interesados en los estudios, se toman las vacaciones antes de tiempo. El profesor, al entrar en clase y encontrarse con medio aforo, no avanza materia para no perjudicar a los ausentes. Además le da pereza empezar a explicar un tema que va a tener que repetir a la vuelta de vacaciones, porque piensa que los alumnos lo van a olvidar en ese tiempo. En el mejor de los casos el profesor ha preparado unas actividades lúdicas para "pasar la hora". En el peor y más habitual se limita a que los alumnos hagan lo que quieran (si el aula está equipada con ordenadores, que los alumnos utilicen el ordenador a su antojo, Tuenti incluido) con la única condición de que no monten alboroto. Es decir, el profesor de manera implícita les da la razón a los alumnos ausentes: estas clases son inútiles y es una pérdida de tiempo asistir al instituto la semana previa a las vacaciones. Los alumnos que sí han asistido se sienten como los tontos de la clase (¿por qué tenemos que venir para no hacer nada?) y al día siguiente convencen a sus padres para que los dejen quedarse en casa (total, para no hacer nada mejor en casa, ¿no?). Y así, poco a poco, nos hemos cargado tres semanas lectivas (la semana previa a Navidad, la semana previa a Semana Santa y la última semana de curso), casi un mes.

A mí esta pérdida de tiempo me irrita e intento combatirla. Sigo dando clase "normal" hasta el último día, penalizo a los ausentes y premio (académicamente, no dejándoles los ordenadores) a los presentes. Al principio cuesta romper la dinámica, pero cuando los alumnos te conocen y saben que vas en serio, empiezas a ver resultados. Este año cuento con la ventaja de que los alumnos me conocen de sobra porque a los dos grupos les di clase el curso pasado (de uno de ellos llevo dos años seguidos siendo tutor).

A las 11.45 tenía clase con 3º A. Estaban esperándome 11 de los 18 alumnos que asisten a clase con regularidad. Todos tenían el material y pude dar clase con normalidad. De hecho, mejor que cualquier otro día porque al ser menos estaban más atentos. Además el silencio circundante (éramos el único grupo dando clase en ese edificio) ayudaba a mantener la concentración.

A las 12.45 tenía clase con mi tutoría (2º GH1). Dos horas seguidas: Matemáticas y "Alternativa" (a la religión). Hacía semanas que pusimos un examen en esta fecha para que el alumno que tuviera alguna evaluación pendiente (o las Matemáticas de 1º) pudiera recuperarla y encarar "limpio" los dos últimos meses del curso. Lo que no me esperaba es que se presentasen alumnos que tienen la asignatura aprobada, incluso con sobresaliente. Hace diez días que les entregué los boletines de notas.

¿Qué hacéis aquí? "Profe, es que como tú nos dices que hay que venir siempre". La verdad, no me podían haber dado mejor premio.

A las 14.15 no quedaba ningún alumno por entregar el examen. Ahora sí, éramos los únicos en todo el instituto, en los dos edificios, que seguíamos en clase. Los dejé marchar (la clase terminaba a las 14.45).

Todos los viernes, antes de irse, los alumnos de 2º GH1 dejan su silla sobre el pupitre para que las limpiadoras puedan realizar mejor su trabajo. Hoy, con eso de salir antes, se les olvidó. Así que recogí mis papeles, subí las sillas a los pupitres, bajé las persianas y salí del aula cerrando la puerta con llave. Fin.



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