Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

viernes, 15 de julio de 2011

Bandera amarilla, sombrilla negra


Héctor amaneció con fiebre el domingo. Lo achacamos a que le están saliendo algunos dientes (hacía muchas muecas con la boca) y a los efectos secudarios de la vacuna triple vírica que le pusieron la semana anterior, justo antes de salir de Córdoba. La enfermera nos advirtió de que los efectos podrían empezar hasta una semana después del momento de la vacunación.

El martes pedimos cita en el centro médico del barrio y, como suele ocurrir en estos casos, fue verlo la pediatra y el niño dejar de tener fiebre sin necesidad de intervención alguna. Es lo que suele ocurrir cuando sigues los consejos de la dra. Arce, la mamá pediatra, y no pides cita hasta pasadas las 48 horas de fiebre (siempre que no se manifieste ningún otro síntoma o que el niño esté especialmente inactivo. Apiretal y a esperar que pase). Al menos la visita nos sirvió para aclarar el diagnóstico: ni dientes ni efectos secundarios, el culpable era un virus.

Por este motivo apenas hemos pisado la playa desde que llegamos a Cartagena. El sábado, ayer y hoy. Pero en estos pocos días ya hemos establecido la rutina de este verano. Nos despertamos temprano. Seamos precisos: Héctor se despierta temprano. Entre las 7.30 y las 8. Sonia, que es la auténtica playera de la familia, se levanta para no perder ni un minuto (de playa) y prepara el desayuno. De 9 a 9.30 ya estamos listos para salir.

Héctor se queda dormido nada más arrancar el coche (es lo que tiene madrugar tanto). Media hora después llegamos a La Manga. Somos el primer coche en el aparcamiento de la playa barco perdido. En la arena hay algunas sombrillas, no muchas, de los huéspedes de un hotel cercano. Me arrodillo para hacer el agujero donde plantar nuestra sombrilla negra. Negra, negra. Como un paraguas. La primera vez me dio impresión, parecía que estábamos de luto.
- ¿Dónde han comprado tus padres esta sombrilla?
- En IKEA.

Vaya con el diseño sueco. Es posible que una sombrilla negra tenga sentido en el mar báltico, donde acaparar los templados rayos solares hasta puede ser considerado una de esas tecnologías de verano de las que hablaba Muñoz Molina hace poco en su blog. Pero en el mediterráneo hay que tener valor. La única ventaja es que, por mucho que nos alejemos, localizamos de inmediato nuestras cosas. En una fotografía aérea de la playa saltaría a la vista el punto negro. Ese punto negro somos nosotros.

El mar es muy cambiante en La Manga. El mar es el mar mayor. El mar menor (esa charca, según Sonia) ni lo consideramos. Hay casi tantos días de bandera roja como de bandera verde. Lo más habitual es la bandera amarilla, como hoy. Esto significa que te puedes meter en el agua pero no es aconsejable que lo hagas donde te cubra más allá de la cintura. Las corrientes son muy fuertes y se forman pozos y socavones. Todos los años se ahoga alguien en esas playas.

A Héctor le gusta pasear por la arena. A eso nos dedicamos al llegar. Vamos Sonia y yo acompañando y festejando al niño (sesión fotográfica incluida). Su entusiasmo nos encanta. Se para a observar las huellas que va dejando. Quiere correr hacias la olas pero lo frenamos. Primero que se canse de andar.

Cuando vemos que se quiere sentar pasamos a la segunda fase. Le ponemos el bañador y nos sentamos en la orilla a jugar con la arena húmeda. Segunda sesión de fotos. A decir verdad, Sonia y yo nos empeñamos en que el niño juegue con la arena sin demasiado éxito. Héctor está plenamente concentrado en la llegada de la próxima ola para chapotear con todas sus ganas.

La tercera fase empieza cuando estamos lo suficientemente empapados de tanto chapoteo. Es el momento del baño. Hoy, corto, porque era difícil mantener el equilibrio agachado con el niño en brazos, bañándolo y evitando al mismo tiempo que ninguna ola le rompa encima. Ayer, con bandera verde, pudimos disfrutar más del baño y prolongarlo.

Salimos del agua, secamos a Héctor, lo cambiamos y lo tumbamos en una hamaca bajo la sombrilla negra. Después del tute de caminar y la relajación del bañito, enseguida se queda dormido. Es el momento que aprovechamos para descansar y bañarnos nosotros por turnos. A las 12, antes de que haga calor de verdad, levantamos el campamento. Antes de las 13 ya estamos de vuelta en casa para el bañito, la ducha, la comida y la siesta. ¡Que deliciosa desidia!






_

No hay comentarios:

Publicar un comentario