Cita



El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va.
Ramón Eder

miércoles, 20 de julio de 2011

Las metamorfosis de Tony Judt

Prisionero en su propio cuerpo. Enero de 2010. Con ese titular El País inauguraba, en la sección Domingo, una serie semanal de cuatro textos autobiográficos. El autor, desconocido por mí hasta ese momento, era Tony Judt, y el primer texto, titulado Noche, tan impactante como el titular que lo acompañaba.
Ese primer artículo tuvo bastante repercusión y no fueron pocos los que, como Rosa Montero, se hicieron eco. Las reacciones parecían circunscribirse a otro ejemplo de admirable superación personal y de temple ante el drama de una enfermedad terrible. Tony Judt, el enfermo heroico.

Ya tenía olvidado a Judt cuando, en la primera semana de abril, Muñoz Molina publicó en Babelia Un elogio de la socialdemocracia. En ese artículo afirma que Tony Judt ha escrito algunos de los mejores libros de historia y de pensamiento político de los últimos años. Y, pese a su precario estado de salud, acaba de publicar un libro que es un valeroso manifiesto: una declaración de principios progresistas, una vindicación de la legitimidad de lo público y de lo universal como valores de la izquierda en una época en la que sólo lo privado y lo particular parece respetable, o peor aún, eficiente y moderno. El libro se titula Ill Fares the Land y tiene poco más de doscientas páginas. Tony Judt, el incansable socialdemócrata.



En agosto de 2010 fallece Tony Judt. Un mes después la editorial Taurus publica el librito que glosaba Muñoz Molina traducido como Algo va mal. Desde ese momento la fama de Tony Judt no deja de crecer. Su enfermedad es una mera nota a pie de página. Lo relevante es lo pertinente de su análisis sobre la situación de crisis económica y social que sufre Europa. Tony Judt es la marca de calidad progresista que denota que uno está en la onda, que sabe de lo que habla. Así, en esta columna, David Trueba, para criticar el panfleto de Hessel, dice que carece de la relevancia necesaria. No tiene ni la profusión de datos ni el análisis de un Tony Judt, por ejemplo. Tony Judt, el referente progresista por antonomasia.

De esta guisa me lo encontré en el blog de Muñoz Molina. Aparte del anfitrión, numerosos comentaristas, en distintas entradas, alababan unánimemente al autor. Luciano: El mundo es un poco más pobre desde que Tony Judt ha muerto. Manuel Couceiro: Yo fundaría uno (un partido político) que tuviera a Tony Judt como inspiración, sin duda… o mejor, con todas las dudas, que no lo tengo muy claro ;-)
Vane, no tengas dudas en leerte “Algo va mal”, y luego si te gusta tienes “Sobre el olvidado siglo XX” y ya si tienes mucha hambre, “Posguerra”, no te decepcionará ninguno de ellos.

No quedaba más remedio que ponerse al día. El primer libro que empecé a leer después de meses de ayuno lector fue Algo va mal. Es un libro ameno, de eso no hay duda. Se lee con facilidad. Pasan las páginas y espero el momento de entrar en materia. El momento no llega nunca. Gran decepción: el libro tiene menos chicha que la mayoría de los comentarios que ha provocado. Tony Judt, el bestseller insustancial.

La tesis de Algo va mal está perfectamente resumida en Un elogio de la socialdemocracia. Es una tesis de la que muchos estamos convencidos de antemano, ¿pero dónde están los argumentos? ¿dónde los datos? ¿dónde el valioso análisis que ha merecido tantos honores? Yo no los encuentro por ningún lado. En muchas ocasiones la falta de rigor es compensada por un guiño ideológico o apelando al criterio de autoridad (palabra de Tony Judt). Principales defectos que encuentro en el libro:
  1. Falta de rigor. A lo largo del libro se suceden las afirmaciones gratuitas. Afirmaciones con las que estoy de acuerdo en muchos casos, pero no deja de sorprenderme que el autor no cosidere necesario sustentarlas con datos o argumentaciones. O que al menos exponga alguna fuente a la que el lector interesado pueda acudir para profundizar en el asunto. Ejemplo: Un niño de un distrito desfavorecido tiene más probabilidades de abandonar sus estudios en la enseñanza media que si sus padres tienen una renta media segura y viven en una región próspera del país. Vale. Cuéntame algo nuevo.
  2. Argumentos poco concretos. Cuando el autor se decide a argumentar su postura lo hace de manera general, con trazo grueso. Todos somos hijos de los griegos. De forma intutitiva comprendemos la necesidad de un sentido de dirección moral. Este tipo de argumentos sirven para justificar una cosa y su contraria.
  3. Ofuscamiento pesimista. A veces, Judt se ofusca tanto intentando demostrar los perjuicios que causa el mercantilismo dominante, que obvia sus mejores posibilidades. Veamos un caso: en el apartado titulado El déficit democrático el autor se lamenta de la pérdida de los símbolos identitarios que fomentan el sentimiento comunitario: los cupones que había que sellar en Correos, los taxis negros en Londres, los uniformes de los colegios, la liga de fútbol, etc. Desde sus primeros años hasta la década de 1970 la liga de fútbol fue siempre una entidad única: "meritocrática" en el sentido de que los equipos ascendían o descendían en sus respectivas divisiones de acuerdo con sus resultados. Los futbolistas, reclutados localmente, llevaban los colores de su equipo. La publicida se limitaba a las vallas colocadas alrededor del campo; la idea de que los propios jugadores llevaran publicidad simplemente no se le había ocurrido a nadie: la cacofonía resultante de color y texto habría restado unidad visual al equipo. [este párrafo está trufado de afirmaciones gratuitas y poco rigurosas. ¿Las ligas ya no son entidades únicas y meritocráticas? ¿Cuándo se cerraron que yo no me enteré? ¿no se estará confundiendo con la NBA y otras ligas americanas? ¿La cacofonía resultante resta unidad visual al equipo?] (...) En toda Europa las ligas de fútbol se han convertido en superligas millonarias para un reducido grupo de clubes privilegiados, mientras que los demás se quedan muy atrás, atascados en su pobreza e irrelevancia. La idea de espacio "nacional" ha sido sustituida por la competición internacional suscrita por efímeros magnates extranjeros, que resarcen sus arcas gracias a la explotación comercial de jugadores reclutados muy lejos y que no suelen permanecer mucho tiempo en el mismo sitio. Si el fútbol, según Judt, sirvió para fomentar la identidad local y nacional, ¿qué tiene de malo que ahora sirva para fomentar la identidad europea? Judt, como en otras ocasiones, no se fija en la posible consecuencia positiva (fomento de un sentimiento comunitario europeo) sino en la negativa (destrucción del sentimiento comunitario local). Sobre esta misma realidad es muchísimo más interesante el análisis que hizo Alfredo Relaño en su editorial del diario AS. Por no decir que el mejor equipo de fútbol europeo de la actualidad, el F.C. Barcelona, desmiente una por una todas las afirmaciones de Judt: club propiedad de los socios, jugadores reclutados localmente, proveedor de identidad local y global, publicidad (UNESCO) que en lugar de cacofonía discordante produce empatía por los colores y valores comunitarios globales, etc.
  4. Anglocentrismo. El libro está escrito para lectores estadounidenses y, en menor medida, británicos. Casi todos los argumentos parten de la realidad de esos dos países. En ese sentido, el lector español se encuentra desubicado. Hay algunas menciones a Europa, pero en esos casos se refiere a los países escandinavos, a Francia o a Alemania. El "olvidado siglo xx" de la península Ibérica tiene demasiados hechos diferenciales con respecto a esos países como para que los argumentos de Judt sean pertinentes aquí. Por seguir con el ejemplo futbolero, habla de Ligas Europeas cuando seguramente la realidad que diagnostica es la de la Premier League británica.
  5. Si nos contamos historias nostálgicas, nunca abordaremos los problemas que afrontamos en el presente. Lástima que Judt no haga caso a su acertado consejo. Es lo que le ocurre en el apartado Los ferrocarriles: estudio de un caso.
    Este tema siempre me ha interesado. En la carrera había una asignatura, Monografía, que consistía en hacer un trabajo monográfico sobre un tema elegido por el alumno. El mío fue: Empresas públicas. Ventajas e inconvenientes de las privatizaciones. Un año después, en Swansea (Reino Unido), tuve que hacer un assignment sobre la inminente privatización del ferrocarril en ese país. Nunca comprendí las ventajas de privatizar el ferrocarril o el suministro de agua potable.
    Sentía curiosidad e interés por conocer qué tenía que decir un experto como Tony Judt sobre el asunto. Y esto es lo que encontré: datos, ninguno; argumentos, viejos y conocidos (aunque no por eso menos válidos); nostalgia, a raudales. A Tony Judt le encantan los trenes y las estaciones ferroviarias, como explicó en este artículo. Es la nostalgia y el amor a los trenes lo que le hace escribir cosas como estas:
    Los ferrocarriles siguen siendo el atributo natural de la aparición de la sociedad civil.
    (...)
    Los coches (como los aviones) fueron "nuevos" en la década eduardiana y, de nuevo, brevemente en los años cincuenta; desde entonces han simbolizado muchas cosas: fiabilidad, prosperidad, libertad, pero no "modernidad".
    Los trenes son diferentes. Los trenes ya eran el símbolo de la vida moderna en la década de 1840 -de ahí su atractivo para los pintores "modernistas", de Turner a Monet-. Seguían desempeñando ese papel en la era de los grandes expresos que cruzaban el país a finales del siglo XIX. Los trenes eléctricos del Metro fueron los ídolos de los poetas modernistas y los artistas gráficos después de 1900; nada era más ultramoderno que los nuevos expresos aerodinámicos que adornaban los carteles neoexpresionistas de los años treinta. En la actualidad, el japonés Shinkansen y el francés TGV son iconos del progreso tecnológico y el más alto confort a trecientos kilómetros por hora.
    (...)
    Las estaciones no son un atributo de la vida moderna, ni una parte o subproducto de ella. Como el ferrocarril del que son hitos, están integradas en la propia vida moderna. La topografía y la vida diaria de las ciudades quedarían alteradas de forma inimaginable si sus imponentes estaciones término desaparecieran. Me temo que Tony Judt no ha llegado a conocer las "imponentes" y costosísimas estaciones término que se han construido en España para el AVE en los últimos años. Pienso en las de Guadalajara y Cuenca, ambas a las afueras de la ciudad, más antipáticas que cualquier aeropuerto.
    Mucho romanticismo ferroviario y poco análisis sobre la gestión pública o privada de este servicio público fundamental. He viajado en tren por España, Reino Unido, Finlandia, Polonia, Bélgica, República Checa y Suiza. De todos esos sistemas ferroviarios, el que me pareció más eficaz, el que llegaba a todos los rincones en un tiempo y a un precio razonables, el que disponía de estaciones más funcionales y con un acceso a la información ejemplar, es el suizo. Y me entero gracias al libro de Tony Judt que justamente el sistema ferroviario suizo está gestionado por empresas privadas:
    La propiedad estatal por sí sola no garantiza un sistema de transportes bien gestionado. Por el contrario, aunque algunas redes ferroviarias tradicionalmente privadas están bien financiadas y proporcionan (de hecho, se les exige que proporcionen) un servicio público de primera categoría -por ejemplo, los ferrocarriles regionales en Suiza-, no ocurre lo mismo en la mayoría de los casos.
    Ese es el quid de la cuestión. Ahí debía haber centrado Tony Judt su análisis en lugar de dejarse llevar por una nostalgia embriagadora.
¿Cómo es posible que un librito así haya generado semejante entusiasmo? Imagino que confluyen varios factores. Los (escasos, pero prestigiosos) lectores habituales de Tony Judt han debido de leer el libro como un compendio de las ideas de Judt. Cada párrafo les remitía a otros escritos anteriores donde seguramente Judt aportaba datos y argumentos más contundentes. Digamos que estos lectores no han leído Algo va mal, sino el resumen del pensamiento de uno de sus autores favoritos. El aplauso a Algo va mal en realidad iba dirigido a la vida y obras del autor.
A lo anterior hay que añadir el efecto dramático de la enfermedad, lo que redobla la intensidad del aplauso. Así termina Muñoz Molina su artículo: Deberíamos estar mucho más furiosos, dice valerosamente Tony Judt desde su cama de inválido; y deberíamos reunir de una vez nuestras causas diversas en una gramática común de la emancipación.
Luego está la gran masa progresista que se deja (nos dejamos) guíar por esas primeras críticas generosas.

Pero el éxito de Algo va mal tiene también un componente de oportunismo coyuntural. Ha venido a ocupar un hueco en la estantería que El Corte Inglés dedica a los libros para indignados.
Indignados progresistas y educados, leed a Tony Judt para conocer las razones de vuestra indignación. La editorial Taurus (grupo Prisa), frotándose las manos, saca una edición en un formato especial (al estilo Penguin) para indignados al "módico" precio de 9.95 euros (eso sí que es motivo de indignación, el precio de los libros en España).

¿Y ahora qué? La figura de Tony Judt me sigue intrigando. Los artículos que ha publicado en El País, tanto los autobiográficos como los que trataban sobre Israel o la política de Bush, me han parecido muy interesantes. ¿Quién sabe? Quizá después del enfermo heroico, el socialdemócrata incansable, el referente progresista y el bestseller insustancial pueda descubrir a Tony Judt, el brillante historiador (Posguerra). Pero no será dentro de poco.

Unas últimas recomendaciones: Noche, Revolucionarios y La crisis de la mediana edad.


Lo que ha estado sonando todo el tiempo es Ludovico Einaudi. Uno de los músicos favoritos de Sonia. Mañana lo escuchamos en directo:



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